Luis Miguel García-Marquina, un piloto de handbike curtido en la arena

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Desde crío le apasiona la velocidad y la adrenalina que le genera ir sobre dos ruedas. Luis Miguel García-Marquina nació con gasolina en sus venas. Aún no caminaba cuando aprendió a subirse a la Montesa Cappra VF que tenía su padre. Y con cinco años ya describía eses y aceleraba, disfrutaba entre curvas, baches, saltos y roderas. El motocross lo lleva en la sangre. Se convirtió en un gladiador curtido en los circuitos arenosos a los que peregrinaba para mostrarse competitivo bajo cualquier circunstancia. Se proclamó varias veces campeón de Castilla-La Mancha y era una promesa nacional, hasta que un accidente le dejó parapléjico. Una década después volvió a calarse un casco, aunque esta vez, de ciclismo, deporte en el que está dejando huella a los mandos de su handbike.

Da igual la máquina que pilote, lo da todo, le gusta sentir el riesgo, apurar en cada frenada y poner su cuerpo al límite. Natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), echó raíces en Tarancón (Cuenca), donde terminó de forjar su amor por el motor. Al principio se lo tomaba como un hobby, pero fue alcanzado por la vorágine de la competición. Su vida cambió de rumbo en 2002 en Albacete. Había disputado una carrera y le quedaba una segunda prueba cuando se puso a llover. “No me apetecía salir, pero me debía al público que había comprado su entrada. Iba sin ganas y pagué caro ese exceso de relajación. En el primer bache el asiento me dio en el trasero, perdí fuerza y caí de lado. No me hice ningún rasguño. Había tenido caídas más graves y nunca me rompí un hueso, pero esa, que parecía tan inocente, me mandó a una silla de ruedas”, narra.

Una vértebra se desplazó, provocándole una lesión medular. Lejos de abatirse por su nueva situación, se armó de positivismo y decidió no perder tiempo en lamentaciones. Lo único que le preocupaba era la desinformación acerca del mundo de la discapacidad. “Era mi miedo, solo tenía 23 años y no sabía a lo que me enfrentaba. Por desconocimiento, me imaginé sentado en un sofá delante de la televisión con una manta de cuadritos y alguien dándome de comer”, confiesa. En el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo se topó con otra realidad, aplicó la receta del éxito, la combinación del esfuerzo y la perseverancia, y en apenas un par de meses consiguió esa autonomía para valerse por sí mismo.

García-Marquina disputará en París sus segundos Juegos Paralímpicos. Compite en contrarreloj y en ruta. Foto: RFEC

En el pabellón del centro sanitario descubrió el baloncesto en silla gracias a José Miguel López ‘Cole’, su mentor. “Cuando tienes una discapacidad, la gente te trata con condescendencia, pero él te hacía sentir a gusto, veía la silla como el que lleva gafas, un complemento más. Nos dio alas a los que pasamos por sus manos. Era el entrenador del Peraleda y entré en el equipo sin haber cogido jamás un balón. Los primeros meses me los pasé tirando contra una pared -ríe-. Me permitía mantenerme bien físicamente e incluso jugaba de titular en una plantilla que contaba con los mejores, compartí cancha con Asier García, Agustín Alejos, Fran Lara, Sonia Ruiz, Txema Avendaño, Rafa Muiño o Bill Latham”, cuenta. Jugó durante diez años, siendo subcampeón de la Copa del Rey y de Europa, pero el deporte de la canasta no le terminó de llenar y lo dejó.

Al mismo tiempo, García-Marquina ejercía la abogacía y se especializó en reclamaciones de accidentes de tráfico y negligencias médicas para ayudar a muchas de las personas que pasan por el hospital. En una de sus visitas a Toledo se llevó una sorpresa con un paciente: “Se me acercó y me dijo que tenía mi moto, que si la quería me la enviaba a casa, no me lo podía creer, le había perdido la pista. Yo se la vendí a un amigo, que tuvo una caída con ella y se destrozó las caderas y quedó cojo. Él la vendió a un tercero, que quedó en silla de ruedas. Y este chico con el que me encontré, que había sido el último comprador, chocó contra un árbol y sufrió una tetraplejia. La moto, que tiene un historial negro, estaba destrozada, la restauré y la adapté. Un día, con la ayuda de mis amigos, me até las piernas al chasis y volví a rodar en el circuito de El Polvorín, en Tarancón. Cada año me monto en ella, me da libertad”.

El manchego volvió a sacar su vena competitiva a través del ciclismo, al toparse por casualidad con la handbike. En 2014, animado por un amigo de la infancia, corrió en Madrid una media maratón. “Llegué molido a meta, pero noté ese flechazo, fue el germen de una nueva pasión, era lo más parecido a lo que hacía antes entre curvas y velocidad”, asegura. Unos meses después disputó el Campeonato de España en Ciudad Real y, en el coche de camino a casa, le comunicó a su mujer que este deporte se le daría bien. “Pero ¿qué me estás contando, eres consciente de que has sido penúltimo? Eso me dijo -ríe-. Le hice caso a mi intuición y al año siguiente, en el mismo recorrido, quedé tercero”, subraya.

