El triatleta español decide aflojar el ritmo de sus entrenos a la espera de que se anuncien las competiciones en las que peleará por el billete para los Juegos Paralímpicos.
Jesús Ortiz / dxtadaptado.com
En el diccionario de Dani Molina no aparece la palabra rendirse. Ha tenido que recorrer caminos nublados hacia la cima, pero nunca ha claudicado pese a los obstáculos con los que ha lidiado. Con pundonor, talento y dosis de resiliencia, el alcarreño ha construido una carrera exitosa a través del deporte. Primero con la natación y luego con el triatlón, disciplina en la que mantiene su hegemonía en PTS3 en los últimos tres años. Pese a que su clase no está en el programa oficial de los Juegos Paralímpicos de Tokio, podría participar en una categoría superior y se aferra a esa última bala para cumplir su sueño.
Ya ha reiniciado sus entrenamientos al aire libre en el pantano de Entrepeñas y en sus alrededores, sin embargo, ha decidido levantar el pie del acelerador y hacer un paréntesis hasta que no anuncien las próximas competiciones. “No tiene sentido quemarme ahora y no llegar bien cuando toque competir. Hemos decidido tener libertad en la planificación, ya no tengo que levantarme cada mañana y mirar en la aplicación del móvil qué entreno me toca hacer. Estoy pasando más tiempo con mi familia e incluso he vuelto a hacer esquí acuático, que lo tenía olvidado. Psicológicamente me ayudará mucho para después afrontar con más ganas el reto de clasificarme para Tokio 2021”, explica.
El próximo jueves cumplirá 23 años de su ‘nueva’ vida. Con 22 tuvieron que amputarle la pierna derecha por debajo de la rodilla tras un accidente de moto. “Un coche salía de una gasolinera y al incorporarse a la autopista no miró y me arrolló, salí volando. Llegué medio muerto al Hospital de Guadalajara, allí me estabilizaron y me trasladaron al Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en el que me operaron 14 veces. Desde entonces celebro cada 28 de mayo como mi segundo cumpleaños, volví a nacer ese día, tuve mucha suerte”, relata.
En estos dos meses de confinamiento por la crisis sanitaria del Covid-19 le ha venido a la cabeza el momento que pasó hospitalizado y lo compara con la situación actual. “Pasé cuatro meses en una habitación mirando hacia el techo y sin poder moverme, así que lo de estar encerrado en casa más de 60 días con mi mujer y mi hijo, con televisión, internet y todas las comodidades posibles es un lujo si lo relaciono con aquella etapa, eso sí que fue duro”, asevera.
Molina recuperó la movilidad y tras un año de rehabilitación volvió a andar y después a nadar, algo que ya había hecho de pequeño hasta los 13 años, aunque a regañadientes. “De niño no me gustaba, era muy vago, pero mi madre me insistió y si no hubiese sido por su empeño no habría llegado tan lejos. Tras el accidente retomé la natación por salud, llegué a pesar 100 kilos”, confiesa. Volvió a engancharse a la piscina, ganó medallas en campeonatos de España y acudió a pruebas internacionales y a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004.
“Vivir unos Juegos es lo mejor que le puede pasar a un deportista, no todos tienen la suerte de conseguirlo. Costó mucho esfuerzo y trabajo, no había patrocinadores como ahora, todo salía de mi bolsillo, pero logré el objetivo, aunque los resultados no fueron muy buenos”, apunta. Tras la cita en territorio griego decidió probar otros deportes como windsurf o esquí alpino, llegando a ser subcampeón de España. Y en 2012 surgió el flechazo con el triatlón. Molina nadaba y montaba en bicicleta, pero durante muchas noches le despertaba el mismo sueño, poder correr, algo que no hacía desde antes de perder la pierna.
“Me regalaron una prótesis y el primer día no corrí ni 200 metros, pero me gustaron las sensaciones. Aunque al principio lo veía como un deporte de locos, se convirtió en mi pasión y en mi trabajo. En mi primera Copa del Mundo, hace justo ocho años, gané un bronce en la Casa de Campo de Madrid y unos meses después fui subcampeón del mundo en Auckland”, recuerda. El cambio a su actual categoría no le vino bien porque competía ante gente con menor discapacidad y lo pasó mal durante unos años.
Hasta 2016 cuando se puso en manos de Dani Rodríguez, el entrenador que ha sabido exprimir sus virtudes. Su reinado empezó con un oro en las Series Mundiales de Yokohama en mayo de 2017 y desde entonces no hay quien le arrebate el trono. Todo lo que toca lo convierte en oro. 14 pruebas y 14 victorias, con tres títulos mundiales y europeos consecutivos. “Habrá gente que piense que es fácil o que diga que en mi categoría no hay tanto nivel. Pero nadie me ha regalado nada, los rivales me lo han puesto muy difícil. Si ganar un mundial es complicado, no creo que sea casualidad lograr tres seguidos”, recalca.
A pesar de su currículum nunca ha recibido una beca económica “ni ayudas por parte del Comité Paralímpico Español. Duele ver el apoyo que tienen otros deportistas y mientras tú no recibes nada. Pero he aprendido a convivir con ello y a sobrevivir gracias a los patrocinadores, que siguen estando ahí pese a las dificultades”. Otra de las decepciones que se ha llevado a lo largo de su trayectoria es que la categoría PTS3 se quedase fuera de los Juegos de Río 2016 y de Tokio 2020. Sin embargo, aún tiene opciones para acudir a la cita de Japón.
“Voy a luchar hasta el último día, el que quiera ganarme esa plaza tendrá que correr mucho. Hay un ranking común entre PTS2, PTS3 y PTS4 en el que se clasificarían los nueve primeros y habrá dos invitaciones. Sin haber competido este año estoy en el puesto 14, pero hay poca distancia con el noveno. Lo veo difícil, pero no imposible”, explica. Para el triatleta español, estar en Tokio “sería una forma de reivindicarme, de demostrar que estaré ahí hasta que el cuerpo aguante. Si no lo logro, no pasa nada, lo intentaré para París 2024, me hace ilusión. Llegaría con 49 años, pero de momento me siento muy bien físicamente”, apostilla Dani Molina, un triatleta tenaz que aún no ha quemado su último cartucho.