Chano Rodríguez, el ‘viejo león’ que siempre ruge en la piscina

A sus 64 años, el nadador español con más oros paralímpicos junto a Richard Oribe, disputará en Tokio sus sextos Juegos. “Se lo dedico a todos los que no creyeron en mí y me habían enterrado una vez más”, dice.

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Chano Rodríguez sigue dando guerra en la piscina a sus 64 años. Fuente: CPE

Llevan años retirándole, incluso hay quien le han insinuado que ya es hora de bajar el telón. Pero su carrera, una oda a la perseverancia, parece tender a lo perenne, nada frena su espíritu indomable, cada obstáculo supone un acicate para rebelarse. Sebastián ‘Chano’ Rodríguez, el león que siempre ruge en la piscina, continúa con las fauces abiertas y listas para, al menos, devorar unos metros más en el agua. A sus 64 años se ha empeñado en grabar con tinta en su brazo derecho la palabra Tokio, que se sumará a las de Sídney, Atenas, Pekín, Londres y Río de Janeiro. Seis Juegos para una leyenda eterna, para el nadador español con más oros paralímpicos (ocho) junto a Richard Oribe.

El billete para la cita japonesa lo sacó sobre la bocina, en las Series Mundiales de Berlín en junio, última prueba para acreditar la mínima. Durante la temporada la había rozado varias veces, nunca claudicó, siempre soñó. En 200 libre S5 paró el crono en 2:54.00 y le pedían 2:54.32. “Dejé hasta una propina de 32 centésimas”, dice riendo. Eso sí, ha costado sudor y mucho trabajo. “Los tiempos que me exigían eran complicados, siempre he sido velocista de 50 metros y tuve que reconvertirme al 200 libre porque era la única opción que tenía. Pero en mi cerebro no dejé espacio al pesimismo. Hemos realizado una serie de cambios, desde la técnica y entrenamientos metódicos hasta una alimentación estricta, he perdido siete kilos”, cuenta.

El más importante estuvo en el viraje, su gran hándicap. “Mis rivales hacen el estilo americano, que consiste en un giro a un metro de la pared y dar una patada que impulsa. En mi caso hacía el viraje de una trainera, de 180 grados y el problema es que los pies decaen y es como si empezaras una prueba nueva”, explica. Probó con entrar y salir por dónde rompe el agua y eso fue clave para arañar décimas y conseguir la clasificación. “Se lo dedico a todos los que no creyeron en mí y me habían enterrado una vez más. En Río 2016 dijeron que eran mis últimos Juegos y han tenido que aguantarme cinco años más. El león aún ruge. Viejo, pero ahí continúo dando guerra”, recalca.

Su logro no tendría sentido sin la gente que le rodea, como su entrenador Alejandro Brea y el staff médico del Comité Paralímpico Español, con Josefina Espejo, Amaia Bilbao y Kiko Santomé. “Hemos currado como cabrones, con mucha ilusión y pasión. Le debo mucho a mi equipo técnico, que no cobra ni un euro por lo que hace por mí. Con lo que gano con la beca no tengo ni para invitarles a una cena. Siempre les estaré agradecido”, añade. Otro pilar es su madre, Concepción Veloso, quien a sus 96 años no se pierde una competición de su hijo: “Ella coge su Tablet y se mete en los enlaces que le envío para verme. Lo vive de forma tan intensa que a veces tengo que mentirle y le digo que no hay retransmisión de mis pruebas no vaya a ser que de la presión o la alegría le ocurra algo”.

Siempre ligado al agua

Su cuerpo está surcado de mil cicatrices de una vida singular que parece sacada de una película. Aventuras, errores, dramas, superación y éxitos a golpe de brazadas. Su infancia discurrió en las playas de Cádiz. “Pasábamos los días tanto en verano como en invierno entre la arena y el mar. El agua siempre me daba sensación de bienestar”, confiesa. A su padre, trabajador de astilleros, lo destinaron a Vigo y toda la familia se trasladó con él. Como lo de estudiar se le daba fatal, ‘Chano’ empezó a trabajar en un taller de reparación naval y con 16 años se embarcó en un pesquero rumbo a África. Allí descubrió el ‘Apartheid’, que le marcó.

Luego se graduó en náutica y poco después, en plena Transición tras la muerte de Franco, formó parte del GRAPO (Grupo Antifascista Revolucionario Primero de Octubre). Pasó 10 años encerrado en prisiones como las de Carabanchel, Soria, Badajoz, Almería, Monterroso (Lugo) o Valencia hasta que una huelga de hambre de 432 días le dejó parapléjico. Antes de salir libre, en la cárcel valenciana había empezado a nadar como forma de rehabilitación. “El agua era el único sitio donde no encontraba barreras. Ya no volvería a caminar, pero no se acababa el mundo para mí”, dice. Salió en libertad condicional en 1994 y fue indultado en 2007, aunque no se hizo efectivo hasta 2015.