Se estrenó en el panorama internacional en Bilbao en 2016 y se llevó una decepción al comprobar el gran nivel que había. “Fue un golpe de realidad terrible, me vine abajo, estaba a años luz de mis rivales, era incapaz de seguirle el ritmo y llegué a plantearme continuar. De hecho, en 2017 solo corrí por España. En 2018 me compré una de las mejores bicis del mercado y fui doble campeón nacional con cierta solvencia. El seleccionador, Félix García Casas, me convocó para la Copa del Mundo en Emmen (Holanda) y a partir de ahí todo vino de rodado”, explica García-Marquina, que se instaló con los mejores tras una carrera sin atajos, con una evolución constante.

Luis Miguel García-Marquina con la medalla de bronce que ganó en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Foto: RFEC

Es habitual verle en el podio en Copas del Mundo, en mundiales y en europeos. De todas sus preseas, la que más brilla es el bronce de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 en la contrarreloj H3. “El sabor fue agridulce porque no llegué en mi pico de forma, algo que podría haber cambiado el color de la medalla. Aun así, fue algo maravilloso lo que conseguí”, afirma. Aquel resultado le dio alas para afrontar el siguiente ciclo hacia París 2024 y, aunque logró cierta regularidad, el pasado año se contagió de Covid-19 y su rendimiento se vio mermado en el Mundial de Glasgow.

“Venía de ganar el oro en la crono y en el Team Relay en la Copa del Mundo de Huntsville (EE.UU.), estaba con mucha confianza, pero la mala suerte se cebó conmigo. Sentía hormigueo y dolor en el brazo derecho, tuve fiebre y no podía respirar, fue un desastre. Ya en España fui a la Copa de Europa de Valencia y me preocupé porque tenía la mano dormida, no podía agarrar el pedal. Me dijeron que tenía una tendinopatía como secuela de esa enfermedad y que habría que operar. Era muy doloroso y llegué a plantearme la retirada, pero afortunadamente, con rehabilitación conseguí recuperarme, ahora ya está controlada la lesión”, comenta.

Esta año se colgó un bronce en la Copa del Mundo de Adelaida (Australia). Empezó fuerte, pero otra vez le golpeó el Covid-19, por lo que no pudo demostrar su mejor versión en las pruebas de Maniago (Italia) y Ostende (Bélgica). Pese a ello, en estos meses ha recuperado la forma y sueña en grande en sus segundos Juegos Paralímpicos. “El destino me da otra oportunidad. Estar en París es la guinda al pastel. He sufrido mucho para llegar hasta aquí, así que quiero disfrutar y dar el 100%”, apunta. Su categoría, H3, es de las más numerosas e igualadas por el nivel que hay, pero está con confianza y con la convicción de que puede obtener metal en las tres pruebas que hará.

“Si no creyese en que puedo luchar por las medallas, me habría quedado en casa. La competición saca lo mejor de mí, ahí elevo el pulso, aumento los vatios y genero agresividad. El día que no sienta eso, lo dejo. Voy a por la medalla en la contrarreloj, se me suele dar mejor, he sido subcampeón del mundo y bronce paralímpico. Pero no renuncio a la ruta porque es lo que he hecho toda mi vida desde que cogí una moto, una carrera con rivales es la esencia del ciclismo”, finaliza García-Marquina, un incansable currante de la handbike.

El handbiker español luchará en París por las medallas tanto en la contrarreloj como en la ruta. Foto: RFEC

LUIS MIGUEL GARCÍA-MARQUINA

Luis Miguel García-Marquina Cascallana (Jerez de la Frontera, 1979). Ciclismo. Bronce en la contrarreloj H3 en Tokio 2020. Medallista mundial y europeo. En París disputará sus segundos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Cabezota, fuerte y constante.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

Soy un desastre para preparar mi maleta, siempre se me olvidan cosas -ríe-. Pero lo que nunca puede faltar son la ambición y las ganas de competir.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Talento igual no, pero soy tan competitivo que se me da bien cualquier juego como el billar, el futbolín u otros que hago con mis hijos en casa -ríe-.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Teletransportarme. Sería increíble poder cerrar los ojos y al abrirlos estar en cualquier sitio del mundo.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A las agujas. La noche antes de hacerme una analítica no duermo -ríe-.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Las frutas, soy un obsesivo. Y, aunque no debo, también las gominolas -ríe-.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

A una casa que tengo en Los Alcázares (Murcia), por la paz y tranquilidad que transmite el lugar.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

A mi mujer y a mis dos hijos mellizos, Jorge y Lucía.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un oso grizzly.

10.- Una canción y un libro o película.

Soy un apasionado de la música, escucho más de 200 canciones, así que sería imposible elegir una. Un libro, ‘El conde de Montecristo’, de Alejandro Dumas.

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