Christian Venge, un volcánico ciclista en la carretera y en el velódromo

Junto a su piloto David Llauradó fue uno de los mejores contrarrelojistas del mundo en tándems. El catalán es el que más medallas le ha dado al ciclismo español en los Juegos Paralímpicos con dos oros, dos platas y un bronce.

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Christian Venge y David Llaurado en la prueba de contrarreloj en carretera

Jesús Ortiz / dxtadaptado.com

De pequeño ya le rendía culto a la bicicleta en sus salidas con el pelotón de amigos por parques, zona montañosa y asfalto del barrio de Montbau (Barcelona), al pie de la sierra de Collserola. Con una Bicicross BH de color rojo daba rienda suelta a su talento y competitividad con las carreras que organizaba su cuadrilla dando vueltas a la manzana. La poca visión que le quedó tras ser operado de cataratas no fue óbice para que Christian Venge creciera como cualquier otro niño. Él solo quería pedalear y disfrutar. Esa afición por el ciclismo surgió viendo los hachazos y gestas de Perico Delgado, ganador del Tour de Francia’88 y de la Vuelta a España 85 y 89. “Era mi ídolo de la infancia, él me hizo aficionarme”, reconoce.

Aunque no fue hasta los 26 años cuando, por casualidad, enfocó su mente en un futuro deportivo. En tándem, con pilotos como Jordi Domingo y, sobre todo, con David Llauradó, el catalán se fraguó como un volcánico ciclista en la carretera y en la pista. En 17 años de trayectoria construyó un currículum de aúpa. Puede alardear de haberse enfundado varios maillots arco iris de campeón del mundo y de lucir cinco medallas (dos oros, dos platas y un bronce) en cuatro Juegos Paralímpicos.

Mientras estudiaba Estadística en la Universidad probó la natación y el atletismo. Luego hizo sus pinitos con el triatlón, disputando algunas pruebas regionales, pero sus problemas con la vista le impedían rendir al máximo sobre las dos ruedas. “Había tenido ya algún susto con la bici y un día entrenando me crucé con un tándem, que me animó a pasarme por el velódromo de Horta. Allí conocí a Joan Artero, que era técnico de ciclismo de la ONCE, y empezó a formarme. Al principio me costó mucho dominar la bicicleta porque era pesada y el manillar muy rígido”, cuenta.

Primeros logros

A partir de ahí sus piernas comenzaron a acumular kilómetros y a reposar sueños y desafíos. Vengé, de físico liviano, apenas llevaba unas sesiones de trabajo cuando demostró que estaba hecho para esta modalidad tras ganar en su debut en una competición en Cataluña en 1998. “Sufrí un montón, nunca tuve un dolor de brazos tan brutal como en esa prueba”, confiesa. Ese mismo año fue quinto en la prestigiosa Escalada a Montjuic. Una temporada después llegó su estreno internacional y lo hizo a lo grande, con un oro en fondo y una plata en persecución en pista en el Europeo de Bloise (Francia) con Jordi Domingo como piloto.

“Pese a que en campeonatos nacionales habíamos ganado a gente que estaba disputando mundiales, me conformaba con no abandonar. En la ruta jugamos con el factor sorpresa, nos escapamos cuando faltaban bastantes kilómetros. El pelotón, como no nos conocía, nos dejó ir y cuando reaccionaron ya era tarde. Era la primera medalla importante que conseguía”, rememora. Su talento no pasó desapercibido para el seleccionador nacional, Faustino Pérez, que lo reclutó para los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, donde alcanzó el metal de bronce.

“Recuerdo que nos perdimos la ceremonia de apertura porque nos teníamos que levantar muy temprano para competir y las piernas tenían que estar descansadas. De hecho, en mis cuatro Juegos nunca formé parte del desfile de inauguración porque corría al día siguiente”, explica. En el velódromo australiano de Dunc Gray, la pareja española firmó el cuarto mejor tiempo en las clasificatorias y en la pelea por el bronce batió al dúo australiano: “A mitad de la prueba se les salió el pedal, al no ser una avería, sino un fallo, teníamos que seguir y ganamos. Ya en el podio con la medalla me costaba asimilarlo, apenas llevaba dos años montado en un tándem”.

Vengé y Llauradó durante una competición

Con David Llauradó llegaron los éxitos

A finales de 2001 cambió de guía y encontró en David Llauradó la horma de su zapato. Con el piloto reusense formó una dupla constante como el golpe del martillo, homogénea y armónica dándole a los pedales, una de las más laureada de España. “El secreto de nuestros éxitos estaba en que éramos dos corredores casi iguales, nos entendíamos a la perfección tanto dentro como fuera del deporte, nos considerábamos como hermanos”, dice. El trabajo no tardó en cristalizar en buenos resultados. En el Mundial de Alemania en 2002 sacaron una plata en pista y un bronce en ruta. Y en el Europeo de Praga 2003, doblete dorado en persecución y en contrarreloj.

