Melany Berges, a por el broche perfecto a dos décadas de esprints

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De piel blanca nacarada y ataviada con gafas que protegen sus claros y vivaces ojos de la fotofobia que forma parte de su persona, Melany Berges flota sobre el tartán en cada zancada que la lleva al límite. Competidora feroz, lleva una carrera plagada de éxitos y también de reivindicaciones. Tras más de dos décadas de esprints, la velocista española vislumbra el ocaso de su trayectoria y tratará de ponerle el broche perfecto con el único premio que le falta en su currículo: una medalla en los Juegos Paralímpicos. Llega a París entusiasmada y dispuesta a pelear por subir al podio en alguna de sus dos pruebas, 100 y 200 metros T12 (deportistas con discapacidad visual).

En verano de 2021, poco después de proclamarse campeona de Europa en 400 metros, decidió alejarse de su deporte empujada por una serie de circunstancias personales y por quedarse fuera de la cita de Tokio. Durante año y medio no quiso saber nada del atletismo y se refugió en su profesión, en las aulas. Es profesora de Primaria. “Mi padre murió ese año y lo pasé fatal, no supe remontar. Estábamos en plena pandemia y, aunque gané el oro continental, no corría en mis marcas, no hice la mínima y me tocó ver aquellos Juegos por televisión. Un año malo lo puede tener cualquiera y creí que me darían una invitación, pero no llegó. Eso me desilusionó y me llenó de impotencia, así que dije que ya no invertía un minuto más en esto porque suponía mucho trabajo, disciplina, esfuerzo y desgaste psicológico”, cuenta con una mueca de amargura.

Una vez diluida la frustración, la pasión le ganó la partida a la rabieta y, a caballo entre la valentía y el orgullo herido, desempolvó las zapatillas de correr. “No podía irme por la puerta de atrás, así que me puse a entrenar porque quiero despedirme con una sonrisa y, si puede ser, con una medalla paralímpica”, sostiene. En su regreso rozó el podio en el Mundial de París al ser cuarta en 100 y en 200, confirmando que aún le queda gasolina para rendir entre las mejores. “Con confianza, cualquier objetivo se puede lograr. Hice marcas personales en dos pruebas que son explosivas, opuestas al 400, la distancia que siempre he corrido. Por tanto, estoy satisfecha, tengo margen de mejora y espero demostrarlo en los Juegos”, apunta Berges, que acaparó focos mediáticos tras ese campeonato del mundo ya que perdió el bronce en los 200 ante la italiana Valentina Petrillo, atleta transgénero.

La atleta española en los 400 metros T12 en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016. Foto: CPE

“Me sentí abrumada y me generó ansiedad, es una pena que te conozcan por este motivo y no por lo que he conseguido en la pista. Ella no cometió ninguna injusticia ya que le dejan competir, tendríamos que echarles la bronca a World Para Athletics y al Comité Paralímpico Internacional por permitirlo. Me gustaría que se regulase porque no estamos en las mismas condiciones, te sientes en desventaja. En el deporte te pueden ganar, pero no de esta forma, por genética ella es superior al resto”, explica. Ese bronce le hubiese dado plaza directa para París y una beca económica para preparar con más tranquilidad los Juegos. “La ayuda que me quedó no me da ni para comprar batidos de proteína. He puesto dinero de mi bolsillo porque me quedaba un último cartucho, pero ha merecido la pena, logré la mínima”, añade.

Su vida está escrita a base de constancia y paciencia, con la filosofía del pico y pala. Nació con albinismo y tiene un resto visual del 10%, algo que no le ha frenado para hacer todo lo que se ha propuesto. Esa falta de melanina y escasa visión le convirtió en motivo de burlas por parte de algunos compañeros. “Estudié en un colegio convencional y, a veces, hay niños que son crueles. Yo llamaba la atención por mi aspecto físico, iba con gorra, gafas de sol y protección solar. Y también por todos los instrumentos de adaptación que llevaba en clase: una especie de catalejo para ver la pizarra, un atril o un flexo que molestaba a los alumnos y se quejaban. Pero bueno, aprendí a llevarlo bien”, confiesa con una sonrisa.

De niña era un terremoto, siempre muy activa y tuvo que enfrenarse a muchos noes en su etapa escolar, no entendía por qué le ponían ciertas barreras. “Quise hacer deportes de equipo con mis amigas, pero algunos profesores no me dejaban, me decían que era peligroso para mí y sutilmente me recomendaban que hiciera actividades de manualidades, pero no quería eso, me parecía aburrido. Me sentía como un caballo salvaje al que no dejan galopar, necesitaba desfogar”, relata. Pudo canalizar toda esa energía que llevaba dentro cuando se afilió a la ONCE con ocho años. Los fines de semana acudía a una jornada multideportiva en la que practicaba natación, judo y atletismo.

