Cuando el pasado 13 de julio le confirmaron su clasificación para los Juegos Paralímpicos, Loida Zabala sintió que la emoción ascendía a borbotones por su garganta y acabó derramando un mar de lágrimas de felicidad. No había llorado en los últimos nueve meses, tiempo que lleva librando otra prueba hercúlea, un cáncer de pulmón con metástasis en varios órganos. París 2024 fue como una cuerda a la que aferrarse en medio de las olas. “Ver el logo cada día me hace recordar que sigo viva”, confiesa. Estar en la capital francesa se había tornado en una empresa titánica, pero la imparable cacereña, bregada en mil batallas, de espalda indestructible y voluntad infatigable, ha ofrecido una nueva lección de vida y de pasión por su deporte, la halterofilia.
“No tiene cura y lo tengo súper asumido. Nunca pienso en si me quedan meses o varios años, esto es una contrarreloj y tienes que aprovechar las oportunidades y cada momento, valorarlo todo y vivir plenamente. Tener el objetivo de los Juegos hizo que no me hundiera, me permitió quitar el foco en la enfermedad”, recalca. A finales de octubre de 2023, en plena preparación para su quinta cita paralímpica, la extremeña recibió la noticia de que padecía cáncer de pulmón en estadio IV, con tumores diseminados por la cabeza, el hígado y el riñón. “Al principio fue impactante, pero desde niña con la discapacidad aprendí a centrarme en las metas que quiero conseguir y eso hice”, cuenta.
La resiliencia y la capacidad de adaptarse a todo fueron venciendo al shock inicial. Con una expresión de acero en sus ojos claros y de tez pálida, la deportista se aferró a esos destellos de esperanza entre las grietas de la adversidad para avanzar en este desafío. La quimioterapia con pastillas y la radiocirugía empezaron a dar resultados. “El tratamiento no es para curarte, sino para vivir el máximo tiempo posible y en las mejores condiciones. Han desaparecido los tumores del riñón y en el cerebro solo hay dos pequeños residuos que sangran un poco. En pulmón e hígado se han reducido bastante”, explica.
Ha sido un año muy complicado para ella, pero vuelve a disfrutar de su deporte. El baile de sus manos con la barra de acero cargada de discos es un reflejo de su ser: energía, perseverancia, ilusión, confianza y positividad. La fuerza física y mental es la herramienta de trabajo y el mantra vital de Loida. Es imparable. Levantó sus primeras pesas con 11 años como parte de la rehabilitación mientras estaba hospitalizada tras perder la movilidad de sus piernas. Hoy, después de casi dos décadas de trayectoria deportiva, competirá en sus quintos Juegos. Cada vez que habla de la halterofilia, su rostro luce un brillo especial.
Sobre el press de banca ha construido una sólida carrera plagada de éxitos y sueños cumplidos. Hace 37 años la vio nacer Losar de la Vera (Cáceres), un lugar al que regresa siempre que puede para reencontrarse con los suyos y para hallar la calma ya que sus días siempre han sido muy ajetreados hasta la llegada del cáncer. Deportista, actriz -ha participado en tres documentales-, modelo, conferenciante, estudiante de Psicología y teleoperadora en el 012, el servicio de Información y Atención al Ciudadano de la Comunidad de Madrid, gestionado por Ilunion. “Me apasiona este trabajo porque ayudo a muchas personas que se sienten en soledad o que están atravesando por malos momentos. He atendido llamadas de gente con ansiedad y en situaciones muy duras, que te dicen que se quieren morir. Por suerte, hasta ahora he sabido gestionar sus emociones y tranquilizarlos”, comenta.
En 2012, un mes antes de ir a los Juegos de Londres 2012, asegura que le habría venido bien esa ayuda que ella presta. Recibió malos tratos por su expareja. “Llevábamos dos años y medio juntos y nunca capté una señal de que algo fuera mal. Un día me levantó, me puso bocabajo y al dejarme caer puse mi brazo y me lo lesioné. Me centré en el deporte y, aunque me dijeron que era muy difícil competir así, me recuperé a tiempo para disfrutar de aquella cita. En ocasiones podemos caer en un pozo, pero podemos salir de él incluso siendo mucho más fuertes”, sostiene.
La cacereña desconecta del mundo centrándose en la barra y en repetir movimientos que le hacen levantar hasta dos veces su propio peso. Siempre con el mismo ritual: cierra sus grandes ojos garzos para visualizar el ejercicio, exhala una bocanada de aire y arquea la espalda para elevar kilos con la fuerza indomable que ha guiado cada paso en su camino y que le ha llevado a asentarse entre las mejores del mundo en categoría de -50 kilos. Lo que comenzó como ejercicios de recuperación terminó convirtiéndose en una pasión. Con unas mancuernas escapó de la monotonía tras cuatro meses encerrada en la habitación de un hospital. Debido a fallos de psicomotricidad, fue diagnosticada con una mielitis transversa, una inflamación de la médula espinal que le paralizó las piernas.
