Sara Martínez, el último salto paralímpico de la reina española de la longitud

Con 14 años acudió a Atenas 2004 y también ha estado en Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016. La saltadora, vigente subcampeona de Europa, buscará en Tokio la medalla que se le resiste. “Sería el mejor broche a mi carrera. Ya no habrá más Juegos para mí”, asegura.

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La atleta madrileña Sara Martínez en un concurso de salto de longitud. Fuente: CPE

La mente es lo que marca la diferencia para obtener un buen rendimiento en el deporte. A Sara Martínez, eso es lo que más le ha costado domar en sus casi dos décadas en el atletismo. Se le escaparon medallas por no gestionar bien la presión o las emociones, como el bronce en Río de Janeiro 2016. Sin embargo, su talento y sentido natural para los saltos le han convertido en la reina española de la longitud para deportistas ciegas o con deficiencia visual. Así lo acredita su hoja de servicios: bicampeona de Europa y varias veces medallista mundial. En sus vitrinas le queda un hueco por llenar, una presea en los Juegos Paralímpicos. Los de Tokio, sus quintos, se presentan como su última oportunidad.

Su cabeza ha sido un torbellino en el que revoloteaban las inquietudes, las dudas y también las convicciones. En ciertos momentos de la temporada afloró en ella un cierto desencanto con la modalidad que practica desde pequeña. Empezó con ocho años, aunque antes había probado la natación. “En la piscina duré poco, se me daba bien, pero la monitora estaba más pendiente de otras personas, por lo que me aburría mucho y me helaba de frío. Mi madre me dijo que hiciera atletismo y un día fui a entrenar a la pista del Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Madrid y me enganchó”, relata.

Nació con opacidad corneal bilateral, una enfermedad genética y hereditaria. “Viene de mi madre, también la padecen mi hermana María, que fue atleta, y dos sobrinas. No entra bien la luz, las células del ojo no se desarrollan y afecta a la agudeza visual”, explica. Eso nunca fue impedimento para disfrutar del deporte. Al principio se decantaba más por las pruebas de fondo y con 10 años ganó una plata en cross en Praga (República Checa). “Era buena en los 800 metros, pero conocí a Pedro Maroto, mi entrenador de siempre y mi cuñado, el que me enseñó los saltos, le debo mucho por lo que me ha aportado. A mí no me gustaba la longitud porque me manchaba de arena y nunca caía de culo. Y reconozco que soy un poco floja a nivel mental y no quería sufrir tanto con las largas distancias”, dice entre risas.

Pero los resultados fueron llegando y decidió quedarse en el foso. Debutó en un Europeo junior en Assen (Holanda) con un bronce y de ahí directamente a los Juegos de Atenas 2004 con solo 14 años. “Era la más pequeña de todas las participantes, recuerdo que me hicieron muchas entrevistas y hasta pasé por el control antidopaje. En la villa paralímpica estaba como una niña en un parque de atracciones, fue una pasada, alucinaba con todo. Nunca olvidaré la entrada al estadio, estaba a rebosar de gente. Fueron especiales porque los compartí con mi hermana y con mi primo, Daniel Moreno”, apunta.

Medallas mundiales y europeas

En su mochila acumula bonitos episodios, medallas mundiales logradas con esfuerzo, como la plata en Londres 2017 y los bronces en Lyon 2013 y Doha 2015, y también preseas en europeos, como los dos oros en Grosseto 2016 y Berlín 2018, el bronce en Swansea 2014 y la plata de este año en Bydgoszcz (Polonia). Sin embargo, para Martínez, su mejor actuación fue en los Juegos de Londres 2012, donde quedó quinta.

“Fue una herida que tardó en cicatrizar, considero que me quitaron la medalla. Nos juntaron con la categoría de ciegas totales y me lo dijeron la noche anterior, así que iba desanimada porque era una misión imposible. En T12 quedé tercera, pero la baremación tan alta que utilizaron me perjudicó y rivales que saltaron casi metro y medio menos que yo, quedaron por delante. Fue injusto, lloré como nunca lo había hecho”, confiesa.

Cuatro años después, en Río de Janeiro 2016, el podio se le escurrió entre los dedos, se quedó a un centímetro del bronce: “No me quedó ninguna espina clavada porque esa vez la cagué yo, fue un error mío, competí fatal y perdí la medalla. La tuve tan cerca que otra vez me puse a llorar. Me consoló algo la despedida que la gente me brindó en el estadio Maracaná, me aplaudían incluso más que a las medallistas”. Fibrosa y eléctrica, lleva 20 años esprintando por el pasillo y ejecutando vuelos plásticos y elegantes hacia la arena. En el país del sol naciente le esperan sus últimos saltos en una cita paralímpica.

A sus 31 años atisba el ocaso de su carrera en la élite, ya no le llena la rutina ni vivir en una burbuja de sacrificios y renuncias. “Después de Tokio ya no habrá más Juegos para mí, lo tengo decidido. Estoy cansada, llevo desde que era una niña, hasta le he cogido un poco de tirria. He dejado muchas cosas en mi vida a un lado por el atletismo, ha sido un toma y daca, estoy orgullosa de lo conseguido, pero ya no me compensa tanto. Hace unos años me ponía nerviosa antes de ir a un campeonato, ahora no, me da hasta pereza hacer la maleta. Este año he tenido momentos malos, había días en los que no estaba para saltar porque requiere concentración y estaba con la autoestima baja”, comenta con sinceridad.

El apoyo psicológico, la meditación, la técnica de integración emocional, sus paseos con la bicicleta y varios meses haciendo crossfit le ayudaron a reencontrarse y a levantar el vuelo. Merecía la pena intentar estar en los Juegos. Pese a los altibajos, llega en buena forma, como ratifica la plata en el Europeo. Se dan las circunstancias para pensar en algo grande. “Me veo competitiva, estoy ilusionada, serán los últimos y quiero disfrutarlos. No estoy para hacer 5.81 metros, que es mi tope. Voy a por todas, no me he sacrificado seis días a la semana durante todo un ciclo para saltar menos de 5.46, para eso me quedo en casa. Luego la competición me pondrá en mi sitio, pero tengo claro que voy a luchar por las medallas”, recalca la madrileña, que también correrá los 400 lisos.

“Lo haré para divertirme, es una prueba que me gusta e intentaré bajar mi marca, que está en 1.05, pero no la hemos preparado”, dice. A su lado tendrá al guía Enric Martín, que disputará sus terceros Juegos. “Voy ilusionado, casi apenas hemos entrenado juntos, pero hay buen rollo y tenemos los ingredientes perfectos para que salga una buena receta. Si pasamos a la final ya sería un gran premio”, tercia el catalán.

Las opciones de Sara pasan por la longitud. En categoría T12 tendrá que lidiar con la vigente campeona, la ucraniana Oksana Zubkovska, así como con la argelina Lynda Hamri, la brasileña Gabriela Mendonca, la bielorrusa Anna Kaniuk, la alemana Katrin Mueller-Rottgardt o la japonesa Uran Sawada. “No van a estar caras las medallas, somos las mismas de siempre y el nivel va decreciendo, no hay chicas nuevas que empujen. Veo posible alcanzar el podio, me pongo nerviosa solo de pensarlo. Es algo con lo que llevo soñando desde pequeña, me quedé cerca de coger la medalla en dos ocasiones, así que ya me toca, sería el mejor broche a mi carrera”, apostilla Sara Martínez.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Sara Martínez

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Enric Martín

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