Hay personas que tras un varapalo tienen la capacidad de convertir la adversidad en una oportunidad. Laura Ugarte es un ejemplo de ello. En 2019 la vida le golpeó al sufrir una grave lesión medular. La tristeza le llegó en oleadas, se hundió en un pozo de amargura durante meses, pero el baloncesto en silla de ruedas le devolvió la alegría, convirtió su miedo en esperanza entre canastas. Pese a su bisoñez en este deporte, se ha asentado en la selección española, con la que ganó un bronce europeo el pasado año y ahora debutará en París en unos Juegos Paralímpicos. Un logro inimaginable para ella hace cuatro años.
Hasta entonces, su práctica deportiva se resumía en varias horas a la semana de natación y en las danzas vascas cuando era niña. Creció en un caserío de Ozaeta (Álava), un pueblo de apenas 200 habitantes, entre montañas, caminos rurales, verdes prados y rodeada de animales. Tenía su futuro encauzado, estaba finalizando los estudios de Magisterio y trabajaba en una guardería durante los meses de verano. Pero su rumbo dio un giro inesperado por un desafortunado accidente. “Pasé del todo a la nada en unos minutos”, asevera. Fue atropellada por su propio coche, el cual había aparcado en una cuesta, pero falló el sistema de freno de mano.
“Tuve mala suerte, debió destensarse y empezó a caer. Me pasó por encima, sentí un ardor fuerte y no podía mover las piernas. No tengo un recuerdo claro porque mi mente se encargó de borrarlo. Sí fui consciente de lo que pasó después cuando me operaron y me dijeron que tenía una paraplejia completa a nivel D10. Quedé en shock, no sabía a lo que me enfrentaba”, relata. Pasó tres meses en la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital de Cruces (Bilbao) y después se marchó al Institut Guttmann de Barcelona, donde estuvo cinco meses.
“Al principio no te lo crees, engañas a tu mente, no quieres enfrentarte a tu diagnóstico. A partir del cuarto mes me dio un bajón, psicológicamente fue durísimo porque sabes que ya no podrás caminar. Mi familia y amigos me arroparon, y lo que me valió para salir adelante fue el ver a diferentes personas en mi misma situación. En Guttmann me ayudaron a conseguir esa autonomía, a manejarme en una silla de ruedas, me di cuenta de que, aunque hay barreras y dificultades, puedes ser feliz, hay vida más allá de una lesión”, explica Laura, que se dio de bruces con la realidad en su vuelta a Ozaeta.
“En el centro hospitalario te sientes en una cúpula, con gente en condiciones parecidas. Tuvimos que adaptar el caserío a mis necesidades y fue un golpe tremendo, ya no me podía mover por allí con esa libertad, de la misma forma que antes, o subir montes sin ayuda. Costó asimilarlo, no sabes por dónde tirar y durante un tiempo no levanté cabeza”, agrega. No le quedó más remedio que reinventarse y el deporte fue la tabla a la que se agarró. Volvió al agua para reaprender a nadar, aunque apenas estuvo medio año a remojo. Luego continuó su rehabilitación en el gimnasio del Club Deportivo Zuzenak. Allí le echó el ojo Agurtzane Egiluz, una de las referentes de la selección española de basket en silla, que trató de convencerla para que probase su modalidad.
“Era súper reacia, me negaba, a mí nunca me gustó el baloncesto. Como tenía que pasar por la cancha en la que jugaban, un día me animé y fui a probar. Me sentía muy torpe con el balón, pero fue una liberación, me dio fuerza, control sobre mi cuerpo, adrenalina. Me devolvió la vida, ahora no puedo estar un día sin jugar”, afirma. Pronto se vio envuelta en la competición, empezó en Segunda, pero Zuzenak la hizo debutar también en División de Honor. “Me lanzaron al vacío sin saber moverme aún en la pista. Poco a poco fui aprendiendo, pero ha ido todo tan rápido que no me ha dado tiempo a digerirlo”, comenta.
Fuerte, serena y luchadora, en sus planes no entraba la selección española: “Lo veía lejano, algo imposible, ¿Cómo iba a pensar en disputar partidos internacionales si acababa de iniciarme en esto?”. Sin embargo, en 2023 se estrenó con España. Lo hizo en el Mundial de Dubái. “El grupo me acogió muy bien, con mucho cariño. Como novatada, tenía que pasear siempre con una diadema en la cabeza -ríe-. Estaba bastante asustada, me veía pequeña al lado de mis compañeras, ni siquiera llegaba a la canasta cuando lanzaba desde la línea de tiro libre. Sentí una felicidad tremenda estar en ese campeonato, e incluso metí mis primeros dos puntos, ante Australia”, dice entre risas.
Ese verano mágico para Laura se completó con una medalla en el Europeo de Rotterdam (Países Bajos), el segundo bronce en la historia de la selección. “La tengo en mi habitación y cuando la miro no me lo creo, es como si estuviese en un sueño”, añade. El seleccionador español, Franck Belen, confía en sus cualidades y en ese trabajo a la sombra que realiza al servicio del equipo. “Me falta todavía confianza. Él me dice que para aprender hay que equivocarse, que insista, que nada me intimide por fallar. Debo dar un paso adelante y creer más en mí. Mi función es la de bloquear a las rivales y abrir camino en la pintura a las jugadoras de puntos altos para que tengan tiros cómodos”, explica.
España obtuvo el billete para los Juegos de París en el Preparalímpico disputado en abril en Osaka (Japón) y en la capital francesa se medirá en la fase de grupos a China, Canadá y Gran Bretaña. “En 2019 estaba completamente alejada del deporte y ahora estoy ante un reto que a cualquier deportista le gustaría vivir. Esto es un regalo y no seré consciente de ello hasta que esté en la ceremonia de inauguración. Voy con mucha ilusión y preparada para aportar todo lo que he absorbido en esta corta etapa. Cada partido será una final porque hay mucha competitividad, estamos los ocho mejores países y vamos a por todas, a dar guerra, sin miedos, podemos competir con cualquier rival. No renunciamos a nada y si estamos aquí es porque podemos optar a las medallas, soñamos con ellas”, finaliza.
LAURA UGARTE
Laura Ugarte Valeta (Álava, 1994). Baloncesto. Bronce europeo en 2023. Debuta en unos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Fuerte, cabezona y constante.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los cascos para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
No es un talento, pero sí se me da muy bien escuchar a las personas y filosofar sobre la vida o los problemas que pueda encontrarse una en el día a día.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Teletransportarme.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Antes tenía muchos miedos, era hipocondríaca. Por ejemplo, no podía subir en ascensor. Pero el accidente fue una terapia de choque. Ahora, el miedo que tengo es encontrarme en la calle con un perro que me venga a atacarme y no poder subirme a ningún lado porque voy en silla -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
A las patatas, en todas modalidades, con puerros, chorizos, cocidas…
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Ozaeta, mi pueblo. Doy paseos a solas y recargo las pilas.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Agua, música y el móvil.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Pailazo’, de Gatibu. Y película, ‘En busca de la felicidad’.