Gustavo Fernández, 19 años, se clasificó para la final del Abierto de Australia en silla de ruedas. La historia de un luchador.
losandes.com.ar – Maniobra la raqueta y la silla de ruedas al mismo tiempo, con una habilidad asombrosa que atrae la atención de las personas que andan recorriendo el Melbourne Park. Cada uno que pasa se queda viendo cómo, Gustavo Fernández, le pega a la pelotita amarilla que le llega desde el otro lado de la red.
Él, cordobés, hincha de Boca y de 19 años recién cumplidos, se transformó en Australia en el primer sudamericano en disputar un torneo de Grand Slam de tenis adaptado, pero no quiere conformarse con eso y va por más.
El argentino que ocupa el quinto lugar en el ránking de tenis adaptado se metió en la final del torneo al vencer al número 2 del ranking, el francés Stephane Houdet, por 6-1 y 6-4 en una hora y 22 minutos de juego en la cancha 5 del Melbourne Park.
A días de haber cumplido los 19 años, Fernández consiguió en Australia el mejor regalo. “Otra gran victoria, muy trabajada, muy buscada. Inexplicable la felicidad que tengo en este momento, pero no terminó. Finalista en AusOpen14”, escribió en su cuenta de Twitter (@gustifernandez4).
Su próximo rival tampoco será fácil. Enfrente tendrá al número 1 del mundo, el japonés Shingo Kunieda, quien en semifinales se impuso con amplitud sobre el holandés Maikel Scheffers, por un doble 6-0 en apenas 41 minutos de juego en la cancha 7.
El nipón ya está también en la final del cuadro de dobles, en la que Fernández fue eliminado en semifinales -en dupla con el francés Jeremiasz- por la pareja integrada por Scheffers y el británico Reid.“Cuando tenía seis años empecé a entrenarme con convencionales.
Iba a las clases de tenis y lo hacía bastante bien. A los doce me encontré con la Asociación Argentina de Tenis Adaptado (AATA). Me enteré de que ellos trabajaban en el Cenard y fui. Ése fue mi primer contacto”, cuenta ya más relajado, luego del entrenamiento.
Recuerda: “En 2006 jugué mi primer torneo, el Argentina Open, y llegué a la final. Ahí sentí por primera vez esa adrenalina que te genera la competencia. Vengo de una familia muy deportista (su papá Gustavo fue jugador de la Liga Nacional de Básquetbol y su hermano Juan Manuel participa en la italiana) y ésa fue una experiencia con la que había soñado siempre, pero que nunca había podido vivir. Eso me hizo dar cuenta de que había encontrado mi deporte”.
Con su entrenador Fernando San Martín, empezó a viajar y a acumular experiencia en torneos. Con las giras, llegaron los logros. En 2010 ganó por primera vez el Junior Masters, título que repitió en 2011, antes de convertirse en el 1 del mundo en esa categoría.
Ese año consiguió la medalla de oro en singles y la de plata en dobles en los Juegos Parapanamericanos de Guadalajara. En 2012 tuvo su debut paralímpico en Londres, justo tras haber trepado por primera vez al quinto puesto del ránking mundial y haberse coronado campeón en el Súper Series de Japón (equivalente a los Masters 1000): alcanzó los cuartos de final.
“El tenis ya es mi profesión. Trato de hacerlo con la mayor seriedad posible, en cuanto a entrenamiento, a competencia, a todo”, afirma.
Gustavo reconoce que una dificultad dura que se le presenta son los viajes y los largos períodos lejos de su casa.
“Es la vida de cualquier tenista. Hay que pasar mucho tiempo alejado de la familia, arriba del avión. En hoteles, a veces lindos, a veces feos. Y se extraña. Es uno de mis mayores problemas. No puedo andar trayendo conmigo a toda mi familia y a mi novia. No gano 2 millones de dólares”.
Al contrario de lo que pueda parecer, la discapacidad -con la que vive desde el año y medio, cuando un infarto medular lo dejó paralizado de la cintura para abajo- no agranda el desafío de ser un atleta profesional: “Las dificultades son las mismas del día a día. Tratar de tener cierta independencia, de hacer una vida como cualquier otro. En Argentina se notan más porque no está muy inculcado el tema de la discapacidad. En Buenos Aires no te podés mover solo. Las calles están llenas de pozos o los taxis no te quieren subir. No es lindo. Pero en el resto del mundo, olvidate, no pasa. Están a años luz”.
Involucrado desde hace siete años en este deporte, Gustavo conoce el mundo en el que vive. Reconoce que, después del problema del dinero, el mayor desafío es la repercusión.
“El tenis adaptado no se conoce porque no se le da la difusión que merece. Estoy seguro de que a la gente le encantaría. Los que vienen a ver los torneos se sorprenden y se prenden”, asegura.
Algo de razón debe tener porque termina el entrenamiento y una niña envuelta en una bandera australiana se acerca, le pide un autógrafo y él estampa su firma en una pelota con una sonrisa. Él, Gustavo Fernández, el único argentino presente en la segunda semana del primer Grand Slam del año.