Tenían ambición, cuando ganaban una carrera ya planeaban la siguiente con la misma voracidad. En sus primeros Juegos juntos, Atenas 2004, cayó una plata en combinada (crono y fondo en carretera). “Nos faltó un pelo para el oro, nos quedamos a dos segundos. Y en la persecución nos llevamos la medalla de chocolate tras ser cuartos. Ahí, los españoles hicimos el ridículo. Apareció un australiano, Kieran Modra, que no estaba entre los favoritos. Salió el primero y batió el récord del mundo. No nos lo creíamos y reclamamos a los árbitros, pensamos que se habían saltado una vuelta. Pero no, es que era una bestia. En la final por el bronce nos vencieron los británicos”, relata.

Vengé y Llauradó en la persecución del Mundial de Suiza.

En el siguiente ciclo paralímpico no pararon de cosechar medallas, confirmando que eran dos espléndidos contrarrelojistas. En 2005 fueron campeones de Europa en Alkmaar (Holanda) y en 2006 y 2007 lograron el maillot arco iris en persecución en el Mundial de Suiza y en la crono en Burdeos, respectivamente. “En la pista no éramos favoritos, pero contamos con el factor suerte ya que no participó Modras. Y en Francia nos salió una prueba espectacular en un circuito exigente y con tramos de subidas que nos iba mejor”, comenta. Vengé y Llauradó llegaban lanzados a los Juegos de Pekín 2008, en los que subieron dos veces al podio con un oro y una plata.

“En la contrarreloj casi nos da un ataque al corazón a David, a mí y al seleccionador Félix García Casas. Íbamos sobrados, le sacábamos una gran ventaja a nuestros perseguidores, pero en una cuesta al cambiar de plato se nos olvidó bajar el piñón y la cadena se nos salió, aunque menos mal que volvió a entrar rápido y pudimos continuar. En la persecución hicimos una clasificatoria súper buena, pasamos a la final por apenas una milésima. Ya habíamos cumplido, estábamos felices con la plata, el oro fue imposible, ahí estaba el australiano Modras con su piloto, nos doblaron incluso”, narra el barcelonés.

El tándem español tras ganar el oro en la crono en Pekín 2008

Último maillot arco iris en Italia

El tándem español atravesaba por su mejor momento y lo volvió a plasmar en años posteriores tanto en el velódromo como en la carretera con un puñado de preseas mundiales, incluido un nuevo maillot arco iris en Bogogno (Italia) en 2009. Y en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 mostró su hegemonía en la especialidad conquistando el oro. “Hicimos una concentración buenísima en Portugal y llegamos muy fuertes, conscientes de que podían ser nuestros últimos Juegos, así que lo dimos todo y nos salió una crono redonda, ganamos por menos de dos segundos”, apunta.

Tras ello tuvieron una concatenación de hechos desafortunados que les impidió brillar en las grandes citas. “Ganamos un bronce en la Copa del Mundo de 2013 en Canadá pese a que se nos rompió la cadena de transición y unos días después en el Mundial, el mecánico nos tensó tanto la cadena que la bici iba frenada, fue una decepción porque solo pudimos ser sextos. Fue duro porque si no ganas, la beca económica que te dan es de risa”, añade. En 2014 Vengé se fracturó la cadera tras una caída y no pudieron acudir al Mundial. Y en 2015, el último curso en la élite, ganaron un oro en la Copa del Mundo de Bilbao y un bronce en Alemania.

Christian Vengé y David Llauradó con el oro en Londres 2012.

“El Mundial era en Suiza y la selección tenía un presupuesto para comer de 20 euros por persona al día. En una semana adelgazamos tres kilos y, claro, en la crono no teníamos fuerzas, estábamos famélicos. Acabamos hastiados y ahí dijimos adiós”, lamenta. Dejó de competir, pero no de pedalear. En estos años ha ido alternando sus aficiones por la guitarra clásica, la lectura y el voluntariado en la protectora de animales ‘Huellas Callejeras’ con salidas en bici por las carreteras y montañas de Castellón. “A mis 47 años podría estar al más alto nivel, este año llevo 18.000 kilómetros. Pero no tengo piloto ni tándem y las federaciones no están por la labor de poner facilidades. Sigo entrenando porque me gusta, es una pasión”, afirma.

Está orgulloso de su pasado, pero vive el presente con humildad. “Me gustaría revivir esos momentos gloriosos, las concentraciones con los compañeros, lo echo mucho de menos. Pagaría por tener una máquina del tiempo y volver a esa etapa. A veces abro el cajón para mirar las medallas que logré y tengo nostalgia. Cuando estás en la vorágine de la competición no te das cuenta de lo que estás haciendo, hasta que no te retiras no le das valor y saboreas cada triunfo”, sentencia Christian Vengé, un nombre encadenado a la historia del ciclismo paralímpico español.

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