El multidisciplinar Javier Reja, del Guadalquivir a la bahía de Tokio

El sevillano ya estuvo en Río de Janeiro 2016 como piragüista y ahora disputará sus segundos Juegos Paralímpicos en remo, con opciones de subir al podio.

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La Torre del Oro, el Castillo de San Jorge o los puentes de Triana, Las Delicias, San Telmo y la Barqueta vigilan sus pasos cuando surca el río. Bajo cielos azules y algodonados que cubren sus aguas mansas y serpenteantes se forja Javier Reja, un deportista multidisciplinar que a golpe de paladas se ha erigido en un coloso del piragüismo y del remo, sabiendo transformar los obstáculos de la vida en oportunidades para brillar. Tras devorar innumerables kilómetros por la dársena del Guadalquivir, su centro de operaciones, el sevillano llega a la bahía de Tokio dispuesto a plantar batalla como remero, en los que serán sus segundos Juegos Paralímpicos.

Hace cinco años estuvo en la cita de Río de Janeiro 2016 a los mandos del kayak, al que se agarró poco después del accidente de tráfico que cambió su rumbo en 2006. “Un día iba en moto por la carretera del antiguo aeropuerto de Sevilla y al adelantar a un tractor pisé gravilla y la rueda delantera se me fue, con tan mala suerte que choqué contra la única casa que había en la zona. Salí rebotado y acabé atrapado entre un árbol y el motor”, relata. Aquel golpe le cercenó en el acto la pierna derecha, mientras que la izquierda, que pendía de un hilo, pudo salvarla tras varias operaciones.

“La cadera quedó dañada, tuve lesiones en la espalda y se me quedó pie equino. Pasé 14 días en la UVI y dos meses ingresado. Fue un palo porque tenía la vida encauzada, trabajaba como mecánico en Renault y me encantaba hacer deporte a nivel amateur, sobre todo, los de riesgo como escalada, enduro en campo abierto o surf”, cuenta. El apoyo de su familia y amigos y su forma de ser le ayudaron a pasar rápido el duelo. “Podría haber sido peor, así que decidí afrontarlo con positividad y alegría. Ya desde el hospital bromeaba sobre mi discapacidad, con humor negro o cojo, como yo digo, hacía reír a mi gente”, asegura.

Por recomendación médica comenzó a nadar y en la piscina evolucionó hasta lograr medallas en campeonatos de España. Después se sumergió en otras modalidades como halterofilia, triatlón y ciclismo, ganando varias preseas nacionales con su handbike. Hasta que en 2011 tuvo un flechazo con el piragüismo cuando paseaba por la orilla del Guadalquivir. “La única pala que había tocado en mi vida era la de la cuchara para comer”, confiesa con ese gracejo que lleva en el ADN.

“Era una asignatura pendiente, teniendo al lado de casa una de las láminas de agua más espectaculares de Europa, al final era inevitable no adentrarse en el deporte acuático. Me enamoró desde el primer día porque sentía que los límites me los ponía yo. Se convirtió en un salvavidas, en mi refugio para superar una situación traumática”, prosigue. El Club Náutico de Sevilla le abrió las puertas y con apenas un año de entrenamientos ganó una plata en el Europeo de Portugal y conquistó el oro en el Mundial de Duisburgo (Alemania) en 2013. “Era un novato y di la sorpresa. Subir a lo más alto del podio con la bandera y el himno español ha sido de los mejores momentos de mi carrera”, recalca.

Con la canoa luce en su palmarés cuatro metales mundiales y otros cuatro continentales. Sin embargo, con ella no pudo navegar en Río de Janeiro en el debut del piragüismo en los Juegos Paralímpicos y se vio obligado a reinventarse con el kayak, una especialidad que no se le daba bien. “Trabajé a contracorriente, la adaptación me costó mucho por la discapacidad que tengo ya que el movimiento implica meter más la cadera. La lástima es que con la canoa peleaba por ganar medallas y en el kayak apenas sobrevivía. Quedé décimo, pero solo con la clasificación ya me podía dar con un canto en los dientes, estar en unos Juegos es lo máximo a lo que aspira un deportista”, afirma.

A su vuelta de Brasil, Reja, al que le cuesta decir que no cuando le animan a practicar un deporte, se embarcó en otra aventura: el remo. “En el club me comentaron que en Sevilla se iba a celebrar el Campeonato de España y como soy tan lanzado, no me lo pensé, me presenté con apenas unas sesiones de entrenos y gané”, explica. El sevillano decidió volcarse en esta disciplina, a la que vio como una opción compatible con el piragüismo y una vía más para llegar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. “Si los nadadores se tiran a la piscina para nadar estilos muy dispares, ¿por qué yo no podría tener varias opciones en el agua? Bien es cierto que nada tienen que ver los 200 metros al sprint con los 2.000 metros remando, pero se complementan y me hacen mejor”, asegura.

Venía de sufrir dos operaciones en los codos por epicondilitis y el remo le vino como traje a medida. “En la cadera tengo una placa de metal con diez tornillos y una artrosis bastante severa que me impide hacer entrenamientos de alta intensidad. En la piragua se intenta alargar la palada para coger el agua lo más adelante posible y ahí es donde salgo en desventaja por los dolores. Mientras que, en remo, al ir en un asiento fijo amarrado en pecho, cintura y piernas, no utilizo el tronco y tiro más de dorsal y de bíceps”, comenta.

En abril tuvo su bautismo internacional en Varese (Italia), donde llegó, vio y venció en la regata europea clasificatoria para Tokio. Se impuso en categoría PR1 M1x a rivales más experimentados para llevarse el único billete disponible para la cita japonesa y luego acabó entre los seis mejores en el Europeo. En unos días se convertirá en el segundo remero español en disputar unos Juegos Paralímpicos, uniéndose al asturiano Juan Pablo Barcia, actualmente coordinador nacional de remo adaptado y que estuvo en Pekín 2008 y en Londres 2012. “Es el comandante del equipo, me ha ayudado bastante en temas de posicionamiento, técnica y reglaje, él me está guiando, es un privilegio contar con sus conocimientos”, apunta.

Casi hace historia ya que en mayo en la Copa del Mundo de Szeged (Hungría) rozó también su pasaporte para Tokio en piragüismo, quedándose a dos segundos de esa plaza. “Era un reto difícil el que nos planteamos al inicio de la temporada, el derroche físico fue brutal y no pudo ser, pero lo di todo”, insiste. Llega a sus segundos Juegos Paralímpicos henchido de motivación y con la idea de subir al podio en skiff de remo. “El ucraniano Roman Polianskyi está un escalón por encima y es favorito al oro, pero puedo pelear por la plata o el bronce con el resto. En la bahía de Tokio voy a dar guerra, veo asequible sacar una medalla, sería el colofón perfecto”, sentencia Javier Reja, un polivalente deportista que rezuma optimismo, alegría y confianza.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Javier Reja

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