Anna María Peiró, una dama acuática y una ‘guerrera’ de la canasta

La deportista catalana ganó ocho medallas de oro y dos de bronce como nadadora en dos Juegos Paralímpicos y también fue jugadora de baloncesto en silla de ruedas durante 13 temporadas.

0
238

Jesús Ortiz / dxtadaptado.com

Con las gafas bien apretadas se sentaba sobre el poyete durante 30 segundos para meditar y visualizar la prueba. Ahí empezaba a intimidar a sus rivales. Era su signo de identidad, una manía que le daba seguridad antes de lanzarse al agua y que le funcionó para vivir encaramada en la élite de la natación durante la década de los 80. Anna María Peiró fue una de las mejores nadadoras del mundo, ganadora de 10 medallas en dos Juegos Paralímpicos y 20 metales en mundiales. Fue una deportista poliédrica ya que también militó en varios equipos de baloncesto en silla de ruedas durante 13 temporadas y practicó el esquí acuático con buenos resultados.

Anna María Peiró en el poyete de una piscina.

Con tres meses de vida el virus de la poliomielitis atacó su sistema nervioso y le dejó afectada su pierna izquierda. Desde pequeña ha batallado esa enfermedad con brazadas de superación. Pronto perdió el respeto a zambullirse. “Los médicos recomendaron a mis padres la natación para mejorar los problemas de movilidad. Vivía en la modesta barriada del Raval y la piscina más cercana era la del CN Montjuic, así que allí empecé con tres años y luego continué con cursillos porque me enganchó. En el agua era donde mejor me desenvolvía”, relata.

Por las mañanas acudía al colegio y cuando terminaba, se marchaba rauda a la pileta. Era una más en aquel club convencional, “siempre tuve suerte de sentirme integrada con el resto de niños”, dice. Con 11 primaveras descubrió el deporte adaptado y al año siguiente ya dejaba boquiabiertos a los presentes en el campeonato de España en Zaragoza. “Casi no me dejan participar por mi edad, pero se me daba bien, logré buenos resultados ese año”, recuerda. Nadie podía vislumbrar el potencial de aquella niña pizpireta y de melena rubia, cuya única meta era divertirse con sus amigos en el agua.

Apenas tenía 16 años y se quedó fuera de la selección española para los Juegos de Arnhem (Holanda) 1980. “No me dolió, había gente mejor, ahí estaba más centrada en mis estudios. Pero tras aquello decidí volcarme más en la natación, empecé a dedicarle más horas a los entrenamientos y di un salto importante, mi nivel no paró de crecer”, cuenta. Eclosionaron sus virtudes y coleccionó medallas en los campeonatos del mundo de Stoke Mandeville durante tres años seguidos. Ahí ya cuidaba ese deseo de subir al peldaño más alto del podio en unos Juegos Paralímpicos.

Anna María Peiró, abanderada española en Nueva York 1984,

Siete medallas en los mismos Juegos

Su primera oportunidad llegó en Nueva York 1984, las expectativas eran altas y la barcelonesa no defraudó. Dio un recital en la piscina de la Universidad Hofstra: cinco oros en 100 mariposa, 100 espalda, 200 estilos y relevos 4×100 libre y 4×100 estilos, así como dos bronces en 100 braza y 100 libre. La cosecha de preseas más nutrida de un deportista español en unos mismos Juegos Paralímpicos hasta la fecha. “Es un orgullo que después de tantos años siga siendo la que más medallas ha conseguido en una misma edición. Pero me gustaría que alguien superase ese récord”, matiza.

“Fue una competición dura porque tuve las pruebas muy seguidas, no me daba tiempo de salir del agua cuando tenía que volver para luchar por otra medalla. Esos logros eran la recompensa a tantas horas de trabajo. Fueron unos Juegos especiales porque, además, llevé la bandera española en el desfile de inauguración, donde me saludó el presidente estadounidense Ronald Reagan. Sudé la gota gorda porque pesaba muchísimo, pero aguanté de pie. Y eso que casi me quedo sin ir porque al principio me dijeron que tenía que llevar falda y me negué, les dije que renunciaba a competir si me obligaban. Al final me dieron un traje de pantalón”, dice riendo.

Tras la cita neoyorquina, Anna María siguió creciendo y ganando medallas en mundiales y en europeos, pero se tomó un año de relax porque “estaba saturada y tenía algún problema personal”. Volvió a la pileta para acudir a Seúl’88 y lo hizo a lo grande tras conquistar tres preseas doradas en 100 libre, 400 libre y 100 espalda. “No estaba al 100%, pero me fue bastante bien, hice buenas marcas y me llevé tres victorias. En aquellos Juegos fue la única vez en la que me hicieron sentir deportista de élite, nos trataron muy bien, compartimos las mismas instalaciones en las que días antes estuvieron los olímpicos y las gradas estaban llenas, nunca antes había nadado con tanto público. Lo que más me extrañaba era el firmar autógrafos, algo nuevo para mí”, recalca.

Anna María durante su etapa como jugadora de baloncesto.

De la piscina a la cancha de baloncesto

Tenía 26 años y estaba en su mejor momento, pero decidió colgar el bañador. “Trabajaba como funcionaria en la Generalitat de Cataluña, quería más tiempo para mí, no podía dedicarle tanto tiempo a la natación y seguir la misma rutina, así lo que dejé”, cuenta. De la piscina pasó al esquí acuático en el Canal Olímpico de Castelldefels y en el pantano de Sau, ganando varias medallas en un Europeo en Manchester, y también a las canchas para enrolarse en 1991 en el Club San Rafael de baloncesto en silla de ruedas y luego en el UNES Sant Feliu.

“Nunca había cogido un balón y quise probarlo para pasarlo bien, sin ninguna meta de llegar a competir. Pero se me dio bien y acabé jugando muchos años. Al principio había una Liga femenina y la Copa de la Reina, la cual ganamos varias veces, y luego tuvimos que incorporarnos a equipos mixtos”, explica. Su evolución en la pista le granjeó un puesto en la selección española que disputó el Europeo de 1997 en Madrid.

“En ese campeonato, con Josep Sabaté como entrenador, vencimos a Israel y era el primer partido que ganaba España en su historia. Por desgracia, la selección desapareció justo después. Lo dejé en 2005 cuando jugaba en el CEM L’Hospitalet para cuidar de mis padres, que habían enfermado”, comenta la catalana, que se congratula por la etapa gloriosa que está viviendo el baloncesto femenino español, que tras 29 años volverá a disputar unos Juegos Paralímpicos.

Anna María Peiró practicando esquí acuático.

“Es un orgullo y una satisfacción verlas entre las potencias mundiales, las primeras generaciones pusimos la base y ellas han continuado esa lucha, ahora están recogiendo los frutos. Aunque estoy algo despegada de la actualidad, en 2021 seré una seguidora más y las apoyaré durante los Juegos de Tokio”, recalca. Con la finalidad de mantenerse en forma retomó la natación en 2008, un año después de recibir la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo. Ahora, en el azul de las piscinas Picornell salpica con cada brazada una hazaña o una imagen de aquellos años gloriosos. La historia de una obrera del cloro y de la canasta cuyo secreto para llegar al éxito fue el trabajo, la perseverancia y una descarada confianza en sus posibilidades.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí