Solo el tiempo confirmará si la piscina Paco Yoldi de Anoeta (San Sebastián) ha sido una fuente de los deseos. Su agua salpica ilusión con cada brazada y estela de espuma blanca que deja a su paso Nahia Zudaire, savia nueva, otra perla más de la emergente hornada que asoma por la pileta en la natación española. La guipuzcoana ha pasado de promesa a realidad tras asentarse entre las mejores del mundo. A sus 17 años ha dado un salto vertiginoso en su progresión que le ha catapultado hasta Tokio, donde debutará en unos Juegos Paralímpicos, siendo la benjamina de la expedición que lleva España.
Posee unas condiciones físicas y técnicas excelentes para ser una adolescente y disfruta devorando kilómetros y récords de España. Tiene las mejores marcas nacionales en la categoría S8 en 50, 100, 200, 400 y 800 libres, 50 y 100 mariposa, así como en 200 estilos. Y eso que aún está en pleno desarrollo. El agua ha sido su feudo desde los dos años, cuando sus padres la llevaron a cursillos para bebés. “Ahí me siento libre y muy cómoda, como si estuviera en casa, desaparece esa falta de movilidad que tengo en mi día a día”, comenta.
Nahia padece paraparesia en las extremidades inferiores causado por un problema cardíaco. “Tuve una neumonía y me detectaron una coartación de la aorta, me operaron con 15 meses. La sangre no bombeaba de forma normal y esa falta de riego a la médula me hizo perder movimientos en las piernas. Tengo menos fuerza de cintura hacia abajo, pero aprendí otra vez a caminar. Ya de pequeña era muy testaruda, cuando quiero algo voy a por ello, nunca me rindo”, explica. Se abrazó a la natación, aunque al principio era solo un juego, nada serio.
Tuvo un debut agridulce en 2015 en Valladolid en el Campeonato de España AXA Promesas Paralímpicas -competición que ha ganado en su categoría por edad en las últimas cinco ediciones- y eso le hizo cambiar el chip. “Era la primera vez que nadaba al lado de gente con diferentes discapacidades, me gustó mucho, pero los resultados no salieron, fui quinta en tres pruebas y eso me provocó mucha impotencia, soy muy competitiva”, asevera. Dos veranos después de aquello se le metió en la cabeza que quería ir al Europeo de Dublín 2018, logró la mínima y con 14 años se plantó en la piscina irlandesa, donde se metió en cinco finales.
Sin tiempo para digerir su irrupción con las ‘mayores’, se clasificó para su primer Mundial, el de Londres 2019. “Era una bebé, me pillo muy desprevenida, no era consciente de lo que se me venía encima. Soy súper autoexigente, intento que las cosas salgan como quiero y ese campeonato no supe gestionarlo nada bien, fue una experiencia dura de la que aprendí”, confiesa la joven de Zubieta, que asegura no tener referentes en el mundo de la natación, aunque sí absorbe cada consejo que le da Richard Oribe, el mejor nadador con parálisis cerebral de la historia: “Le veo casi a diario en la piscina, es una gran persona, siempre me da ánimos y me felicita por cómo voy”.
Cada mañana, Nahia se levanta a las 6 para nadar una hora antes de ir a clase y de 16 a 19 vuelve al agua para recorrer cientos de metros, practicar la técnica, los virajes y las salidas, a veces cantando, otras repasando los apuntes o dejando la mente en blanco. Entre semana apenas hay aficiones o distracciones antes de irse a la cama temprano. “La gente se sorprende cuando llego al instituto y les digo que vengo de la piscina. Es mi pasión, es una adicción, es mucho sacrificio, pero merece la pena cuando luego ves recompensado tanto esfuerzo”, indica.
La nadadora del Buruntzaldea IKT, entrenada por Jon Murúa, ha experimentado una mejoría considerable en los dos últimos años, sobre todo, en su prueba favorita, el 400 libre, acortando la distancia respecto a las mejores del mundo. “Estoy en 5:06.00, he mejorado todas mis marcas, he madurado y he aprendido a conocerme deportivamente, a entrenar bien y a competir sin miedo”, asegura. En 2020, pese a sufrir una lesión en la rodilla, reseteó mentalmente durante el confinamiento por la Covid-19 y regresó con más brío que nunca. Varias medallas al cuello en las Series Mundiales de Berlín, récords de España y una plata en 400 libre y un bronce en 100 libre en el Europeo de Funchal (Portugal) ha sido su bagaje esta temporada.
Resultados que invitan a soñar de cara a Tokio. “Me vino bien que se aplazaran los Juegos, no es que ahora con 17 años me vea súper preparada, pero sí capacitada para hacer un buen papel. No me obsesioné con clasificarme, era consciente de mi edad, solo pensaba en disfrutar del camino. Estoy con muchas ganas de vivir esta experiencia, siento nervios en el estómago, estoy como una niña en un parque de atracciones, muy feliz y orgullosa por llegar tan lejos”, dice. Acudir a Japón sin nada que perder y sin presión será importante para ver cómo canaliza el estar en unos Juegos sin ser mayor de edad: “Estar en medallas es muy difícil, pero quiero ponerles las cosas difíciles a las rivales más fuertes. Con clasificarme para alguna final y bajar mis tiempos estaría satisfecha. Tengo claro que llegaré mejor a los de París 2024”.