Luis Huerta, el audaz tritón forjado en Río Esgueva

El vallisoletano es una de las perlas de la nueva generación de la natación paralímpica española. Con 20 años debutará en los Juegos de Tokio con el objetivo de meterse en las finales y pelear por medalla en 200 libre S5, prueba en la que ganó el bronce europeo.

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La piscina es un caladero de éxitos para la natación paralímpica española, que no para de sacar nuevas perlas. Uno de los últimos en asomar la cabeza y despuntar ha sido Luis Huerta, un audaz tritón forjado en el Centro de Tecnificación Deportiva Río Esgueva que llega con brío a la élite y que a sus 20 años se codea sin complejos con los mejores del mundo. Su progresión le augura un buen presente y futuro. Hace dos años quedó quinto del mundo y en mayo se llevó un bronce en 200 libre S5 en el Europeo de Funchal. Ahora sube un peldaño más, quiere hacerse notar en sus primeros Juegos Paralímpicos.

“Estar en Tokio es el premio a todos estos años de trabajo. Es mi debut y estoy con ganas de saborear cada momento. Los resultados son importantes, pero no me presiono. Mi objetivo es divertirme mucho, sin renunciar a optar a una medalla”, apunta con una sonrisa traviesa. Disfrutar en el agua es lo que lleva haciendo desde los cinco años, cuando comenzó a nadar. “Al principio me daba miedo, me agarraba tan fuerte al churro de espuma que llegaba a casa con raspones en los sobacos. Era un niño lapa”, dice riendo.

Su vida deportiva se inició en un programa de natación para niños con dificultades motóricas. El vallisoletano nació con las piernas amputadas por debajo de la rodilla y con malformación en los brazos. “En la mano derecha tengo dos dedos y en la izquierda solo uno y es disfuncional. También tengo sordera, llevo implante coclear”, comenta. Eso no supuso ninguna rémora para desarrollarse como cualquier otro niño y para disfrutar del deporte. Empezó jugando al fútbol, en el que se encontró alguna barrera: “En un equipo me dijeron que no porque podía hacerle daño a otros chicos cuando les daba una patada con las prótesis. Me aceptaron en la escuela de la Fundación Real Valladolid y estuve tres años, me desenvolvía bien, aprendí a jugar”.

Aunque ahora la pelota la tiene aparcada porque está volcado en la natación, cuando tiene tiempo realiza la labor de monitor en la Fundación Eusebio Sacristán. “Es un espacio deportivo inclusivo en el que intentamos que los niños que no pueden jugar federados se diviertan con un balón como lo hacía yo”, explica. Es en el líquido elemento donde mejor se desenvuelve. Huerta siente un vínculo especial con el agua cuando ejecuta cada brazada y volteo. “Me hace sentir libre. Recorrer metros, bajar mis marcas y ganar medallas es una pasión. La natación es una terapia que me ayuda a canalizar la carga emocional y las frustraciones del día a día. Cuando estoy en la piscina desconecto de todo”, recalca.

A los 11 años llegó a las instalaciones del Río Esgueva y su entrenador, Raúl Carrasco, empezó a moldearlo. Una temporada antes había logrado su primer metal en una prueba regional en Zamora, al que le tiene especial cariño. “Fue en 50 braza y competí junto a Daniel Pérez, que actualmente es atleta en salto de altura. Yo era un mico a su lado, me ganó, pero le descalificaron por viraje irregular y me llevé el oro”, rememora. Con 12 debutó en un Campeonato de España, un momento que tiene grabado en su retina por la novatada que le hicieron sus compañeros. “Me pusieron un disfraz de pingüino y como ahí no tenía prótesis y caminaba de rodillas, andaba igual que estos animales. Tuve que dar una vuelta a la piscina saludando a la gente”, recuerda.

El nadador pucelano no duda en reírse de sí mismo con bromas que hacen de su discapacidad algo tan natural como él mismo. “A veces me pisan y me quejo exageradamente, les digo que me han roto una uña. Por ejemplo, a mi brazo izquierdo le llamamos alita de pollo, por la similitud que tiene. Si nosotros lo vemos como algo normal, evitamos el bullying”, subraya Huerta, un joven con desparpajo y gran personalidad tanto dentro como fuera del agua. Ya lo demostró en su estreno internacional en el Europeo de Dublín 2018 siendo finalista en tres pruebas. Al año siguiente fue quinto en el Mundial de Londres.

“Esos resultados me dieron alas para seguir trabajando e ir bajando mis tiempos. Cada vez me veo más cerca del podio”. El deportista del CD Fusion firmó una buena actuación en mayo en Funchal con un bronce en 200 libre y un cuarto puesto en 100 libre. Ahora llega a los Juegos Paralímpicos cargado de confianza y sin cortapisas, sabe que subir al podio está caro, pero no renuncia a nada. “Se me ponen los pelos de punta cuando pienso en Tokio, tengo ganas de ver la piscina y de disfrutar del ambiente, aunque será diferente por la pandemia de coronavirus, no dejan de ser el evento más importante para un deportista. He trabajado mucho para clasificarme, ahora solo queda pasárselo bien y demostrarle al mundo por qué me merezco estar ahí”, expresa.

En la piscina japonesa nadará cuatro pruebas: 50, 100 y 200 libre S5, así como 100 braza SB4. “Quiero hacer un buen papel, entrar en las finales y mejorar mis tiempos, con eso me daría por satisfecho. Pero soy ambicioso y en el 200 libre tengo opciones de luchar por medalla, es una prueba de constancia y velocidad que se me da bien. Sé que tendré a rivales muy buenos, pero no me achico ante nadie, no me importa tener en la calle de al lado a Toni Ponce, al italiano Francesco Bocciardo o al brasileño Daniel Dias, al contrario, me motiva y me hace dar un plus para intentar ser más rápido que ellos. Recién estoy empezando y ojalá algún día pueda ganarles, me quedan muchas batallas por disputar. Los de París 2024 los veo más como mis Juegos de cara a alcanzar más éxitos, Tokio será un aprendizaje, pero no voy de vacaciones, quiero dar guerra”, añade.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Luis Huerta

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