Vicky Vilariño, una ingeniera que construye sueños bajo aros

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En la piel de su antebrazo izquierdo luce la frase ‘Todo llega’. Superó adversidades y resistió todos los embates con una dignidad erguida, indomable y tenaz. A Vicky Vilariño, una enorme sonrisa gallega vestida de ingeniera, le llegó su recompensa sobre el parqué. Primero con la clasificación, 29 años después, para unos Juegos Paralímpicos. Luego, con dos históricos bronces europeos que confirman el despegue de la selección española de baloncesto en silla de ruedas. La viguesa, adalid de esta modalidad y una luchadora que aguantó con firmeza y serenidad cada vicisitud que le tocó vivir, lleva más de dos décadas construyendo una carrera encomiable bajo aros. Ahora persigue el colofón perfecto a su trayectoria: una medalla paralímpica en París.

“Jamás me rendí ni perdí la fe, soy muy cabezota y estaba segura de que con trabajo y esfuerzo lo íbamos a conseguir. En cada caída nos hemos levantado, ha merecido la pena tanto sufrimiento porque al fin estamos disfrutando de la etapa más dulce”, recalca. Ambiciosa e inconformista, confiesa que ese carácter guerrero lo ha edificado en parte gracias al deporte, que ha marcado su sacrificio, personalidad y el intentarlo siempre hasta el final. Aunque la canasta más valiosa no la anotó en una cancha, sino entre las paredes de un hospital, donde comenzó a brotar esa resiliencia que lleva adherida en su ADN.

A los nueve años le tocó lidiar con una ardua batalla ya que le amputaron la pierna derecha hasta la cadera debido al sarcoma de Ewing, un tumor óseo y de alta agresividad que le detectaron a tiempo y por casualidad. Vivía en la aldea de Entienza cuando un día en el patio del colegio recibió un balonazo al meterse en mitad de un partido de fútbol. “De niña era un trasto, no practicaba ningún deporte, pero sí entorpecía a los mayores”, dice riendo. No le dieron mayor importancia al pequeño bulto que asomaba en la zona dañada. Todo cambió cuando acudió a Vigo para la prueba del vestido de su primera comunión. Un familiar lo vio raro y la llevaron a urgencias. De ahí la trasladaron al Hospital Ramón y Cajal de Madrid, donde les dijeron que la enfermedad estaba muy avanzada y que tenía pocas esperanzas de sobrevivir.

La jugadora gallega con la camiseta de UCAM Murcia y luciendo en su brazo el tatuaje con la frase ‘Todo llega’. Foto: UCAM

“Me amputaron todo lo que podían, existía un alto riesgo de que las células cancerosas pasaran a la sangre y, por tanto, las posibilidades de salvarme eran nulas. Pasé dos años ingresada, con infecciones, numerosas operaciones, quimioterapia… Y aquí sigo, dando guerra”, subraya. Esa madurez y fuerte personalidad a pesar de su bisoñez, así como el humor y la positividad que desprendía, le ayudaron a digerir su nuevo escenario: “Eso es lo que me permitió salir adelante. Recuerdo que en el hospital siempre estaba gastando bromas a enfermeras, médicos o personal de la limpieza. No sentí vergüenza ni complejos. De hecho, a los 18 años dejé de ponerme la prótesis porque me gustaba verme sin ella”.

A esa edad descubrió el deporte adaptado a través de su profesor en la autoescuela, Diego Núñez, que entrenaba por entonces al Amfiv de Vigo y que le animó a probar. “Nunca me había sentado en una silla de ruedas, pero fue agarrar el balón y sentir algo mágico. Me habían dado una segunda oportunidad en la vida y desde entonces giraría en torno al baloncesto. Cada canasta y minuto que paso en una pista los considero un regalo”, agrega esta licenciada en Ingeniería Técnico Industrial, tan perfeccionista como pasional. Del club de su ciudad pasó al Basketmi Ferrol, donde la apodaron ‘Vickynator’ por su entrega y bravura. Desde hace unos años juega en el UCAM Murcia en División de Honor, conjunto con el que este curso ha ganado la Euroliga 3.

“Sigo aprendiendo y cada día sé que puedo mejorar. El haber jugado en equipos mixtos me ha hecho ser más autoexigente, dar un plus más en cada entrenamiento. Pero también me ha generado frustración cuando ves que no llegas al nivel de los chicos a pesar de que entrenas igual. Me encantaría algún día tener una Liga femenina, pero estamos lejos porque, aunque hay relevo generacional, la cuota no crece, no hay suficientes jugadoras”, lamenta. Con su movilidad y dominio en la pintura, trabajo defensivo, gran envergadura y lanzamientos desde media y larga distancia, Vilariño es una pieza clave de la selección española desde su reconstrucción allá por 2002. Estuvo presente en la reunión de Dos Hermanas (Sevilla) en la que el baloncesto femenino volvió a renacer tras unos años en el olvido.

