María Callejo tenía su camino encauzado, con planes de futuro y una carrera profesional prometedora en el Departamento de Farmacología de la Universidad Complutense de Madrid. Pero algunos aspectos de su vida se vieron coartados al sufrir un ictus que le dejó una hemiparesia en la parte izquierda del cuerpo con falta de control muscular y descoordinación de los movimientos. Unas secuelas con las que ha sabido danzar con un balón de por medio. A sus 31 años se ha reinventado a través del fútbol, un deporte al que jamás había jugado.
En apenas un año ha pasado de no poder andar a ser una de las diez jugadoras que plasmarán su nombre en el histórico debut internacional de la recién creada selección española femenina para personas con parálisis cerebral y daño cerebral adquirido. Y lo harán en el mejor escenario posible, la Copa del Mundo que se celebra en Salou (Tarragona) del 11 al 18 de mayo. “Todavía no me lo creo, estoy en una nube, todo ha venido rodado y muy rápido. En casa, cuando comuniqué que estaba entre las convocadas me miraban con incredulidad y me decían: ‘Pero si nunca has pateado una pelota’”, cuenta entre risas.
Tesón, esfuerzo, trabajo, corazón y pundonor han sido los ingredientes de la coctelera que ha agitado durante estos dos años para superar el golpe y agarrarse de nuevo a la vida. “Ha sido una parte clave en mi rehabilitación, hace unos meses no podía ni hacer la cama, y ahora puedo correr y marcar goles”, recalca. El fútbol siempre le gustó, pero en el colegio e instituto se decantó por el baloncesto “porque era el deporte que hacían las chicas, así que tenía que conformarme con verlo por televisión junto a mi padre. Ya de mayor, los estudios y el trabajo me absorbían mucho tiempo, pero no tenía una vida sedentaria, iba al gimnasio”.
En la mañana del 27 de marzo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia de la Covid-19, todo cambió para la segoviana. “Me acaba de levantar, fui a la cocina a prepararme el desayuno y al abrir el frigorífico me quedé sin fuerzas en la mano, empecé a marearme y me costó respirar. Perdí la movilidad en toda la parte izquierda del cuerpo y caí al suelo, pero estaba consciente. Pensé que sería coronavirus, por entonces teníamos muy poca información”, relata.
Ese día tenía prevista una reunión virtual con su jefe, que al informarle sobre los síntomas supo que lo que le estaba pasando a María no era una nimiedad, más bien todo lo contrario. “Nunca imaginé que estaba sufriendo un ictus, no me lo podía creer. Mis compañeros lo agilizaron todo y en una hora estaba en el quirófano. A mi hermana, que vivía conmigo y que sacó una fortaleza increíble para atenderme, le dije al salir de casa en camilla que quizás no la volvería a ver. El panorama pintaba muy negro, pero salió bien, tuve suerte”, asegura. El ictus es la principal causa de muerte entre las mujeres en España.
El miedo a que se pueda repetir siempre está ahí, aunque ha aprendido a vivir con ello. A día de hoy sigue sin saber cuál fue la causa, pero una hipótesis que barajan los médicos es una cardiopatía congénita con la que nació: “Me operaron a los cinco años, tenía una comunicación interauricular, un defecto en el corazón en el que hay un orificio en el tabique que separa las aurículas y se me mezclaba sangre oxigenada con desoxigenada. Desde entonces hice una vida normal, sin tomar ningún tipo de medicación, sin restricciones o impedimentos en cuanto a actividad física”.
Después de tres días en la UCI del Hospital Gregorio Marañón la enviaron a casa, con un documento para hacer ejercicios ya que los centros públicos de rehabilitación estaban cerrados o atendían a pacientes de Covid-19. Su hermana y su tía Lourdes se afanaron en la recuperación de María, fueron sus pies y sus manos. “El primer mes fue muy difícil, con inseguridad y desconocimiento, apenas me movía, me levantaba con dolor de cabeza y me asustaba. La lesión está en la zona de los ganglios basales, que controlan los movimientos, y me falla la biomecánica, el andar correctamente. He recuperado mucha movilidad, pero tengo atrofia en determinados grupos musculares, hay unos muy activados y otros que no funcionan del todo”, explica.
Aún digería su nuevo escenario cuando el fútbol llamó a su puerta a través de la Fundación Rayo Vallecano con Deporte para DCA. Al principio se mostró esquiva: “Si para andar todavía tenía que pensar en cómo poner el pie o la rodilla, ¿cómo iba a correr? A mi cuerpo no le llegaba la información del cerebro, no tenía empuje. Juanjo García y Cristina Díez, los responsables de la entidad, estuvieron un mes detrás de mí, pero no me veía capaz. Hasta que un día, cuando ya no me sentí presionada, me armé de valor y fuerza y decidí probar. Desde ese momento supe que, aunque costase más, podía conseguir lo que me propusiera, el fútbol ha sido clave en la rehabilitación”.
Lleva un año derribando barreras con una pelota cosida a sus botas y esta temporada ha podido disputar con el Rayo la Copa Promesas, un torneo organizado por la Federación Española de Deportes de Personas con Parálisis Cerebral y Daño Cerebral Adquirido para que las mujeres y los más jóvenes que recién empiezan puedan foguearse y competir. “Tras lo mal que he estado, verme ahora sobre el césped marcando goles es una sensación de incredulidad, a la par que placentera. Hace unos meses era impensable, es fruto del esfuerzo por recuperarme y del apoyo de todas esas personas que están detrás empujándote”, subraya.
El premio a su brega y constancia ha sido una plaza entre las 10 elegidas por la seleccionadora Sonia Noell para representar a España en la Copa del Mundo, a la que llega con la mochila del optimismo llena. “Formamos una pequeña familia, todas vamos a una, nos ayudamos y luchamos por el mismo objetivo. A nivel físico estoy bien, aunque tuvieron que infiltrarme por dolores en la cadera. En fútbol 7 he jugado este año de mediocentro y me encuentro muy cómoda, pero este torneo es fútbol 5 y las posiciones no son tan fijas, así que jugaré más en banda derecha. Voy con mucha ilusión, quiero disfrutar de esta oportunidad que me ha brindado Sonia”, añade.
España debutará el 11 de mayo frente a Japón, el 12 jugará ante Estados Unidos, el 14 con Australia y el 15 se medirá a Holanda. “Conocemos muy poco sobre las rivales ya que nunca nos hemos enfrentado a ninguna selección. Queremos demostrar que las chicas con parálisis o daño cerebral adquirido también podemos jugar al fútbol. Hemos confeccionado un equipo a base de trabajo, sacrificio y de dar pasito a pasito. En el ambiente se palpa entusiasmo y ganas. Esta es la primera piedra de un proyecto a largo plazo, hay futuro, es un equipo muy joven y necesitamos rodaje. Vamos a intentar poner en práctico lo aprendido en esta corta trayectoria, no rendirnos y disfrutar”, apostilla María con la fuerza que da el superarse cada día e intentar golear a la vida con una ilusión renovada.