El andaluz lidera desde hace más de nueve años el ranking mundial de tenis de mesa paralímpico en clase 6. “La meta es lograr el oro en Tokio 2021”, dice.
Jesús Ortiz / dxtadaptado.com
Cazador de medallas, jugador insaciable, de talento inagotable y con piel camaleónica, capaz de readaptarse ante las adversidades. Álvaro Valera lleva más de dos décadas en la élite del tenis de mesa y continúa prolongando su alto rendimiento con éxito. Cinco preseas en Juegos Paralímpicos, siete en mundiales y 17 en europeos adornan su museo. Unos números que le han llevado a conservar durante 111 meses el reinado mundial en la clase 6.
“Supone mucha satisfacción, he sido capaz de mantener esa posición durante tanto tiempo, me sorprendí cuando vi que habían pasado ya nueve años. Ahora estoy con ilusión de llegar a los diez”, ha asegurado el palista andaluz, cuyo último trofeo en añadir a sus vitrinas antes de que todo se paralizara por la crisis del coronavirus fue un oro en el Open Costa Brava de Girona. Pero lo que le permitió permanecer en el trono mundial fue la medalla dorada que conquistó el año pasado en la prueba por equipos del Europeo de Helsinborg (Suecia) junto a su inseparable compañero, Jordi Morales.
En el país nórdico se impuso en la final a su ‘archienemigo’ en la última década, el danés Peter Rosenmeier, que le pisaba los talones en el ranking. “He estado a punto de perder ese puesto en varias ocasiones, sobre todo, hace unos meses ya que el danés está muy cerca y gracias a que le gané en el campeonato de Europa puedo mantener el número uno, que a nivel psicológico es una barrera. Valoro el mérito que tiene el estar ahí durante tantos años”, ha recalcado.
Apenas tenía 17 años cuando alcanzó por primera vez el primer puesto del ranking, lo hizo en octubre de 1999 tras desbancar al taipeiano Ming-Fu Hu. Un año antes había ganado el Mundial en París, un logro que fue la antesala a su joya más valiosa, la presea de oro en los Juegos de Sídney 2000. Sus estadísticas son la recompensa a un trabajo imparable desde que agarró su primera pala junto a la piscina de un club de Sevilla. Su padre le compró una mesa y en el sótano de casa empezó a forjar su leyenda. A los 14 estrenó su palmarés internacional con una plata en el Europeo de Estocolmo.
En 2011 llegó de nuevo a la cima, destronando a Rosenmeier, y nadie le ha vuelto a quitar el número uno. “En estos nueve años he sido tres veces oro europeo, pero lo mejor fue ser campeón del mundo en 2014, fue muy bonito ganarle al danés en China, la meca del tenis de mesa. Y el peor episodio, perder las dos finales en los Juegos Paralímpicos, sobre todo, la última en Río de Janeiro 2016 por cómo se desarrolló. Llevaba el partido encarrilado y el árbitro cedió ante los chantajes de mi rival, que estuvo antideportivo y eso fue un punto de inflexión, perdí la confianza y se me escapó”, ha recordado.
Reinventarse cada año
Con 37 años sigue encaramado en lo más alto a pesar de tener que lidiar con la pérdida de movimientos en piernas y en brazos por la polineuropatía con la que nació. “Cada año debo reinventarme, empezar de cero y jugar la mano con las cartas que tengo ya que me encuentro con una situación física diferente, pierdo musculatura, voy teniendo menos fuerza. Así que tengo que desarrollar nuevas armas como la estrategia, tiro de más efecto y colocación para compensar esa carencia. Mantengo la motivación por el amor al tenis de mesa y la pasión por la competición. Me tomo cada año con metas a corto plazo, vivo el presente y no miro hacia atrás ni a un futuro muy lejano, disfruto cada día de lo que me gusta”, ha explicado el andaluz.
La pandemia del Covid-19 ha trastocado, como a todos los deportistas, su preparación, pero es consciente del gran problema al que se enfrenta el mundo con este virus y aplaude el aplazamiento de los Juegos de Tokio a 2021. “Ha sido acertada la decisión, la situación no está en condiciones para celebrarse dado que no podemos prepararnos y no sabemos cuánto durará esto”, dice.
Mientras tanto, intenta no perder la forma física en casa: “Hago pesas, uso una bicicleta estática que me ha mandado Go Fit y también, gracias a la cesión de Decathlon, puedo entrenar con una mesa y un robot en la sala de juntas que me ha habilitado la comunidad de vecinos donde vivo en Madrid. Me lanza bolas con diferentes posiciones y efectos y me sirve para entrenar los movimientos, hacer repeticiones y para que el brazo no pierda la memoria”.
Los Juegos se han pospuesto un año, pero el objetivo y la ilusión siguen siendo los mismos, subir a lo más alto del podio, algo que se le resistió en Londres 2012 y en Río 2016, donde obtuvo la plata. “Psicológicamente, verme en lo más arriba es un impulso y un revulsivo para afrontarlos con más ganas, energía y con la convicción de que puedo hacer algo grande. Quiero quitarme esa espina y aspirar al oro, será difícil por la edad y por la merma física, pero tengo opciones y trabajaré para ello. La meta es lograr el oro paralímpico 21 años después”, ha apostillado Álvaro Valera, un palista inconformista.