nevasport.com – Quienes acuden a comprar el cupón de la ONCE al quiosco que hay en la calle Craywinckel del barrio de San Gervasi, en Barcelona, ni se imaginan que quien reparte suerte cada día es la esquiadora paralímpica española más laureada de la historia con cuatro oros, una plata y un bronce en tres Juegos Paralímpicos de Invierno (Albertville 92, Lillehammer 94 y Nagano 98).
Tampoco se imaginan que Magda Amo, una soñadora que siempre quiso pilotar aviones, ganó una plata y un oro en longitud en los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, respectivamente. Echen cuentas. Desde el 92 al 98, esta catalana compitió en 5 citas paralímpicas, tres de invierno y dos de verano. «Una locura», reconoce entre risas la protagonista.
«La gente que viene al quiosco no lo sabe pero tampoco mucha gente de mi entorno», comenta. Tan discreta es que cuando alguna amiga de sus hijas va a su casa y descubre las medallas o las fotos en el podio, que tiene en la habitación de la mayor, alucina.
Pérdida de visión
Su vida en la actualidad consiste en vender el cupón desde las 8 hasta las 15.30, recoger por la tarde a sus hijas del cole y pasar la tarde con ellas, ayudándolas con los deberes. Lejos quedan los días de competición y cuando se puso por primera vez unos esquís con 13 años.
«Siempre había sido muy deportista. Hacía gimnasia rítmica, deportiva y voleibol. El salto al esquí lo di cuando empecé a perder la vista»
A los 10 años le diagnosticaron una enfermedad congénita, el mal de Stargardt, una degeneración macular que hace perder la agudeza visual.
«Me afectaba a la visión central. Todo lo que veo, lo veo borroso y por la noche pierdo más visión. Ha ido a más»
A los 13 años ingresó en la ONCE y se enteró de que podía practicar esquí con un guía:
«Era el deporte que siempre había querido hacer pero era caro. Lo probé en Andorra y disfruté como nunca. Fue una pasada, estaba haciendo una cosa con la que siempre había soñado. Tanto me gustó que hasta los 26 estuve compitiendo. Fui una de las pioneras. Los entrenamientos no tenían nada que ver con los de ahora. Nos llevaban nuestros padres a las competiciones, el material lo comprábamos nosotros, subíamos a entrenar cuando podíamos? Era todo muy casero, hoy es mucho más profesional. Por ejemplo, no existían los cascos con bluetooth y con el guía te entendías a gritos o con señas»
Colorado, punto de inflexión
En su primera competición, un Campeonato de España en Sierra Nevada, le temblaban las piernas. Tres años después, con 16, acudió al Mundial en Colorado. «Fue el despegue», reconoce. Magda consiguió el oro en descenso y dos medallas de plata. De esa competición guarda uno de los mejores recuerdos de su carrera:
«No tenía nada que ver, en cuanto a organización. Además, era la primera vez que cogía un avión, la primera que salía de España y fue muy especial».
Al regresar, un profesor del gimnasio le animó a practicar atletismo para no estar parada entre una temporada de esquí y la siguiente. Dos años después haría doblete en unos Juegos Paralímpicos. Primero compitió en los de Invierno celebrados en Albertville y después en los de verano en Barcelona, en casa,
«Alternaba las competiciones de esquí y atletismo. Cuando me iba a esquiar dejaba hecha la maleta de atletismo y al revés. A veces, si se retrasaba un vuelo, mis padres me tenían que llevar la maleta al aeropuerto. En todo un año sólo estuve 60 días en casa»
En Albertville ganó un bronce en eslalon gigante y en Barcelona, una plata en longitud. Magda estudiaba, a la vez que trabajaba en una empresa de Tecnología de la ONCE y entrenaba y competía en las dos disciplinas. ¿Cómo lo hacía?
«Si lo haces con ganas, puedes, aunque la parte muscular no tiene nada que ver en ambos deportes: en esquí contraes y en atletismo, estiras. Y claro, es muy difícil».
Así estuvo hasta que se retiró tras los Juegos de Nagano, en el 98.
«Ya no podía más. Me llamaron para ir a Sidney pero no podía ni física ni psicológicamente. El cuerpo tiene un límite»
Se marchó con la cabeza muy alta, con tres oros en descenso, eslalon y eslalon gigante. «Ni loca me lo hubiese imaginado», recuerda. Magda desea mucha suerte al equipo español que compite en Sochi estos días.
«Cuando vi la lesión de Jon pensé que se le habían acabado los Juegos, que ojalá llegase. Pero bueno, si ha tenido una buena recuperación y ha entrenado bien, aunque sea poco, hará un buen papel. Jon puede, yo creo que sí»