“Una mañana me desperté con un fuerte dolor, a los pocos días fue a más y no podía andar ni doblar las rodillas. Acabé en silla de ruedas, fue un golpe duro, pero nunca me vine abajo y empecé a ver la vida desde otro prisma, a valorar cosas que antes no apreciaba como ser libre, salir a la calle, sentir la brisa en la cara o los sonidos de la naturaleza”, comenta. Al alcanzar la mayoría de edad acudió al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para sacarse el carné de conducir, cuando ‘Chule’ Torres, un exjugador de baloncesto en silla, le animó a probar la halterofilia: “Fue amor a primera vista”. Lodario Ramón fue su mentor, el que la moldeó. “Al principio me mandaba los entrenamientos por correo, hasta que en 2007 me fui a Oviedo a vivir. Le debo mucho, me enseñó la técnica y me ayudó durante nueve años”, dice.
El punto de inflexión en su carrera llegó en 2014 al viajar a México para absorber la forma de entrenar de Amalia Pérez, campeona paralímpica y del mundo. “Es mi ídolo y no podía desaprovechar la oportunidad. Aprendí muchísimo a su lado y encima gané un oro en el Open de las Américas”, rememora. Ha sido 19 veces campeona de España y a nivel internacional posee varias medallas, como el oro en los Open de Rabat (Marruecos) 2009 y de Tesalónica (Grecia) 2012, en las Copas del Mundo de Eger (Hungría) 2017 y de Tokio (Japón) 2019, así como el título de campeona de Europa en Tbilisi (Georgia) en 2022.
“Cuando gané ese oro continental exploté y lloré más que nunca por todo el trabajo y el sufrimiento que había detrás de esa medalla, la gente dejó de confiar en mí”, afirma. Ha tenido que remar a contracorriente para superar obstáculos y falta de medios a lo largo de los años. Llegó a prepararse en un garaje con el suelo inclinado que le provocó una lesión de hombro, en el estudio fotográfico de sus padres o en su propio piso. Afortunadamente, ahora entrena en las mejores condiciones posibles y dispone de lo necesario para rendir bien. Su lugar de operaciones está en Carranque (Toledo), en un centro de tecnificación de halterofilia creado gracias al empeño de Loida.
“El objetivo es mostrarles a esas personas que han sufrido accidentes o padecen enfermedades, que todo puede ir a mejor a través del deporte. Es lo más especial que me ha pasado, un sueño que tenía y que se ha cumplido”, asegura. Todo ello de la mano de Óscar Sánchez, su entrenador, su álter ego. “Llevamos desde 2016 y formamos un buen tándem. Me prepara físicamente o prueba diversos métodos que hacen que mejore en la técnica, también me ayuda en lo psicológico, que es fundamental en este deporte. Él sabe la tecla que tocar y las palabras que decirme para tranquilizarme cuando entro en ansiedad. La cabeza levanta las pesas”, cuenta.
Le ha costado lo indecible amarrar la clasificación para París 2024. En marzo acudió a la Copa del Mundo de Egipto y necesitaba mantener su marca en junio en Tiblisi para completar la ruta exigida para estar en los Juegos. Sin embargo, se llevó otro varapalo. Tuvo una infección por una bacteria que tenía el pescado que ingirió la noche antes de su competición. “Me deshidraté mucho, tuve diarreas y una vez en España empecé a sangrar por el ano, tuve fiebres altas y pasé ocho días ingresada. Me he caído muchas veces, pero había que levantarse otra vez”, narra. El billete para los Juegos peligró, de hecho, se quedó fuera de las ocho mejores del ranking, pero recibió una invitación bipartita.
Estará en el press de banca en la Porte de la Chapelle Arena para competir en la categoría de -50 kilos. “Parecía imposible, tuve miedo, si no lo hubiese conseguido me habría derrumbado porque París era mi pilar para combatir la enfermedad. La ilusión por ir hace que tenga más fortaleza para llevar el día a día. Y será más especial porque estaré rodeada de mi familia”, asevera. En Pekín 2008 fue séptima, quinta en Londres 2012 y en Río de Janeiro 2016, y sexta en Tokio 2020. Estar en otros Juegos en sus circunstancias es ya una victoria, un gran éxito.
“La oncóloga me ha bajado la medicación para retener menos líquidos, aunque en los días previos tendré que deshidratarme para dar el peso, será la primera vez que use una sauna -ríe-. Con el último percance que tuve en junio es imposible llegar en un buen estado de forma. Antes de que llegase el cáncer me veía con opciones de luchar por subir al podio, ahora lo importante es estar, ojalá pueda lograr un diploma. Estoy feliz y he vuelto a demostrar que, si trabajas en lo que deseas, conseguirás que la realidad sea mejor que los sueños”, sentencia Loida Zabala, una mujer de hierro, una medalla dorada de vida.
LOIDA ZABALA
Loida Zabala Ollero (Cáceres, 1987). Halterofilia. Diploma paralímpico en cuatro Juegos. Campeona de Europa en 2022.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Luchadora, apasionada y soñadora.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Un colgante y el anillo de mi pareja, y una foto de mi madre.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Me encanta jugar a videojuegos de zombies, se me dan bien -ríe-.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
El de la fuerza.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A perder a mis seres queridos.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Una hamburguesa.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
En casa es como mejor desconecto.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Un mechero para hacer fuego, a mi pareja y a mi madre.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un perro.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Tu oportunidad’, de Taxi. Y la película, ‘Siete Almas’.