Un rayo de luz llamado Eva: la triatleta que quedó parapléjica tras caerse en una prueba

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  • La triatleta Eva MoralLa triatleta se quedó parapléjica después de sufrir una caída en el descenso del puerto de La Morcuera durante una marcha cicloturista en septiembre.
  • La madrileña se recupera en Toledo, afronta sus primeros contactos con la handbike, reparte optimismo entre otros pacientes y piensa en Río 2016.
  • «No es sólo no andar, es todo lo que eso conlleva. Eso es lo que psicológicamente se lleva peor. Me encanta el deporte y voy a seguir practicándolo».

20minutos.es – De Eva Moral, que encara los primeros dos meses ingresada en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo de los seis que tiene programados, dicen los médicos que llevan la rehabilitación que es «un rayo de luz que entra todos los días por la ventana del gimnasio». Por su actitud. Por su positivismo. Hasta por su humor («hemos estado probando hoy a subirme a la silla desde el suelo y como se me caen los pantalones les he enseñado a todos el culo»). Y por su naturalidad.

La triatleta del Tri-Val de Valdemoro, de 31 años, sufrió una caída el pasado mes de septiembre durante una prueba cicloturista en la Sierra de Madrid y se quedó parapléjica. Lo asume sin tabús ni rodeos. Y con la convicción firme de un próximo retorno, empujada por los nuevos retos, al deporte que le robó el corazón después de una sugerencia para probarlo tras ganar una carrera popular. Mi lesión es desde el ombligo hacia abajo y no voy a volver a mover las piernas «Mi lesión es completa. Mi lesión es desde el ombligo hacia abajo y no voy a volver a mover las piernas». Y de la desgracia extrae fuerza. «Al final se trata de asimilarlo.

Es lo que hay. Hay que asimilarlo, aceptarse con el nuevo cuerpo y tirar hacia delante. Por eso estamos aquí, para adaptarnos a una nueva realidad. No se trata sólo de no andar, se trata de todo lo que eso conlleva. Eso es lo que psicológicamente se lleva peor.

A mí me encanta el deporte y sé que voy a seguir practicándolo. Ese objetivo me está ayudando», proclama esta abogada que trabaja dentro de la asesoría jurídica de una entidad bancaria. En el horizonte, Moral se fija el reto de acudir a unos Juegos en Río para afrontar el paratriatlón, triatlón adaptado que debutará en el programa paralímpico en Brasil. Primero tiene que concretar su recuperación. «Pero estoy deseando volver entrenarme», sonríe apenas un par de jornadas después de haber podido probar por segunda vez una handbike, salir «un poquitín» del recinto hospitalario y ser «pillada» fuera por un médico. «Eran días de sonrisa que no cabía en la cara. No podía ni dormir de la emoción. Con la primera vuelta que di con la handbike lloré como una niña pequeña. Tenía miedo de que no me gustase o que pasara algo… Pero volvieron sensaciones reconocibles, sentía ese beso de la brisa». La piscina aún tendrá que esperar un poco. «La natación es mi segmento favorito.

Lo que antes hacía más era correr, pero cuando me metí en el triatlón acabó siendo en lo que menos me gustaba entrenarme. Aunque yo era más de competir que de entrenarme, porque tampoco tenía tiempo. Me escapaba un rato a la piscina y según llegaba a casa del trabajo me quitaba los tacones y me ponía las zapatillas Y a correr». ¿Cómo surge el reto paralímpico? «En el 12 de Octubre salió el tema porque no dejaba de decir que iba a seguir haciendo triatlón. No penséis que lo voy a dejar, les decía a todos.

Gustavo Molina, un paratriatleta que ha fichado por mi club, vino a verme al hospital, me dijo que él hacía de todo y sus palabras me animaron mucho. Se puso a mi disposición para cualquier duda. A Rafa Botello también le tengo frito por el móvil… Así surgió la opción de Rio. Un objetivo a largo plazo. El que no se pone objetivos grandes no lo puede intentar al menos, ¿no? La aventura está en el camino. Si lo logramos, genial. Y si no, a por los siguientes», comenta. No es el único reto. «Y también el Ironman de Lanzarote», introduce en la conversación Antonio Molina, presidente del Club Tri-Val. Eva no deja de sonreír y se intensifica el brillo de sus ojos. «También corría carreras de 10 kilómetros, un día me propuse hacer un medio maratón… y lo hice», aporta con complicidad. Hasta ha encontrado el apoyo de todo un Javier Gómez Noya, protagonista en alguna fotografía que adorna su habitación. Consciente de la gravedad Fue bajando el Puerto de La Morcuera hacia Rascafría.

