Cuando necesita desconectar, aflojar la tensión y llenarse de energía, Vero Rodríguez acude al embarcadero de madera junto al castillo de San Martín, en el concejo de Soto del Barco (Asturias), una fortificación medieval que vigila la desembocadura del río Nalón. Aquella arteria fluvial secó todas sus lágrimas, fue su refugio, el lugar en el que liberó su dolor en cada palada tras la repentina muerte de su madre. Ella es su inspiración, la estela que le guía en el agua. El remo le devolvió la ilusión y la dicharachera sonrisa que cada día porta con más fuerza. Acumula pocos años bogando, pero ya puede presumir de haberse clasificado para dos Juegos Paralímpicos. Estará con el cuatro con timonel español (PR3Mix4+) entre la nobleza del remo en París 2024.
“Me parece irreal e increíble lo que estoy experimentando. Hace nada no sabía coger ni la pala”, dice riendo. De niña probó tenis, voleibol y fútbol en el colegio, “pero nunca tuve éxito, era algo patosa”, bromea. Nació con una parálisis cerebral que le limitaba la movilidad de la parte derecha de su cuerpo, la pierna no le llegaba al suelo y el brazo no puede estirarlo. “Tengo menos fuerza en el lado afectado y problemas de espasticidad, equilibrio y coordinación. Y cuando me pongo nerviosa se acentúa la discapacidad”, cuenta. Nunca ha sido un obstáculo ya que en casa le inculcaron valores para que fuese autosuficiente: “Mis padres me ponían a prueba, si quería algo, tenía que esforzarme y buscar la manera de hacer las cosas. Fueron lecciones que me ayudaron a progresar”.
Vero es pura vitalidad, audacia y perseverancia. Lo demostró en el verano de 2017, cuando se rebeló contra las normas no escritas de las fiestas de su pueblo y se convirtió en la primera mujer en participar en la regata de chalanas junto a dos amigas. “Nunca me había interesado, pero me dijeron que era una prueba muy dura y solo para hombres. Les dije, ‘No os preocupéis que allá voy’. Hicimos el ridículo, dimos tres vueltas sobre nosotras mismas y terminamos últimas, pero me sentí orgullosa porque la acabamos y la gente nos ovacionó”, afirma. Su espíritu competitivo afloró a bordo de esas pequeñas y robustas embarcaciones de madera, en las que se transportaba el carbón por el Nalón.
Su madre, Maige Pulido, consiguió que en la regata se incluyera una categoría femenina al año siguiente. “Ella era una mujer ejemplar y muy querida. La estábamos preparando juntas y tres semanas antes de su celebración falleció. Fue un mazazo, me hundí”, relata. Pese al duro revés, la joven cogió el testigo y organizó la prueba, que se denominó ‘Mi princesa’, como Maige llamaba a su hija. Y ganó formando equipo con su compañera Cova Cossío. Su padre le regaló una chalana con la frase ‘No sueñes tu vida, vive tu sueño’, la que llevaba tatuada su madre en el brazo. Y Vero empezó a vivir el suyo a través del remo, en el que se adentró gracias a la insistencia de Alfredo Domínguez, fundador e ilustre figura del Club Grupo Corvera, por cuyas manos han pasado decenas de deportistas.
“Mientras remaba sentía paz, me deprendía de la rabia acumulada, fue mi mejor terapia. La vida me cambió de forma radical, era muy casera y nunca salía del pueblo. Y me vi viajando y compitiendo por el extranjero, algo impensable”, asegura. En su debut en 2020 grabó su nombre al ser la primera campeona de España en remo adaptado. A partir de ahí todo fue rodado para la asturiana, que cada mañana reparte ilusión a sus vecinos con la venta del cupón de la ONCE y por las tardes entrena en el embalse de Trasona. Pese a su bisoñez, se ganó un puesto en el cuatro con timonel mixto de la selección española que dio la sorpresa en Gavirate (Italia) y se clasificó para los Juegos Paralímpicos de Tokio.
“Fue de película, parecía una quimera porque éramos un grupo novato y nos medíamos a potencias mundiales. La pena es que los Juegos me dejaron un sabor agridulce, quedamos quintos en la Final B y no los disfruté del todo por la pandemia. Eso me dio más fuerza para querer llegar a París 2024”, confiesa. En este ciclo ha dado un salto de calidad, ha mejorado la técnica y también muscularmente, logrando este año su récord personal en ergómetro. “Antes no tocaba nada las pesas, sufría lesiones y por la espasticidad se me bloqueaban los músculos. Ahora me siento más fuerte físicamente, sobre todo, de piernas. Soy infinitamente mejor que hace un año”, agrega.
Ella y Pepi Benítez son las únicas que quedan del proyecto inicial, a pesar de los escollos apostaron por mantener a flote el cuatro con timonel. “Hemos pasado malos tragos en estos tres años, se disolvió el equipo por la ausencia de deportistas. Aunque la federación confía en nosotros, es difícil encontrar a gente que quiera luchar por este deporte ya que hay que rascarse el bolsillo. Perdemos dinero por ir con la selección, si me quedo en casa ganaría más, pero este es mi sueño, antepongo mi vida deportiva porque es algo muy grande lo que siento”, recalca.
Bajo la dirección de los técnicos Pablo Garrido y Alfonso Domínguez, el bote español regresó con brío y con nuevos componentes, Saúl Peña y Daniel Díaz, además de Leonor García como timonel. El pasado mes de mayo, con tan solo diez días de entrenamientos, se plantaron en la regata clasificatoria de Lucerna (Suiza) y cumplieron el objetivo de ser terceros, resultado que le abría las puertas hacia los Juegos de París mediante una invitación. “Con todo lo que habíamos pasado, fue como una victoria. Veníamos de completar en nueve minutos los 2.000 metros de la final del Europeo en abril, y bajamos a siete y medio. Ahora estamos motivados, la mejora ha sido brutal y sabemos que este barco va a volar en París”, subraya.
La asturiana se siente en una nube, le cuesta asimilar que lo que está viviendo no es un sueño. En cuatro años ha pasado de navegar en chalanas en las fiestas de su pueblo a acudir a sus segundos Juegos Paralímpicos. “Un remero profesional necesita más de una década para estar en la élite y, en mi caso, llegar arriba a esta velocidad es alucinante. Hemos aprovechado las pocas horas en el agua para estar más acompasados, nos conocemos bien y tenemos mucha confianza entre nosotros, somos un equipazo. Hay que ser realistas, es difícil competir con los favoritos porque son países en los que el remo sí está profesionalizado y tienen más experiencia y recursos. Lo suplimos con ilusión y ganas. No sería descabellado colarnos en la Final A, podemos hacer un buen papel, hay que soñar”, remata Vero Rodríguez, la sonrisa de Soto del Barco.
VERO RODRÍGUEZ
Verónica Rodríguez Pulido (Asturias, 1988). Remo. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Luchadora, valiente y cariñosa.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Una cadena con un colgante que lleva la foto de mi madre.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Quizás para hacer sudokus, se me dan bien -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volver atrás en el tiempo.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Tengo fobia a las ratas -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
La pasta.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
Al embarcadero junto al castillo de San Martín, en mi pueblo.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
A mi amiga y compañera en la selección española, Pepi Benítez -ríe-.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Te voy a decir una cosa’, de Amaia Montero. Un libro, ‘La brújula interior’, de Álex Rovira.