Esta residente en la isla trabaja con la selección absoluta de natación y será la fisioterapeuta del combinado español en los Juegos Paralímpicos
PABLO SIERRA DEL SOL/diariodeibiza.es
¿Soñó de niña con participar algún día en unas Olimpiadas?
—Cuando era pequeña no lo tenía en cuenta, pero cuando cumplí 17 o 18 años me conciencié de que mi nivel no alcanzaría para nadar en unos Juegos. En España es muy difícil clasificarse. Ahora, como parte implicada, los seguiré con mucha atención. Cuando empecé en el 2007 a trabajar con las selecciones inferiores coincidí con un par de chicas, entonces infantiles, que estarán en Londres.
—¿Qué cuota de mérito tiene un fisioterapeuta en los éxitos de un nadador?
—Además del trabajo físico que les ayudas a hacer, cuando se tumban en la camilla, los nadadores se sueltan. Somos como sus psicólogos, tenemos que hacerles creer en las opciones de su cuerpo. Les digo muchas veces: «¡Pero si casi no os hago falta!». Me he pasado año y medio trabajando con todo el equipo, estaré enganchada a la tele a partir de mañana (por hoy).
—¿Tiene especial conexión con los nadadores al haberse dedicado tantos años a la competición?
—Les puedo ayudar un poco más en el sentido anímico porque he sentido la dureza de afrontar un 200 mariposa, he sentido ese dolor de hombro que no puedes aguantar.
—Al pasar tantas horas solos, luchando contra sus tiempos bajo el agua, ¿viven los nadadores de élite en una especia de burbuja?
—Los deportistas son ya de por sí raritos, pero en el caso de la natación se multiplica. Entrenas casi sin hablar con nadie, escuchando solo los consejos del entrenador entre serie y serie. Ese aislamiento es bueno porque llegan a conocerse muy bien a sí mismos, pero los técnicos tenemos que saber cómo entrar en su mundo para ayudarles.
—¿Son muy diferentes los carácteres dentro y fuera del agua?
—La mayoría de las veces, concuerdan, pero hay casos que sorprenden, como le pasa a Iniesta en el fútbol. Hay gente que es muy introvertida fuera del agua, pero, por ejemplo, Patricia Castro, una chica madrileña que nadará en Londres el 4×200, parece muy menudita e introvertida, pero es tirarse al agua y se convierte en una bestia.
—Mójese. ¿Qué resultados conseguirá la selección en los Juegos? Desde Sidney 2000, no conseguimos medallas en la piscina…
—Este año va un equipo más maduro, pero sigue habiendo mucha diferencia entre el nivel femenino respecto al masculino, los niños tienen más oferta deportiva cuando son pequeños. Erika Villaécija solamente nadará el 800, que es su prueba. Lo puede hacer bien. Mireia (Belmonte), que es el caso típico de grandes resultados en piscina corta y peores cuando pasa a 50 metros viene muy fuerte, física y de mentalidad. Creo que como mínimo caerá una plata, aparte de los resultados que consigan las chicas de la sincronizada, que deben estar en el podio en todas las pruebas. Han demostrado que en España hay cantera, que todo no se acababa con Gemma Mengual.
—Soñar con una nadadora tan versátil como Belmonte hace 15 años era imposible. La cantera se trabaja bien, pero las medallas mundiales no llegan. ¿Por qué?
—Tenemos buena genética para la natación y las mejores instalaciones: Sierra Nevada, el CAR de Sant Cugat… El problema es la mentalidad. Muchos padres siguen viendo mal el llevar a los niños a la piscina a las seis de la mañana y eso en otros países no pasa. La natación es sacrificio, superación y machacarse.
—Sacrificio y superación es lo que deben mostrar los nadadores discapacitados a los que acompañará a los Juegos Paralímpicos en septiembre. ¿Su mérito está suficientemente valorado?
—En absoluto. En España tenemos montones de paralímpicos que han sido campeones o récord del Mundo y, por ejemplo, Ricardo Ten, que lo ha ganado todo, es mucho menos conocido que Rafa Muñoz, que solamente ha sido bronce mundial.
—¿Hay menosprecio dentro de la natación hacia los mismos paralímpicos?
—El deporte y la piscina nos igualan a todos. Cada vez los paralímpicos están más integrados, pero siempre hay actitudes despectivas. Para mí son unas personas increíbles, porque se tienen que adaptar al mundo al tener que depender de una silla o no tener visión. Uno de los pasos hacia la igualdad sería celebrar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos a la vez. Eso haría más visible el mérito de los paralímpicos.