Carmen Herrera no da su brazo a torcer en el tatami

La judoka malagueña, triple medallista de oro en los Juegos Paralímpicos, no pudo buscar su clasificación para Tokio al no formar parte de la selección española. A sus 47 años empieza un nuevo ciclo ilusionada y dispuesta a luchar para estar en París 2024.

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Acumula heridas y muchas batallas en el kimono, cada vez más cerca del desenlace de una carrera a la que en 2016 le puso punto, pero no final. Carmen Herrera se niega a dar su brazo a torcer, el judo ha sido su vida y no puede renunciar a él. A sus 47 años, la malagueña sigue exprimiéndose al máximo sobre el tatami, con el tenaz deseo de continuar aprendiendo y con la misma porfía y determinación que le llevó a la cima. No pudo optar a la clasificación para los Juegos de Tokio, pero ya hizo borrón y cuenta nueva, ahora espera volver a la selección española y competir en torneos internacionales para llegar a París 2024.

“No me he rendido nunca y no voy a hacerlo ahora. Soy optimista y lucharé hasta que mi cuerpo no aguante más”, recalca la triple medallista de oro en los Juegos Paralímpicos (Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012). La última cita en la capital japonesa la siguió desde casa con sabor agridulce, “amo mi deporte y creo que habría podido llegar si me hubiesen dado la oportunidad”. La andaluza no fue reclutada por el seleccionador nacional, Alfonso de Diego, para los dos clasificatorios y sus opciones se esfumaron.

“Fue un palo grande porque me había preparado para ello pese a que durante la pandemia no lo tuve fácil para entrenar. Hice un buen torneo en abril en Turquía ganando un bronce, pese a que competí en una categoría superior porque no me dio tiempo a bajar de peso ya que esa prueba no entraba en mis planes. El feedback de los técnicos fue positivo, sin embargo, después llegó la sorpresa de que no contaban conmigo. Las razones me dolieron, decían que no tenía nivel ni una buena actitud. Me chocó, siempre he sido seria, comprometida y respetuosa”, explica.

Carmen sabe que agua pasada no mueve molinos y prefiere no perder el tiempo en lamentaciones, quiere convencer al seleccionador sobre el tatami. “Este trance me ha fortalecido y estoy muy animada, me siento mejor que nunca mental y físicamente. Si me esfuerzo lo suficiente y rindo en la competición sé que en tres años podré estar en los Juegos de París, es un sueño que está presente y que, si todo se da bien, puedo materializarlo. Creo en mí, no me deben decir qué puedo o no debo hacer, así que voy a pelear”, expresa.

Todavía hay fuego hambriento en los ojos de la reina Midas del judo español, una de las pocas judokas del mundo en conquistar tres medallas paralímpicas de oro consecutivas, algo que solo han conseguido el brasileño Antonio Tenorio, la china Yuan Yanping, el británico Simon Jackson y el japonés Satoshi Fujimoto. A los pocos meses de anunciar su retirada en 2016, la malagueña regresó: “Lo dejé porque estaba quemada por las lesiones y llevaba tres ciclos al pie del cañón, así que cuando vi que no rendía al nivel que quería ni tuve a mi lado a la gente que me supo sostener tantos años, me tomé un descanso. Pero el judo es adictivo, lo llevo en la sangre y tenía que volver a disfrutar de lo que me mueve”.

En febrero hizo las maletas y se plantó en el Dojo Lleida, donde Go y Cèline Tsunoda le acogieron con los brazos abiertos. “Tras más de 20 años con Paco Rodríguez, mi entrenador y alma mater de mi trayectoria, lo dejé todo atrás para empezar de cero y es una decisión que me ha cambiado. Es un privilegio ser entrenada por ellos, tienen una gran riqueza de conocimientos de este deporte, son maestros de judo y de vida. Han sido mi sostén en los malos momentos, cuando me cerraron la puerta de Tokio ellos me ayudaron a superarlo con sus consejos. Si perseveras, siempre llega tu oportunidad”, añade.

Sobre el tatami leridano entrena con Ai Tsunoda, oro en el reciente Mundial junior y gran esperanza española del judo. “Llegué en condiciones lamentables y la progresión fue espectacular en dos meses, algo en lo que mucho tuvo que ver ella, ya que tenía enfrente a una compañera que me ha hecho crecer. Es una niña maravillosa, con un potencial tremendo y una gran mentalidad, tiene raza de campeona y nos va a dar muchas alegrías”, asegura.

La deportista de Alhaurín de la Torre cuenta los días para volver a pisar un tatami en competición: “Sé que no tengo 20 años y que cuesta más, pero me siento con energía y bien físicamente. En los próximos campeonatos voy a ir a darlo todo y espero que, si mi rendimiento es bueno, pueda volver a entrar en el equipo nacional. Si no doy la talla ni estoy al nivel suficiente, seré la primera en aceptarlo”.

Lo tiene claro, su objetivo es convencer al seleccionador para iniciar el camino clasificatorio hacia París 2024, que serían sus cuartos Juegos Paralímpicos. “Es mi espíritu, siempre busco una salida, la negación no va conmigo. Y no es cabezonería, sino demostrar mi valía. Quiero entrar en el equipo nacional y luego afrontar con ganas cada torneo. Si las lesiones me respetan y no encuentro piedras que me dificulten avanzar, veo posible estar en unos Juegos 12 años después”, apostilla.

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