Los deportes para discapacitados son la viva muestra de la voluntad y el espíritu de mejora de las personas con diversidad funcional.
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El deporte nos regala continuamente historias y ejemplos de superación, pero pocos de ellos son comparables a los practicantes de actividades adaptadas a la discapacidad. La diversidad funcional supone una severa tara para el rendimiento, y como reconocía el atleta paralímpico Antonio Andújar, afincado en El Campello y que formó parte de la delegación española en los Juegos Paraolímpicos de Londres 2012, «por mucho que te esfuerces tu cuerpo no te responde». No obstante, tanto las Paraolimpiadas como otros eventos, campeonatos o simplemente prácticas y entrenamientos dan muestra de la férrea voluntad y el amor al deporte que muestran algunos discapacitados.
El Comité Paralímpico Internacional (CPI) reconoce hasta diez categorías diferentes de diversidad funcional: de potencia muscular, de rango de movimiento pasivo, pérdida o deficiencia de un miembro, diferencia en la longitud de las piernas, corta estatura, hipertonía, ataxia, atetosis, visual e intelectual. De forma habitual se agrupa a los deportistas en función del grado de discapacidad que presentan.
La gran mayoría de deportes tradicionales tienen su equivalente adaptado. Así, en el deporte rey hay varias disciplinas, como el fútbol en silla de ruedas eléctrica (power chair), el fútbol sala para discapacitados intelectuales o el fútbol para ciegos, en el que el balón es sonoro. El baloncesto adaptado se desarrolla de modo muy similar al tradicional, bien con silla de ruedas o bien dedicado a personas con discapacidad intelectual. También el tenis tiene su espejo para jugadores en silla de ruedas.
En algunos casos es necesaria la presencia de un ayudante sin discapacidad, como en pruebas atléticas para ciegos, que llevan un guía que les ayuda a no salirse de la pista, o una de las categorías del ciclismo, que usa tándems pilotados por una persona que sí puede ver.
También algunas artes marciales, como el judo, pueden ser practicadas por deportistas con deficiencias visuales sin realizar prácticamente adaptaciones.
Por otro lado, hay actividades específicas para estos deportistas, no procedentes o inspiradas en un deporte tradicional. Un buen ejemplo es el goalball, una modalidad en la que participan jugadores con severas deficiencias visuales o ceguera completa (usan un antifaz opaco para garantizar la igualdad de oportunidades) y en la que se emplea un balón con cascabeles en su interior.
Otro deporte exclusivamente para discapacitados es la boccia. Se trata de una actividad que tiene elementos comunes con la petanca, orientada a personas con parálisis cerebral, discapacidad física o motora grave o en silla de ruedas. Los jugadores se separan en categorías según su diversidad funcional. En algunas se emplea una rampa por la que los deportistas dejan caer las bolas. La ilicitana Desiré Segarra formó parte de la delegación española de boccia que compitió en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.