Bang, bang. A tiros, España ha conquistado su medalla número 36 en los Juegos Paralímpicos, la última que consigue en la capital japonesa. Ha sido un bronce y lleva la rúbrica de Juan Saavedra, el primer deportista que selló su pasaporte para Tokio hace tres años con un oro en la Copa del Mundo de Francia. Ahora ha sido el encargado de ponerle la guinda al botín del equipo español. La carabina del gallego ha disparado al podio en la prueba de 50 metros libre tendido R6 y nueve años después de su plata en Londres 2012 vuelve a saborear una presea en el mayor evento deportivo.
Hace unos días quedó cuarto, a dos décimas de los metales en 10 metros R3, un resultado que le espoleó para afrontar su prueba favorita, con la que este año ganó el oro en la Copa del Mundo en Emiratos Árabes Unidos. Con mucha seguridad y en la mejor etapa de su carrera, el pontevedrés sabía que estaba ante la oportunidad de subir al altar paralímpico en sus quintos Juegos. Era el momento de poner una pica en un escenario grande y no falló en el campo de tiro de Asaka, una base de la Fuerza de Autodefensa Terrestre de Japón.
Como si la tuviese soldada a sus manos, la carabina del gallego se mantenía recta, firme y fiable cada vez que apretaba el gatillo. Con el temple que da la experiencia fue clavando cada bala en un diámetro de 10 milímetros en un blanco situado a 50 metros. Es como darle al centro de una moneda de un céntimo. En la clasificatoria obtuvo la tercera mejor puntuación (620.6) de los 48 participantes y se coló entre los ocho mejores.
Una hora después regresaba a la galería de tiro para afrontar la final y continuó desplegando su puntería, calma y regularidad. Arrancó fuerte, siendo el mejor en la primera ronda con 103.9 puntos. Ya en el sistema de eliminación fue superando fases hasta amarrar la medalla por apenas cinco décimas, las que le separó del francés Cedric Fevre, que fue cuarto. El español se quedó en 226.3 puntos y no pudo luchar por el oro, que se lo llevó la eslovaca Veronika Vadovicova, ni por la plata, que fue para la sueca Anna Normann.
Saavedra, que tiene amputado parte de su brazo izquierdo tras padecer un cáncer cuando era adolescente, encontró su premio tras las 88 balas que disparó durante la competición. En las últimas tres temporadas dio un gran salto de calidad y mucho influyeron los conocimientos y la ayuda del israelí Guy Starik, “una leyenda y uno de los mejores entrenadores que hay a día de hoy. Asimilé varios cambios, gané en confianza, mejoré la rutina del tiro y aprendí a controlar la competición”, decía en una entrevista con este medio.
Para llegar hasta sus quintos Juegos tuvo que estirar los días al máximo para poder compaginar el deporte con su trabajo en una consultora energética. Se quedó sin ayudas económicas al no lograr un buen resultado en el Mundial de 2019 y todos los gastos salen de su bolsillo. Y, además, tampoco cuenta con unas infraestructuras decentes para sacarle más provecho a su potencial. Entrena en condiciones “complicadas” en el campo de tiro de Cernadiñas Novas (Pontevedra), una galería descubierta en la que en verano hace mucho calor y en invierno se congelan de frío. Pero una vez más ha demostrado su talento para imponerse a los obstáculos y sumar, a sus 47 años, su segunda medalla paralímpica tras el bronce de Londres 2012.
“Sentía presión. En Río es que ni me metí en finales y tenía el fantasma rondando por la cabeza, pero el primer día me metí en la final de los 10 metros, no pillé medalla por dos décimas y eso me sirvió de motivación. Ha sido muy complicado el ciclo por la incertidumbre de la pandemia. Estoy muy contento con el bronce, pero hay que ir día a día y seguir avanzando. No pienses mucho en lo que has hecho sino en lo que te queda por hacer. Espero ser también el primero en conseguir la plaza para París, en junio del año que viene ya en la Copa del Mundo hay otra oportunidad”, ha recalcado.