«Yo también tengo metas e inquietudes»

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  • Lastra no se amilana y el 6 de junio cumplió un sueño: sobrevoló las playas de Sopelana en parapente.
  • Este joven compara su discapacidad con «un velero que necesita viento para navegar.

elcorreo.com – Ya ha amanecido en Getxo. Diego Lastra se despierta y llama a sus padres para que le levanten de la cama. Tiene 36 años, pero necesita ayuda: al nacer hubo una complicación en el parto y sufrió una lesión cerebral por falta de oxígeno. Pero él nunca se ha rendido. Incluso terminó la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto. Tan solo le llevó un año más, ya que se le atragantaron tres asignaturas de segundo curso. Su espíritu de lucha le empuja a superarse en cada momento, igual que con el deporte. Hace dos semanas se lanzó, junto a un monitor, en parapente, un riesgo que muchos no están dispuestos a asumir. Ahora practica boccia, una práctica paralímpica, parecida a la petanca. Lastra compite en la categoría que corresponde a la discapacidad más dura -la BC3- en la que se utiliza un material auxiliar para el lanzamiento de la bola como una canaleta, ya que sufre una fuerte disfunción locomotriz. En el último campeonato ganó la medalla de plata. «Este deporte nos permite a las personas con grandes dificultades experimentar lo que es la competición y marcarnos metas», dice.

Tras pasar diez años en Menorca, donde terminó su carrera a distancia, el getxotarra ha vuelto a Vizcaya. Pero sufre la «ineficacia» de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal del mismo modo esté donde esté. «Esta ley no ha cambiado ni mi vida ni mis condiciones, ya que dependo de mis padres y ellos están obligados a dedicarse por completo a mí», afirma Lastra. Diego percibe una prestación de hijo a cargo con discapacidad de 500 euros al mes, concedida por la Seguridad Social. Y en el caso de la Ley de Dependencia, la madre de este joven figura como ‘cuidador en el entorno familiar’, lo que le permite estar dada de alta en la Seguridad Social y ayudada con 350 euros más. «Yo no controlo mi vida y, por ello, mi madre está obligada permanentemente, sin descanso. Hasta que el cuerpo aguante», sostiene. Quisiera acogerse a la prestación económica para contratar asistencia personal, pero la ley exige pasar muchas trabas, como tener un empleo o estar estudiando. Diego tiene una carrera, pero a la hora de pedir trabajo hay obstáculos insalvables. «Sin autonomía personal es difícil encontrar un trabajo. Si siempre estás dependiendo de alguien, es imposible», relata.

Desde hace dos años y medio, Lastra administra un foro, creado por él mismo, dedicado a analizar y comparar vehículos adaptados para personas con movilidad reducida, así como cualquier otro asunto relacionado con la diversidad funcional (www.foromadex.net). «Siempre he tenido espíritu emprendedor y mi ilusión sería impulsar nuevas iniciativas desde esta plataforma. Lamentablemente, para ello preciso de unos recursos que no tengo que me permitan una libertad de movimiento digna y, por lo tanto, capacidad de decisión, aunque estoy barajando la posibilidad de crear una aplicación para móviles relacionada con la discapacidad, en colaboración con una empresa de informática ‘on line’», declara.

Vida independiente

En el día a día, Lastra sigue una serie de rutinas. Si no tiene nada importante que hacer, se levanta tarde, sobre las 12, y espera a que su padre vuelva de hacer sus gestiones para que le levante cuando le sea posible. Mientras, la única opción que tiene es ver la televisión. Después, su madre le asea y le viste y se van a pasear. Si el tiempo no acompaña, las opciones se reducen a leer o navegar por Internet. Le gusta escribir, pero cree que le falta imaginación. «Mis sueños son actos cotidianos para los demás», admite Lastra. También le encantaría viajar: «Sin duda, lo que más siento es el mundo que me estoy perdiendo», dice con resignación.

Lastra es miembro de la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física de Bizkaia (Fekoor). El colectivo de discapacitados lucha por la figura del asistente personal. «Lo que más nos molesta es que si decidimos optar por ingresar en una residencia, el Estado paga por una plaza unos 3.000 euros al mes. ¿Por qué no se dedica ese dinero a pagar asistentes personales y seguir viviendo en nuestro entorno social?», sentencia el joven. Este objetivo es parte también del Movimiento Internacional de Vida Independiente, que nació en Estados Unidos en los años 60 y acaba de empezar en España. Además, hay estudios que aseguran que la asistencia personal es más rentable. Hay países, como Suecia, que disponen sólo de esta figura.

La convención aprobada por la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad está a favor de su movimiento de vida independiente. «España la ha ratificado y eso implica que pasa a ser parte de nuestro ordenamiento jurídico por encima de la ley. Tenemos derecho a la asistencia personal sin condicionamientos», reivindica.

En España, el 10% de la población -casi 4.000.000 de personas- sufre alguna discapacidad. «A veces los políticos piensan que somos una minoría, pero no es así -dice Lastra-. Existe la creencia de que los discapacitados somos como enfermos y tenemos que conformarnos con cualquier cosa. Pero tenemos inquietudes, metas, ilusiones. No pedimos nada que no pida el resto de la sociedad».

Reivindicativo

Este joven ha tenido mucha suerte, ya que ha nacido en una familia con primos de su edad que le han llevado con ellos a todas partes y le han permitido formar parte de un ambiente juvenil. Pero no siempre ocurre así. La discapacidad requiere mucha atención. Lastra lo compara con «un velero, que necesita del viento para poder navegar».

El pasado 6 de junio Lastra protagonizó una experiencia singular: sobrevoló en parapente los acantilados de Sopelana. Bien amarrado y con la ayuda de otra persona experta en este deporte de aventura, recorrió el cielo sobre los espectaculares acantilados de la costa getxotarra. Con mucha decisión y sin miedo a nada. Además, fiel a su pasión por la escritura, él mismo hizo una crónica de este episodio y colgó el vídeo en ‘Youtube’ con la intención de demostrar que los ciudadanos con diversidad funcional pueden llevar una vida activa y emocionante. «Aprovecharé todas las ocasiones que me surjan para grabar más imágenes como éstas», afirma.

La discapacidad o diversidad funcional -como Lastra prefiere llamarlo, «ya que funcionamos de manera diferente pero, con los recursos necesarios funcionamos»- cuesta dinero. Necesitan sillas de ruedas, monovolúmenes cuya adaptación puede suponer hasta 30.000 euros. Algo que no todas las familias se pueden permitir. «Un presupuesto difícilmente asumible, más aún teniendo en cuenta las dificultades que este colectivo tiene para acceder al mercado laboral y, por lo tanto, para gozar de independencia. Se podría idear alguna fórmula como la de los pisos de protección, pero en este ámbito».

Es una vida difícil. Lastra no puede hacer nada sin ayuda de otra persona. E incluso así es capaz de, con una diadema provista de una especie de palo, escribir en el ordenador. Y es un joven reivindicativo. «La mayoría de mis compañeros acatan lo que se les dice y son conformistas. Pero hace falta un poco más de actitud crítica para reivindicar lo que de verdad merecemos», afirma. Y seguirá luchando porque, a pesar de todos los obstáculos, este joven vasco hará lo que esté en sus manos por conseguir lo mejor para todas aquellas personas que se encuentran en su situación. Un ejemplo de superación personal.

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