“Llegar hasta aquí ha sido una odisea. Hemos invertido tiempo y dinero, nadie nos ha regalado nada. Para los torneos no teníamos concentraciones previas, nos veíamos directamente en el aeropuerto y, en el mejor de los casos, nos reuníamos en casa de alguna compañera, dormíamos en colchonetas, en sofás o en autocaravanas. Nos dejamos la piel por estar en el lugar que nos merecíamos. Han sido muchas las que se han quedado por el camino y no han podido saborear los grandes momentos que ahora vivimos, pero todas son parte de nuestros éxitos”, asevera. El punto de inflexión fue el Mundial de Hamburgo en 2018, un campeonato al que España acudía tras 24 años de ausencia. Al año siguiente sellaron el billete para Tokio 2020 con un cuarto puesto en el Europeo de Rotterdam.

Vicky Vilariño es una de las jugadoras que más veces ha vestido la camiseta de la selección española. Foto: IWBF

Una cita que la gallega disputó con una fractura en la pelvis. “No quería perdérmelo, estábamos a las puertas de hacer historia y tenía que ayudar. Estaba con mucho dolor y no me podía ni subir a la silla, pero me daba igual, logramos el objetivo”, explica. En la capital japonesa la selección no desplegó su mejor versión y pagó la novatada, siendo octava con un solo triunfo. “Se nos quedó clavada la espina entera del pescado -ríe-. Las sensaciones eran buenísimas, pero nos llevamos un tremendo golpe de realidad. Las circunstancias que nos rodearon por la pandemia no ayudaron, tantos años esperando y fue horrible ver los pabellones con las gradas vacías, así como el constante miedo a contagiarte”, cuenta.

Se libró en Tokio, pero no en el Europeo de Madrid en 2021, cuando dio positivo por Covid-19 antes del partido por el bronce frente a Alemania. Se formó en su interior un torbellino de sensaciones enfrentadas, entrañables y dolorosas a la vez. La primera medalla internacional de España no pudo colgársela in situ. A través de la pantalla del móvil siguió el encuentro mientras regresaba en coche a casa. “No soy nada dramática, pero ese día fue muy triste porque había luchado tanto para vivir algo así. Mis ojos se quedaron secos de todo lo que lloré. Lo importante es que rompimos esa barrera y me hizo muy feliz”, apunta.

Sí lo festejó por todo lo alto en 2023 en Rotterdam, ciudad talismán para el equipo, al ganar otro bronce continental. “Ya no encaramos los partidos pensando por cuánto vamos a perder, salimos a competir y a por la victoria, da igual el rival que tengamos enfrente. Somos unas guerreras, hemos alcanzado un nivel elevado para tratar de tú a tú a las potencias”, afirma. En abril, en el torneo clasificatorio de Osaka (Japón) certificaron su plaza para los Juegos Paralímpicos de París, otro reto mayúsculo en el que esperan ofrecer un buen rendimiento y quitarse el mal sabor de boca de Tokio. “Quiero disfrutar desde el primer segundo porque quizás sean mis últimos Juegos”, añade.

En territorio francés se enfrentarán en la fase de grupos a China, Canadá y Gran Bretaña. Las jugadoras de Franck Belen no se ponen techo, están preparadas para dar la sorpresa y pugnar por las preseas. “Cada partido será una final, estamos las ocho mejores selecciones y habrá que dar lo máximo. Podemos hacer daño a cualquiera con esa garra, competitividad y defensa que nos caracteriza. Tenemos diferentes quintetos que funcionan y esa lucha incansable por superarnos cada día hace que seamos peligrosas. Soy ambiciosa y en mi cabeza siempre están las medallas, luego la competición te pone en el sitio que mereces. Pero apostamos por subir al podio, vamos a pelear hasta el último segundo con ese objetivo”, concluye.

Vicky Vilariño, que ha ganado dos bronces europeos con España, afronta en París sus segundos Juegos. Foto: IWBF

VICKY VILARIÑO

María Victoria Alonso Vilariño (Vigo, 1982). Baloncesto. Bronces europeos en 2021 y 2023. Diploma en Tokio 2020. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Disciplinada, leal y amigable.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Se me olvidan muchas cosas, así que lo primero que echo son las zapatillas de jugar -ríe-.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Montando puzles, me encanta.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Tener una varita mágica para evitar las cosas malas que ocurren en el mundo.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

Miedo a perder a mis seres queridos.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

El helado de chocolate.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A mi casa, es el sitio en el que recargo las pilas cuando no estoy bien o me causa dolor algo.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A mi pareja.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un gato.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Corazón hambriento’, de India Martínez. Un libro, ‘La historia interminable’, de Michael Ende. Y una película, ‘La casa del lago’.

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