Cuando descubrió el básket en silla de ruedas dio un giro a su vida. Un lipoma medular, hace 2 años, tampoco le desanimó. Sigue metiendo canastas. En eso, es el mejor
RAFAEL M. GUERRA / www.laopiniondemalaga.es – «En el colegio, yo era uno más. Jugaba al fútbol, al baloncesto, al balonmano. A veces el profesor me tenía que parar». Esta frase, en boca de un joven que rememora su niñez, suena a la normalidad de cualquier patio de colegio. Pero toma una dimensión diferente cuando el que habla es Jesús Romero Martín, un joven de Torre del Mar, que nació hace 26 años con espina bífida. La enfermedad le dejó una secuela en una pierna: una monoparesia, una parálisis que le ha impedido la normal formación del miembro.
Pero Jesús convirtió lo que para muchos sería un verdadero drama en mera rutina. El tercero de cinco hermanos se crió sin complejos y con una ayuda muy especial, la del deporte. «Todo en mí ha sido natural a pesar de lo de la pierna. Claro que se pasan malas rachas, pero siempre he sido muy nervioso, me ha encantado el deporte, y eso me ha ayudado».
Jesús, a los 11 años, descubrió que había un tipo de deporte para gente como él, con alguna limitación física. Fue en su ortopedia habitual, donde se cruzó con Paco Aguilar, el histórico entrenador del Amivel en silla de ruedas de baloncesto. Le animó y fue a probar, pero aquello no era lo que él buscaba. Era aún muy joven.
A los 14 años regresó y volvió a subirse en una silla de ruedas para lanzar a canasta. Ya era más hombre que niño, y se dio cuenta «de que ahí podía llegar lejos». Fue entrando en la dinámica del equipo y a los 17 años llegó a debutar en la División de Honor. Se convirtió en el jugador más joven de la categoría.
Convocado por España sub’23. Por entonces estudiaba Bachillerato y debía mezclar los estudios con interminables viajes en autobús por toda España. Se dio cuenta de que su carrera iba en serio cuando, con sólo 18 años, fue convocado por la selección española sub’23. Dos años después, a los 20, acudió con el equipo nacional de la categoría al Europeo de Bélgica en Malle. Y se colgó la medalla de bronce. Corría el 2004 y puso un punto y seguido a su club de toda la vida.
En Murcia había nacido el Fundación Polaris World en silla de ruedas y se acordaron de él. Con 21 años, en la temporada 2004/05, hizo las maletas y cambió su vida. «Era un nuevo equipo, una nueva ciudad, otros hábitos… todo diferente. Tuve que dejar Trabajo Social porque allí entrenábamos mañana y tarde, y me apunté a la UNED. Ascendimos de Primera Nacional a División de Honor invictos». La guinda a aquella magnífica campaña la puso en el Mundial sub’23 de Birmingham, cuando acabó como máximo anotador de la selección. España cayó en cuartos de final.
Continuó en Murcia, donde se proclamó subcampeón de Liga antes de firmar su mayor logro con la selección sub’23: campeón de Europa en Estambul’06 con Paco Aguilar, su entrenador de toda la vida, en el cuerpo técnico. Se convirtió en todo un «júnior de oro».
Tuvo tiempo de acudir un verano al Campus de la Universidad de Illinois (EEUU), jugar partidos en la Copa de Europa con su club e incluso ir a una preselección de la selección absoluta antes de aprender la aventura australiana. Ni corto ni perezoso, Jesús aceptó una oferta de los Roller Hawks en la mejor Liga del mundo. Un compañero del Polaris, Brett Stibners, se lo planteó, y ni lo pensó. «Necesitaban un base y allí la Liga dura sólo tres meses, es entre siete equipo, y juegan los mejores del mundo, y ni me lo pensé», explica. Con los Roller Hawks, equipo de la ciudad de Wollongong, se proclamó subcampeón por detrás de Perth.
«Fue una gran experiencia y me gustaría volver a probar, aunque es complicado, sobre todo por lo económico», aduce. Y es que el gran problema de los deportistas de nivel es que les resulta imposible mantenerse con lo que cobran en sus clubes. «Para que la gente se haga una idea: un español paralímpico que compita en Londres en 2012 cobrará de Beca ADO este año tan sólo 1.800 euros».
Lipoma medular. Regresó de Murcia a mitad de la temporada 2008/09 porque la crisis del ladrillo dejó a su equipo, asentado ese año en Cartagena, en ruina y a él, debiéndole varias mensualidades. Aunque a Torre del Mar se trajo a Claudia, su novia, una guapa enfermera. Y el curso pasado decidió hacer un paréntesis. «Tenía ofertas, pero necesitaba parar después de todos los problemas que vivimos allí». Además, por aquella fecha comenzó a sentir un feo dolor en la espalda y a perder fuerza en su pierna buena. Los peores augurios se hicieron realidad. Su enfermedad había vuelto. Era un lipoma medular.
Jesús volvió a la lucha justo cuando la selección absoluta le comunicó que iba a acudir al Europeo. En vez de eso se sometió a una complicadísima operación que le tuvo dos meses en cama. Todo salió bien. Los corticoides y la inactividad le hicieron engordar 10 kilos. La recuperación fue larga, pero fructífera.
Con el gusanillo del básket metido en el cuerpo aceptó el pasado año la invitación de Paco Aguilar para jugar en Primera Nacional con el Clínicas Rincón ya con el curso en marcha. «Tenía mucho miedo por la espalda y no tenía mi explosividad ni mi juego», relata el base. A pesar de ello, su vuelta fue heroica: anotó el triple que le dio el ascenso al club axárquico. «Fue apoteósico, mi regreso soñado».
Este año, Jesús ha vuelto por sus fueros. Sin trabajo fijo, acude diariamente al gimnasio del pabellón de Torre del Mar junto a su amigo y compañero de equipo, Fran López. A veces, también se une el pívot del equipo, el torreño Álvaro Mora, que ha militado en el Joventut o el Mideba de Extremadura. La Liga tiene 12 equipos, bajan dos y el Clínicas es noveno a falta de tres jornadas. Hoy, a las 18.00 horas, en el pabellón de Vélez, reciben al Vigo. Deporte en estado puro. El base ha sido preseleccionado por España para el Europeo de Israel, clasificatorio para los Juegos Paralímpicos de Londres’12. Es el doble reto de Jesús, un luchador en la vida y también dentro de la cancha.