Jota García, un triatleta con luz propia

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En 2012 se quedó ciego y el deporte de las tres disciplinas se convirtió en el cimiento de su nueva vida. Situado entre los mejores del mundo, su reto es subir al podio en Tokio 2021.

Jesús Ortiz / dxtadaptado.com

“Los ojos no son más que unas lentes, es el cerebro quien realmente ve”. La frase de José Saramago se ajusta a la filosofía que ha perseguido Jota García desde que la oscuridad hizo girar su rumbo. La vida le ha puesto a prueba en varias ocasiones: con 23 años casi pierde el brazo derecho por un accidente de tráfico y con 29 la luz de sus ojos se apagó. Desde entonces convive con la ceguera, a la que ha sabido domar en el agua, sobre una bicicleta y con zancadas en el asfalto para erigirse en el mejor triatleta ciego total del mundo.

El triatleta madrileño Jota García durante una competición.

Con siete años llegó el primer golpe, le habían diagnosticado uveítis. “Es una enfermedad que afecta a la úvea, la que más vasos sanguíneos tiene y la que se encarga de transmitir la sangre al ojo. Al ser tan pequeño no era consciente de lo que me pasaba, hacía vida normal, pero tenía brotes inflamatorios que me producían bajada de visión. Veía como como si tuviese el cristal empañado. Y me quedé sin ver por el ojo izquierdo”, explica. Al poco tiempo, otro mazazo, esta vez al volante. Un accidente le dejó “en estado catastrófico” el brazo derecho, que quedó triturado entre el techo del coche y la carretera.

“Pasé cuatro días en coma y los médicos les dijeron a mis padres que rezaran. Fue grave, estuvo a un hilo de que me lo amputasen. El cirujano, en lugar de cortar trató de salvarlo y lo logró. Tengo una cicatriz grande, pero salí bastante airoso. Estando en la cama del hospital dije ‘Ya está bien, todo lo malo que me ha podido pasar me ha llegado’. Pero ni mucho menos, me esperaba el varapalo con mayúsculas”, relata. En aquella época estaba estudiando Óptica y Optometría. “Vaya paradoja de la vida. Me había pasado tantos años del lado del paciente, que quería saber lo que sentía el profesional al otro lado de la lámpara. Era una carrera vocacional, pero no pude ejercerla. Un óptico y optometrista ciego causaría algo de desconfianza”, dice riendo.

Recuerda la cara de sus hermanos y de sus padres, que le acompañaron en aquella operación en la que se despidió de la luz: “La última imagen que tengo fue la de la amable doctora, me miraba con ojos de ternura. Después le dije que en unos años me buscase por televisión en unos Juegos Paralímpicos. Sabía que el deporte me iba a ayudar a salir adelante, ese era el camino que tenía que probar”. Y ‘Jota’ no se equivocó. En cuanto le dieron el alta ya estaba haciendo deporte. “No me lamí las heridas, cogí al toro por los cuernos y empecé a funcionar, a correr, a montar en bici, a nadar, a ir a conciertos y discotecas. No me dio miedo nada. Tengo una familia extraordinaria, no quería que se contagiasen de un victimismo que no les correspondía, no pretendía ser un lastre para nadie”, matiza.

El triatlón fue su aliado para vencer a la oscuridad y a cualquier barrera. Justo un año antes, en su pueblo, Buitrago de Lozoya (Madrid), quedó enamorado del deporte de las tres disciplinas. “Me encantó ver a esos monstruos, el despliegue de medios, el ambiente y los piropos que decían las mujeres de esos caballeros (ríe). Mi padre me regaló una bici, pero apenas hice 10 kilómetros y la tuve que vender. El triatlón se me quedó grabado a fuego y cuando todo se fundió a negro, visualizaba cómo competir siendo ciego”, relata.

Jota García con el tándem.

En 2013, con una sonrisa de oreja a oreja y en su localidad, donde un par de años antes sus ojos vieron la única prueba de triatlón, tuvo su bautismo. “Fue con mi primer guía, Fran Nieva, al que le debo mucho. Hacía un viento fortísimo en el pantano y mi padre, José Luis, con un semblante serio agarró a Fran del brazo y le dijo: ‘Sabes que lo que vas a hacer hoy, es una gran responsabilidad’. Cuando coincidimos lo recordamos y nos reímos. Tenía tantas ganas de competir, que solo vi la parte buena. Lo recuerdo con mucho cariño”, apunta este licenciado en Fisioterapia.

Los logros no tardaron en llegar, aunque ha tenido que derribar obstáculos durante su ascenso a la élite. En las dos últimas temporadas, con Ángel Salamanca como ‘lazarillo’, firmó una gran actuación. En 2019 alcanzó un oro y un bronce en las Series Mundiales de Yokohama y Montreal, respectivamente, fue quinto en el Mundial y campeón de Europa en Valencia. “Estoy en un gran momento. No me he saltado ningún paso para llegar hasta aquí y tengo las cosas muy claras en mi día a día para conseguir el máximo rendimiento”, subraya.

Pese a los buenos resultados, este año decidió prescindir de Salamanca como compañero de aventuras. “Es un deportista extraordinario, lo dio todo en cada competición y siempre le estaré agradecido. Fue duro y lo pasé mal por él, pero me hacía falta algo más. Mi deportista de apoyo tiene que saber cuál es su sitio y conocerme muy bien, darme confianza, formar un binomio total. Nos faltaba ese vínculo y conexión especial que hace que los equipos funcionen. Si no hay ‘feeling’, no voy a disfrutar del triatlón y lo estoy apostando todo por ello. No sé si el tiempo me dará o no la razón”, aclara.

Jota García con su perra guía Thelos.

Para competir contará con Pedro Andújar y en sus entrenamientos diarios con Luis Molina. Su entrenador Nacho Jiménez, su hermano Jesús y un par de amigos más forman el ‘Jota Blind Team’. “Todos están implicados e ilusionados en este proyecto”, añade el madrileño. Sin olvidar sus dos pilares: Thelos, su perra guía, y Gloria, su mujer: “La conocí cuando esquiaba y ella era monitora de la ONCE. Llegó el amor y nos casamos el año pasado. Es la persona más importante de mi vida, mi motor, la que me anima y me conoce perfectamente. Y Telos es la que vela por mi seguridad, es mis ojos, una más de la familia. Es tal el vínculo que tenemos con ella que hace unos días se le perdió a mi mujer en el parque y cuando me llamó para contármelo me dio un ataque, fue el peor minuto de mi vida. Por suerte apareció”.

Hace un mes retomó los entrenamientos tras el confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus y poco a poco vuelve a recuperar el nivel de antes del parón. “La vuelta a la piscina en el CAR de Madrid fue horrorosa, pero ahora están saliendo buenos tiempos. En la bici voy genial porque hice mucho rodillo en casa y en la carrera a pie también estoy progresando”, recalca. Esta temporada cree que será difícil disputar una prueba internacional, pero sí confía en que se celebre un campeonato de España. “Todo irá enfocado hacia los Juegos de Tokio, donde pelearé por llevarme el oro. Pero pase lo que pase allí, en el avión de vuelta a España espero sentirme orgulloso de lo que haya hecho”, sentencia ‘Jota’.

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