Esta última modalidad le atrapó, sobre todo, el salto de longitud. “Me encantaba rebozarme en la arena”, bromea. En su debut internacional, con 15 años, fue campeona del mundo junior en Colorado (Estados Unidos). Poco después cambió a la velocidad porque dando brincos se estancó: “No avanzaba y tenía dos opciones, dejarlo o probar los 400 metros, que no me gustaba nada, le tenía pánico. Pero no me quedaba otra si quería seguir”. En el Mundial de Doha en 2015 ganó su primer metal en categoría absoluta, un bronce en relevos 4×100 metros. En 2016 conquistó el oro en el Europeo de Grosseto (Italia) como cuatrocentista. Y ese año participó en sus primeros Juegos Paralímpicos. En Río de Janeiro sumó dos diplomas.

Melany Berges y Sergio Díaz durante el Mundial de París en 2023. Foto: CPE

“Es un recuerdo inolvidable, mágico. El estadio de Maracaná estaba lleno y me impactó. La carrera que tengo más marcada fue la de las semifinales de los 400, hice marca personal y récord de España. Era impensable meterme en la final, que fue la más rápida de la historia en unos Juegos en esta categoría. El nivel de las rivales era brutal, así que terminé muy satisfecha con el cuarto puesto”, afirma. En los siguientes años, la catalana continuó agrandando su palmarés: subcampeona del mundo en 2017 en Londres, dos platas en el Europeo de 2018 en Berlín y un oro continental en 2021 con Jaime del Río como guía. Ahí fue la última vez que corrió un 400. Ahora disfruta como nunca con los 100 y 200 metros, unida por una cuerda a Sergio Díaz, sus ojos en la pista.

“Es muy bueno, tiene mucha calidad y se implica, busca y estudia cada detalle para poder mejorar. Tuvo que ponerse las pilas porque desconocía esta labor, pero en poco tiempo aprendió, sabe guiarme muy bien. En el 100 hemos incidido en la salida porque nunca utilicé los tacos, es una técnica muy específica y laboriosa. He invertido tiempo, dinero y energía y las marcas están saliendo -hizo récord personal con 12.35 en junio-. Tengo 34 años y, como el buen vino, me sienta bien la madurez, tengo nivel para estar en una final y aspirar a algo más”, apunta. Competir en sus segundos Juegos Paralímpicos es “la recompensa y el colofón perfecto a todos estos años de trabajo”.

Se muestra ambiciosa, aunque es consciente de que tendrá que medirse a atletas muy fuertes, como la cubana Omara Durand, imbatible desde 2011. “Hay rivales duras y será complicado, pero puedo estar con ellas peleando por la plata o el bronce, soy ambiciosa, nada es imposible. En estos meses mi inspiración ha sido Ilia Topuria, que visualizaba lo que ha conseguido, ser campeón del mundo de la UFC. Estoy buscando ese sueño, el de la medalla paralímpica. París será el punto y final de mi carrera al más alto nivel, me gustaría ser madre y dedicarme a mi profesión, es difícil compaginar trabajo y deporte. Quiero irme por la puerta grande. Eso sí, igual si logro un metal continúo un poco más”, dice riendo.

Melany Berges aspira a las medallas en 100 y en 200 metros en los Juegos Paralímpicos de París. Foto: IPC

MELANY BERGES

Melany Berges Gómez (Barcelona, 1990). Atletismo. Oro en 400 metros T12 en los europeos de Italia 2016 y Polonia 2021. Subcampeona del mundo en 2017 y dos platas en el Europeo de 2018 en Alemania. Doble diploma en Río de Janeiro 2016. En París disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.

1.- Defínase con tres adjetivos.

Constante, alegre y trabajadora.

2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?

La cadena de oro de mi padre y los calcetines de la suerte, que eran amarillos fosforitos, pero de tanto usarlos parecen grises ahora -ríe-.

3.- ¿Tiene algún talento oculto?

Haciendo manualidades con resina y pintando con acuarela.

4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?

Parar el tiempo.

5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?

A los bichos en general, sobre todo, a las arañas y a las serpientes.

6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?

Un buen arroz a la cubana, tiene mucha energía.

7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?

Desconecto yendo a Cantabria, allí practico surf.

8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?

Unas cerillas, un chubasquero y una navaja.

9.- ¿En qué animal se reencarnaría?

En un caballo.

10.- Una canción y un libro o película.

‘Stand up for rock ‘N’ roll’, de Airbourne. Y película, ‘Un ciudadano ejemplar’.

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