“Ni loco me subo ahí”. Esa fue la frase que espetó Martín de la Puente cuando le propusieron probar el tenis en silla. “Aquello era grotesco, me parecía un sofá con ruedas. Pero Álvaro Illobre, una de las referencias en esta modalidad, me convenció, me senté y ya no he podido separarme de ella. Junto a mi familia, este deporte es lo más grande que me ha pasado en mi vida”, asegura este talento precoz, que a sus 22 años está instalado entre los 11 mejores del mundo y en unos días disputará sus segundos Juegos Paralímpicos. “El que quiera ganarme en Tokio tendrá que sudar”, precisa el chico llamado a alumbrar un futuro. Tiene argumentos para confiar en su prometedor despegue.
Siendo un niño empezó a revolotear con la raqueta, a rebufo de su hermano Antón, quien hoy día se forja en Estados Unidos, siguiendo la afición que sus padres le inocularon. “También lo practica mi hermana pequeña, Helena. Somos bastante pasionales con el tenis”, sostiene. Con siete años sufrió un duro revés, le diagnosticaron síndrome de Proteus, una enfermedad rara que provoca un descontrolado y acelerado crecimiento de los huesos. “Mi pie izquierdo era enorme, tenía una talla 45”, exclama. Sin cura, la única solución era pasar por el quirófano.
Tras viajes continuos a Madrid y 16 operaciones, decidieron amputarle la pierna. “Cuando desperté de la anestesia sentía el pie aún, pero era el síndrome del miembro fantasma, levanté la sábana y cuando vi que ya no estaba, me puse a llorar. Tuve una infancia dura, dejé de ir a la playa en Vigo porque la gente me miraba y eso me afectaba. Mi familia y mis amigos me ayudaron a dar un paso adelante y a centrarme en mi recuperación”, relata.
Su enfermedad le había impedido encontrar un deporte en el que se sintiera cómodo, hasta que retomó el tenis. “Me apasiona el fútbol, pero no podía correr, también probé natación o waterpolo y me cansaba. Con la raqueta fue todo diferente, me dio el impulso que necesitaba, aunque al principio era reacio a subirme a una silla. Me encanta la libertad que me da, la velocidad, los derrapes… Lo que empezó como un hobby se ha convertido en mi pasión, en una forma de vida”, asevera De la Puente, que atesora 49 títulos a nivel internacional entre individuales y dobles.
Con tenacidad, osadía y positivismo inquebrantable derriba obstáculos y se ha labrado un gran palmarés -tres mundiales júnior- pese a su rostro imberbe. Con 17 años fue el tenista más joven en participar en los Juegos de Río de Janeiro 2016, cita a la que llegó gracias al empuje de sus padres. “Lo veía muy pronto, pero ellos me insistieron en que lo intentara. Ese año gané en Israel dos competiciones y me clasifiqué. Sin la confianza de mi familia no habría sido posible”, recalca.
En la ciudad brasileña “viví la mejor semana de mi carrera, disfruté mucho. Me lo tomé sin presión, gané un partido en la pista central y en dobles con Dani Caverzaschi nos llevamos un diploma. La ceremonia de apertura en el estadio Maracaná fue uno de los días más felices de mi vida, se me saltaron las lágrimas”. Su salto de calidad llegó en 2018 cuando se mudó al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. “Aposté fuerte por irme a vivir a Barcelona, quería mejorar mi tenis y centrarme también en los estudios de Administración y Dirección de Empresas”, comenta.
Precisamente, en el CAR compartió varios años habitación y confidencias con el atleta Bruno Hortelano, plusmarquista español de 100, 200 y 400 metros lisos, con quien selló una bonita amistad desde el primer encuentro. “Conectamos desde que nos conocimos, es muy abierto, simpático y buen compañero, me encantaba convivir con él. Hablábamos de nuestras inquietudes, viajes y, de vez en cuando, nos retábamos al ajedrez. Le echo de menos”, confiesa el gallego, que se machaca cada día bajo las órdenes de Fernando San Martín y con Walter Navarro como preparador físico.
“En estos años me he convertido en un jugador completo, inteligente, con mucha garra y carácter. Soy constante, agresivo y fuerte, he pulido el revés, el resto y el saque con la derecha. Aunque vaya perdiendo no me vengo abajo y pongo en dificultades a mi rival”, puntualiza De la Puente, que confía a corto y medio plazo en disputar un Grand Slam -lo hacen los ocho mejores del mundo-. Este año ha escalado hasta el puesto 11, la mejor posición de un tenista español en la historia. “El Top 8 está cerca, pero soy inconformista y ambicioso, mi sueño es llegar algún día al número uno del mundo, estoy trabajando duro para ello”, añade.
Antes afrontará otro desafío, los Juegos de Tokio, a los que llega después de acumular esta temporada un par trofeos y siendo finalista en varios torneos. “Llego con más experiencia e ilusión, quiero llegar a lo más alto y ver dónde están mis límites. Si consigo estar fino puedo ponerles las cosas difíciles a los mejores, dar un paso y decir aquí estoy yo. Si me toca enfrentarme al número uno, mi misión es que salga de la pista diciendo que le ha costado ganarme. Me veo sólido y preciso, en una época dulce en mi carrera, voy a poner toda la carne en el asador. Y en dobles con Dani Caverzaschi tenemos opciones. Somos una pareja luchadora y sin miedo a nada, podemos dar alguna sorpresa. Es complicado, pero vamos con la esperanza de dar guerra e intentar colarnos en el podio. Hay motivos para soñar”, finaliza.