Hubo una vez un niño que creció feliz en Viladecans (Barcelona), que disfrutaba de lo lindo montando en bici por los alrededores de su casa en compañía de su hermano Javi, exprimiendo una BH naranja, contagiado tras ver por televisión las gestas de su ídolo Miguel Induráin. En ese entorno floreció el amor de Sergio Garrote por el ciclismo. Un accidente laboral le provocó una lesión medular y se deshizo de todas sus bicicletas. Pero 15 años después, la handbike le dio otra oportunidad y el español la aprovechó, convirtiéndose en un caníbal, en un deportista de apetito voraz. En París se ha llevado dos medallas paralímpicas, un oro en la crono y una plata en la ruta categoría H2.
Cargado de motivación tras vencer con autoridad en la contrarreloj, el catalán llegaba a la prueba de fondo con mirada hambrienta, quería su doblete dorado, aunque se topó con el francés Florian Jouanny, que en los últimos kilómetros dio el zarpazo definitivo para proclamarse campeón. La prueba, que se retrasó una hora por el diluvio que había caído en Clichy-sous-Bois, arrancaba bajo la lluvia y con el asfalto mojado. Los fuegos artificiales ya los avanzó a la entrada del circuito. Con el maillot empapado, Garrote fue el primero en disparar con un ataque.
Clavó la handbike en la carretera y empezó a devorar esos tramos encharcados. Solo abrió distancias con el grupo, pero su máximo rival se soldó a su rueda. Lideró la carrera en los primeros 14 kilómetros, sacándole 14 segundos al galo y dejando descolgado al italiano Luca Mazzone, que marcaba el corte de las medallas. Jouanny comenzó a recortarle distancias y volvió a pegarse a él. Durante varios kilómetros libraron una guerra física y psicológica, de alternativas.
Pedaleando con fuerza por el bosque de Bondy, el francés aceleró, sin mirar atrás, sabía de su potencial en los falsos llanos y en las bajadas. Garrote sacó toda la energía que le quedaba, con la intención de darle caza en una última subida de 800 metros, pero no pudo remontar y cruzó la meta en 1:20.40, a 22 segundos de Jouanny. Una plata al esfuerzo, a la tenacidad y a la determinación de un handbiker excelso. Por su parte, en categoría H3, Luis Miguel García-Marquina peleó como un titán, pero en el sprint final se quedó fuera del podio. Quedó cuarto, una medalla de chocolate, la menos dulce.