“Siempre cargaré con mi pasado, ya cumplí condena y lo que queda es mi conciencia. No me siento orgulloso de lo que hice, pero no lo puedo cambiar. Hay gente que jamás perdonará esa parte de mi vida, pero ni soy un ángel ni tampoco fui un demonio. En estos años, el deporte ha sido mi forma de devolver a la sociedad una parte de lo que le quité. No me considero ejemplar, solo intento ayudar a otros a que no cometan esos errores. Aprendo del pasado, vivo el presente y trabajo para el futuro”, subraya.

16 medallas paralímpicas

Abrazó al baloncesto en silla de ruedas y después a la natación, compaginando ambas modalidades hasta 2004. “Mis mejores años fueron jugando al basket en el Amfiv de Vigo con Pablo Beiro, una persona que aun siendo del PP –fue varios años concejal-, desde el primer día me trató como a uno más, sin tener en cuenta mi pasado. Yo no metía ni una canasta, aunque era buen soldado, cumplía cada orden del entrenador. Al final lo dejé porque era incompatible con la natación, los brazos sufrían y luego no rendía en el agua”, rememora. En la piscina se ha labrado un palmarés envidiable: 16 medallas paralímpicas (ocho oros, cuatro platas y cuatro bronces) y un centenar de preseas entre mundiales, europeos y otros eventos internacionales.

“Nunca las he contado, para mí no dejan de ser metales y en una vitrina no valen para nada, cogen polvo, así que a mí me encanta compartirlas con la gente”, afirma. Muchas las tiene cedidas y repartidas en colegios, institutos, universidades o asociaciones a las que acude a dar charlas. “Las de los Juegos solo presté una, la primera que gané hace 21 años y, por desgracia, me la devolvieron hace unos meses. Se la di a Lola, una niña de siete años e hija de una amiga mía que sufría cáncer de hueso. Le dije que se la prestaba hasta que se curase, la paseó por hospitales y cuando daba pasos importantes con la quimio me mandaba vídeos con la medalla. Al final, de tanta mierda que les meten le falló el corazón y nos dejó”, cuenta con un hilo de voz.

La pequeña también estuvo en su pensamiento cuando consiguió la clasificación para Tokio, que serán sus sextos Juegos Paralímpicos. En Sídney 2000 brilló con cinco oros envueltos en récords del mundo; en Atenas 2004 sumó tres oros y un bronce; en Pekín 2008, pese a sufrir una quemadura de café en el hombro que puso en duda su participación, ganó dos platas y dos bronces; en Londres 2012, “los más espectaculares porque nos hicieron sentir iguales que a los olímpicos”, se llevó otras dos platas y un bronce; y en Río de Janeiro 2016 se quedó a 30 centésimas del podio, algo que le dio fuerzas “para seguir un ciclo más”.

En la piscina de Tokio será el más longevo, “algunos rivales podrían ser hasta mis nietos por la edad”, pero no se achanta ante nadie. “Serán atípicos por la pandemia, pero seguro que los japoneses le darán su toque especial, espero disfrutarlos al máximo. He trabajado como si fuese a pillar chapa, aunque si me meto en la final sería la hostia, la alegría sería la misma o incluso más que cuando gané cinco oros en Australia. Nadaré en 50, 100 y 200 libre, ya no llevo la presión de otros años, aunque a mí me gusta autoexigirme, así que saldré a por todas. Estos Juegos me los tomo como un capricho que me he dado porque desde el Mundial de Londres 2019 no tengo beca, todo me lo pago de mi bolsillo. Es una forma de retar a toda esa gente que siempre ha puesto en duda mi valía personal y deportiva”, asevera.

Le queda la espinita de no haber podido ser abanderado español, aunque se alegra por la elección de Michelle Alonso y de Ricardo Ten para esta edición. “Me siento representado por ambos. Sin despreciar a nadie, Ricardo es el mejor portador de la bandera en la historia, Ten es mucho Ten. El Comité Paralímpico Español ni siquiera se ha acordado de mí. La elección llegó un día antes de que yo hiciera la mínima, qué casualidad. Otros años entendí que no podía serlo porque aún no estaba en libertad total y eso chocaba en la sociedad. Pero ya pagué mis deudas y me he merecido serlo”, apunta ‘Chano’, que en la capital nipona escribirá otro capítulo de una trayectoria inmensa que dejará solo cuando él decida y a su manera. “No me voy a retirar de la natación, estaré en algún Europeo o campeonato de España. Aunque París 2024 está ahí, nunca se sabe”, apostilla con una sonrisa.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Chano Rodríguez

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