“Nunca olvides de sonreír porque el día que no sonrías, será un día perdido. Nada es imposible”. Ese es el leitmotiv que acompaña a Núria Marquès dentro y fuera del agua. Risueña, disciplinada, autoexigente y perseverante, la joya de la natación española se supera cada día a base de brazadas. Es un portento acuático. Su hambre no tiene límites y así lo atestigua su vitrina repleta de galardones con apenas 22 años. Posee la triple corona tras ser campeona paralímpica, mundial y europea, pero no se conforma, quiere más y confía en recolectar nuevas medallas en Tokio 2020, sus segundos Juegos.
En la piscina salpica su talento y descarga todo su descaro, no se arruga ante nadie. Cuando era pequeña le daba miedo competir y solo pensaba en divertirse, algo que sigue haciendo desde que empezó a chapotear con nueve meses. “El médico les dijo a mis padres que me ayudaría a fortalecer la espalda, ya que nací con el fémur de la pierna izquierda más corto y no crecía de la misma forma que el de la derecha”, relata. Tras varias operaciones, con nueve años le amputaron el pie para colocar una prótesis “con la idea de andar mejor y para que mi columna no se torciera”.
Pese al revés, Núria nunca se sintió diferente, era una niña como cualquier otra. “A mis padres les tengo en un pedestal, me ayudaron a normalizarlo y jamás me han sobreprotegido, hacía las mismas cosas que el resto de chicas. He llegado lejos gracias a los valores que me han inculcado. Nos dijeron que no andaría o que me costaría más, al final hasta lo hice antes que una vecina con mi misma edad”, dice entre risas. Pero su hábitat es el agua, donde mejor sabe desenvolverse: “Nadar me da libertad, domino más la piscina, ahí me siento mejor que caminando”.
Entrenar en el Club Natació Martorell con niños sin discapacidad fue clave para alcanzar un nivel alto cuando a los 11 años conoció la natación adaptada. “Sabía que me faltaba una pierna, pero eso no me hacía inferior a mis compañeros. No era ni la más lenta ni la más rápida, simplemente, una nadadora del montón, pero entrenaba las mismas horas, realizaba los mismos ejercicios y lo daba todo. Ese ambiente me ayudó a tirar hacia adelante, a tener confianza y a superar cualquier límite”, asegura.
Un palmarés de lujo
Muy pronto empezó a sobresalir la joven de Castellví de Rosanes (Barcelona). Debutó en 2014 en Eindhoven en su primer Europeo con cuatro metales, en 2015 repitió el mismo número de preseas en su estreno en un Mundial, en Glasgow. En 2016 se llevó siete medallas continentales en Funchal y tocó la cima con un oro en 400 libre y una plata en 100 espalda en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro. En 2017 en el Mundial de México subió al podio en seis pruebas -con tres oros-, elevó el listón en el Europeo de Berlín 2018 con siete preseas y en 2019 en el campeonato del mundo de Londres se llevó un oro y un bronce.
En mayo añadió a su increíble palmarés ocho medallas más tras firmar un gran Europeo en Funchal (Portugal). “Todas las tengo expuestas en mi habitación, las más valiosas son las que conseguí en Río 2016. Fue una experiencia de 10, inolvidable, lo repetiría mil veces más. Eran mis primeros Juegos y acabé muy orgullosa de la competición que hice. Pese a que han pasado cuatro años, cuando veo las medallas o las fotos que tengo en el móvil se me pone la piel de gallina”, confiesa la barcelonesa, que no se acomoda con lo que tiene y va a por su nuevo desafío: Tokio 2020.
Para ello, se ha sometido estos meses a una preparación exhausta, cada una de sus triples sesiones en el agua y en el gimnasio es una oda a las agujetas. “Se sufre con la natación, a veces no tienes ganas y hay bajones, pero disfruto con lo que hago, me lo paso bien y esa es la clave para llegar a cada campeonato en buena forma”, recalca esta prodigio del cloro. Para Jaume Marcé, su entrenador en el CAR de San Cugat, Núria “es muy madura y talentosa, una de las nadadoras más completas a nivel mundial. Tiene muchos sueños, ha sido campeona paralímpica, pero sigue luchando para reafirmarse en la élite. Siempre tiene una buena cara a la hora de entrenar, acude con actitud positiva”.
La catalana, que estudia Fisioterapia en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha tenido que sacrificar muchas cosas y momentos en estos años. “Tengo poco tiempo para dedicarle a mi familia y a mis amigos. Ya ni recuerdo cuando fue la última vez que tuve varias semanas seguidas de vacaciones. Pero elegí esta vida y para ser deportista de alto nivel tienes que dedicarte al 100%. El descanso, la comida y el bienestar psicológico hay que controlarlo. Cada detalle cuenta para arañarle una décima al crono”, apunta.
Lanzada a Tokio tras sus ocho medallas europeas
En su categoría, S9, el nivel ha aumentado y la competencia es cada vez más feroz con rivales como la neozelandesa Sophie Pascoe, la australiana Ellie Cole, la británica Toni Shaw, la china Jiexin Wang, la australiana Lakeisha Patterson y la española Sarai Gascón. “De muchas no sabemos nada porque apenas ha habido competiciones, es una incógnita, pero seguro que irán muy fuertes. Lo importante es no fijarme en ellas, sino en saber que estaré al 100%”, añade. En el Europeo fue la nadadora del equipo español con más preseas, subió ocho veces al podio: oros en 100 espalda y 4×100 estilos, platas en 100 braza, 200 estilos y 400 libre, bronces en 50, en 100 libre y en relevo 4×100 libre.
“Me sirvió de aprendizaje, costó un poco arrancar, pero me fui muy contenta con los resultados. La preparación ha ido muy bien pese a ser una temporada difícil, estoy con ganas de demostrar y de sacar lo trabajado en estos dos años tan duros”, apunta la polivalente nadadora, que llega a sus segundos Juegos Paralímpicos con el depósito lleno de “ganas, ilusión y con un punto más de experiencia, serán muy diferentes a los de Río, a los que fui sin haber hecho aún nada. Ahora acudo a Tokio con más presión, es difícil mantenerse cada año tan arriba, pero confío en estar con las mejores y en disfrutar con el equipo”.
Núria está preparada para competir en su baraja de pruebas, cuyas cartas con más opciones para lograr metales son los 200 estilos, el 400 libre y el 100 espalda: “Son las tres en las que mejor estoy para ganar medalla. El 200 no solía nadarlo hasta hace dos años y he mejorado mucho, me motiva bastante. También haré relevos femenino 4×100 estilos y estoy bien situada en el ranking en el 100 braza. Al tener cuatro días de descanso entre mis pruebas principales he decidido nadarla para no perder el hilo de la competición y seguir enchufada. Soy ambiciosa y cada vez que me lanzo al agua es para ganar. Repetir un oro en unos Juegos sería un sueño”.