Isabel Yinghua Hernández, la ‘bella durmiente’ que sueña despierta en el agua

La nadadora emeritense confía en lograr su primera presea en unos Juegos Paralímpicos. En Tokio disputará sus terceros y tiene opciones en el 100 mariposa S10 y en la prueba de relevos femenino.

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Isabel Yinghua Hernandez durante una competición. Fuente: CPE

Sus ojos rasgados rebelan su origen, aunque de China solo mantiene sus genes asiáticos. Isabel Yinghua Hernández tiene dibujada una sonrisa perenne en su rostro, incluso en la piscina, donde sufre a diario con sesiones espartanas, pero siempre saca su gracejo cantando sobre el agua. Es tan tranquila que sus compañeros la bautizaron con el apodo de ‘la bella durmiente’. “Me duermo en cualquier sitio, cae una bomba y no me entero”, dice entre risas. La velocista es una de las referentes de la natación española, medallista mundial y europea, y en unos días vivirá despierta el sueño de Tokio, sus terceros Juegos Paralímpicos, donde espera subir al podio que se le resiste. En los 100 mariposa S10 y en la prueba de relevo femenino están sus opciones.

Con dos años llegó a Mérida procedente de Xian, la ciudad del milenario ejército de terracota. El haber nacido niña y con una malformación hace 26 años era una mezcla que acumulaba muchas papeletas para acabar en un orfanato. A sus padres, Fernando Hernández y Maribel Santos, no les importó adoptar a una pequeña que carece de cuatro dedos de la mano izquierda. “Salvo los rasgos, me considero muy española, llegué aquí con dos años, este es mi hogar”, asevera.

Con siete años ya chapoteaba en la piscina por recomendación materna y pronto empezó a despuntar. “Hacía gimnasia rítmica, pero veía que no era lo mío, no me gustaba llevar el maillot, así que mi madre me animó a probar la natación. Me encantó desde el primer día y una semana después ya estaba compitiendo”, relata la extremeña. Pese a su bisoñez, consiguió la mínima para ir a Pekín 2008, pero solo la burocracia le privó de sus primeros Juegos Paralímpicos.

“Fue un poco duro, no me dejaron ir porque no tenía la licencia internacional para competir. Pero tenía 13 años, aunque lloré esos días, sabía que me llegarían más oportunidades”, confiesa. Desde entonces nadie ha frenado su ímpetu y vitalidad en el agua. En sus vitrinas lucen preseas europeas y también mundiales, aunque le falta por subir al podio en unos Juegos. Fue cuarta en Londres 2012 en el 4×100 libre y en Río 2016 en el 100 mariposa S10. “Tengo una espinita clavada, soy la eterna cuarta clasificada o medalla de chocolate, siempre me quedo muy cerca, pero confío en cambiar la situación”, recalca.

Desde la cita en la ciudad brasileña hasta ahora ha experimentado una metamorfosis gracias al trabajo que realiza con el grupo de Darío Carreras en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. “He cambiado mucho, he mejorado y me he convertido en una nadadora más completa. Le dedico horas a transformar mi cuerpo en el gimnasio con Paco Ocete, en el agua hago más técnica de mariposa con Carlos Salvador y también tenemos un coach para trabajar la parte mental”, explica la emeritense.

Ese cambio se ha visto reflejado esta temporada, logrando el billete para Tokio, pese a que tuvo que esperar a una de las últimas competiciones para conseguirlo. “Siempre confié en que llegaría esa mínima, la esperaba mucho antes, pero nunca tuve duda de que lograría la marca. Sentí una alegría y mucho alivio, por fin estaba rozando mis terceros Juegos”, dice. También sacó buenos resultados en el Europeo de Funchal (Portugal) en mayo con un bronce en 100 mariposa, un oro en relevo 4×100 estilos y un bronce en 4×100 libre.

“Cuando logras un éxito te das cuenta de lo difícil que es llegar. Para ser una deportista de alto rendimiento hay que dedicarle mucho tiempo y sacrificar cosas. Lo peor que llevo es separarme de mi familia y de mis amigos. Y en la competición, el aspecto psicológico te puede desgastar cuando no salen los objetivos”, subraya Isabel.

A Tokio llega cargada de ilusión y motivada. “Los afronto de forma diferente a los otros dos. A Londres fui muy joven, era una novata, mientras que a Río iba con ganas de hacerlo bien, pero me exigí demasiado y la presión jugó en mi contra. Esta vez acudo con más tranquilidad y experiencia en la mochila”, apunta la extremeña, que se declara una apasionada de la cultura nipona, hasta el punto de llevar dos años estudiando japonés: “Me encanta leer y ver anime y manga. He aprendido algunas palabras para saber desenvolverme por la Villa y por las instalaciones”.

En las pruebas de relevos, con Sarai Gascón, Núria Marquès y Teresa Perales o Marta Fernández tiene opciones de medalla. Al igual que en el 100 mariposa, su plato fuerte. Entre las rivales más duras con las que tendrá que lidiar están la australiana Jasmine Greenwood, la estadounidense Mikaela Jenkins, la italiana Alessia Scortechini, la polaca Oliwia Jablonska o las holandesas Lisa Kruger y Chantalle Zijderveld.

“Siempre que me lanzo al agua voy con mucha ambición, si no tuviese esa mentalidad no competiría. Creo en mis posibilidades y puedo luchar por esa medalla que se me resiste. En relevos las expectativas son altas, fuimos bronce en el último Mundial y hay esperanzas de hacer algo grande. Trataré de mejorar mis marcas y si no consigo estar en el podio, al menos quiero marcharme con la satisfacción de haberlo dado todo en la piscina”, apostilla.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Isabel Yinghua Hernández

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