En una curva ligeramente mojada por la llovizna, la bicicleta de Moral perdió tracción y se fue contra un pretil. Podía haberse quedado en eso. Pero con el impacto la triatleta salió catapultada por un pequeño barranco. Siete metros. En la caída, su espalda chocó contra un árbol. «Y ahí fue. Con el impacto me partí la columna y ésta se desplazó tanto que seccionó la médula. No perdí la conciencia en ningún momento. Aunque tampoco sentía nada de dolor. Sabía desde el primer momento lo que me había pasado: caí boca abajo y tenía las piernas en una postura extraña. Me he roto la espalda, pensé. Pero no sentía nada. Me sorprendió.

Le pregunté a un médico en la UCI del hospital y me explicó que el cerebro, cuando se supera un determinado umbral del dolor, deja de sentir». Con el impacto me partí la columna y ésta se desplazó tanto que seccionó la médula No sentía nada físico, cuenta. Pero sí habla de miedo. «Nadie me había visto caer. Yo pensaba que no me iba a encontrar nadie. Me hice un corte importante en la barbilla y lo único que veía era sangre. En ese momento pensé que tenía la cabeza abierta. Tenía claro qué había pasado, pero lo que me daba miedo era que no me encontraran. Cuando llegó un chico de la organización se quedó conmigo, tumbado a mi lado. Me decía que no me preocupara. Yo le decía que no iba a poder correr nunca más… Después me relajé y me quedé adormecida.

Todos esos momentos se me hicieron cortísimos, como si hubieran sucedido en dos minutos». Moral fue transportada en helicóptero hasta el hospital Doce de Octubre de Madrid. «Ya allí me dijeron qué es lo que me pasaba… pero ya lo sabía. Eso lo sé, les dije a los médicos, pero ¿cómo están mis padres? Me preocupaba el disgusto que se iban a llevar». Para muchos Eva es una referencia. Una fuente de ánimo y de respuestas. «Cuando me tranquilicé», recuerda su madre, Rosario, «me dije que eso había pasado por algo: había pasado porque Eva iba a ayudar a muchísima gente». «No me considero un ejemplo. Sí, estoy animada e intento animar a los demás. Pero no soy un ejemplo. Es mi personalidad. Soy así. Y esto es lo que me ha tocado vivir.

Un compañero me decía el otro día que le encantaba conducir y que ya no iba a poder hacerlo más. ¿Cómo qué no? Conducirás de otra manera, pero lo harás. No me digas que no puedes, le dije. Dime algo que no puedas hacer ahora. Lo puedes hacer todo, de otra manera diferente, pero lo vas a poder hacer. Así es como lo tenemos que ver», proclama. Y añade: «Yo aprendo de todos.

Cuando vienen los veteranos a alguna revisión me voy hacia ellos y los hincho a preguntas». «De niña siempre quería ganar. Y si no ganaba se cogía sus buenos cabreos y decía que ya no quería jugar más», recuerda José, su padre. «Es una persona muy competitiva, pero en el buen sentido. Es muy responsable. En la vida, en su trabajo, en sus estudios… siempre». ¿Y de qué triatlón guarda un recuerdo más especial? «El más bonito fue el primero», recuerda. «Fue una Liga de Clubes en Canet.

Nunca había nadado en el mar y ese día había unas olas… Todo el mundo iba con neopreno. Menos yo. En el agua andaba perdida. Aquí naufrago, pensé. Al salir de agua le pregunté a mi padre si era la última. Si me hubiera dicho que sí me hubiera quedado allí, seguro. No lo era. Y acabé puntuando». «Siempre acabamos llegando donde nos esperan», escribe José Saramago en su libro El viaje del elefante. Y a Eva Moral se la espera en su deporte.

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