El último baile de Vic González en la nieve

El ‘rider’ ovetense dirá adiós a la alta competición tras disputar sus segundos Juegos Paralímpicos de invierno. En Pekín será el abanderado español: “Quiero darlo todo, ser competitivo y disfrutar”.

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El 'rider' español Vic González disputará en Pekín sus segundos Juegos Paralímpicos. Fuente: Gorka Martínez @gkmph

“No lo intentes, hazlo” es el leitmotiv que guía a Vic González desde febrero de 2015 cuando su vida viró bruscamente de rumbo. El ovetense se encontraba haciendo un curso de avalanchas en el Parque Nacional de Aigüestortes (Lérida) y debido a la mala visibilidad chocó contra un muro y al caer de cabeza se rompió las vértebras C5 y C6, además de sufrir una invasión medular del 30%. El médico le dijo que se quedaría tetrapléjico, no podía mover nada del cuello hacia abajo, y la imagen de su madre cuidando su cuerpo inerte le provocó tal tormento que el suicidio fue un pensamiento que burbujeó por su mente. Hasta que cambió el chip y decidió aferrarse a una tenue luz de esperanza. La tabla de snowboard fue su mejor aliada.

En la cama del hospital prometió que iría a unos Juegos Paralímpicos y cumplió su palabra en Pyeongchang 2018. Pero su debut -fue duodécimo- no le dejó buenas sensaciones y decidió continuar cabalgando en la nieve pese a los obstáculos para llegar hasta Pekín 2022, su segunda cita invernal y en la que pondrá punto y final a su etapa como deportista en la alta competición. Será el último baile sobre el manto blanco del tenaz y perseverante ‘rider’ asturiano, que será el abanderado español en la ceremonia de inauguración en el estadio ‘Nido de Pájaro’.

“Estoy ilusionado con competir por última vez, pero tengo más ganas de empezar el nuevo ciclo de mi vida y dedicarme a ser más funcional, a caminar por la montaña, a andar en bicicleta, a retomar el surf y compartir cosas con la gente que quiero. Deportivamente he cumplido con dos Juegos”, asevera Vic, uno de los pioneros del snowboard en Asturias. Todo cambió para él con aquel grave accidente hace ya siete años: “Noté que mi cuello se había roto, no sentía las piernas ni los brazos. El rescate fue muy peligroso por las condiciones meteorológicas, el helicóptero no pudo aterrizar y unos compañeros me subieron en brazos. Creí que moriría allí, pero tuve la suerte de que en el grupo había dos bomberos, ellos me salvaron”.

Una vez operado en el Hospital Vall d’Hebron, los médicos le dijeron a su madre que fuese adaptando la casa porque su hijo viviría postrado en una cama. Tocó fondo y pasó días pensando en la forma de suicidarse. “Es uno de los primeros instintos que te sale ante un hecho tan dramático. No quería ser un lastre para mi familia, pero me di cuenta de que no podía hacerlo por mí mismo y que nadie me ayudaría”, relata. Empezó a darlo todo para revertir la situación y el primer paso fue concentrar su energía en mover el dedo gordo del pie como si tocara el piano.

Vic González en los Juegos de Pyeongchang 2018. Fuente: CPE

Estuvo 20 días intentándolo hasta que obró el milagro. “Ahí le prometí a mi madre que iba a ir a unos Juegos Paralímpicos. Los médicos insistían en que aceptara mi problema, pero no estaba dispuesto a rendirme”, asegura. Después de un año ingresado salió en una silla de ruedas, pero continuó con una ardua rehabilitación en casa, en el hospital de Oviedo y con el fisioterapeuta Elisardo de la Torre, atleta olímpico en Atlanta 1996 que le dijo que volvería a la montaña para hacer snow, un mensaje que le dio alas.

Como secuela le quedó falta de equilibrio, de coordinación, de fuerza y de resistencia, pero a los dos años del accidente ya estaba surfeando otra vez en la nieve. “La primera vez hice una bajada de unos 200 metros muy despacio y cuando acabé me tiré al suelo y lloré de ilusión”, cuenta. En 2018 estuvo en Pyeongchang, pero un sobreentrenamiento previo le impidió rendir a su máximo nivel. “Mi idea era retirarme tras acudir a Corea, pero tenía una espinita clavada, así que decidí ir en contra de todo, los noes me motivan mucho y aquí estamos”, enfatiza.

De voluntad inquebrantable, su ingente trabajo le ha permitido clasificarse para el magno evento en Pekín tras derramar lágrimas y superar frustraciones en su azarosa travesía. “Ha sido un ciclo muy extraño por la pandemia de la Covid-19, una batalla muy dura en la que he tenido que trabajar psicológicamente por la presión que me impuse ya que le debo mucho a toda esa gente que considero que viene conmigo en la tabla. Lo más difícil fue afrontar solo cada viaje, durmiendo a veces en una furgoneta, aunque encontré apoyo en los equipos de Rumanía, Polonia y Croacia, formamos una familia”, dice.

Llegó a meditar la opción de abandonar porque los vientos soplaban en contra, no solo por no formar parte del equipo español, sino por los sacrificios que tuvo que hacer para poder acudir a las pruebas de Copa del Mundo. “Los circuitos son cada vez más exigentes y veía como mis competidores estaban evolucionando más rápido de lo que yo lo hacía porque tienen otros recursos a los que no puedo acceder. Pensé que no iba a conseguir la clasificación, pero no quería pasarme el resto de mi vida preguntándome si lo podría haber logrado y eso me ayudó a pelear”, subraya.

El asturiano Vic González será el abanderado español en los Juegos Paralímpicos de Pekín. Fuente: Gorka Martínez @gkmph

También se agarró al objetivo que siempre ha abanderado, el que su experiencia pueda servirles de ejemplo a personas con lesiones medulares, así como transmitirles energía suficiente para que lo intenten. “Son muchos los que han contactado conmigo y que están en una situación por la que pasé. Quería demostrarles que podía ir a unos Juegos y estar a un alto nivel porque supone una motivación para ellos, para que peleen por retomar su vida, eso me dio fuerzas para no dejar esta aventura a mitad de camino”, confiesa el asturiano.

Para Vic, estar en Pekín ya es un éxito por las dificultades que ha tenido a nivel físico, de logística y de preparación, y por la evolución de los rivales con los que compite en clase SB-L11: “Quedar entre los ocho mejores del ranking de Copa del Mundo con gente más joven y con más medios es muy meritorio. No es excusa, pero son personas que no suelen tener afectación en el tren superior, son amputados con prótesis que llevan amortiguadores y en la salida ya me sacan dos o tres segundos. Es una satisfacción estar peleando con ellos y que me miren de reojo cuando estoy en el portillón de salida”.

Competirá en las pruebas de boardercross y de banked slalom. “Voy a los Juegos con otra mentalidad, con una mayor madurez deportiva y con la intención de disfrutar. Hace cuatro años estaba obsesionado con el diploma paralímpico o con tener suerte y sacar medalla, ahora quiero darlo todo y ser competitivo conmigo mismo. Prefiero quedar último, pero acabar feliz, que ser duodécimo y estar triste como me pasó en Pyeongchang. Es mi último baile y quiero hacerlo con orgullo”, sentencia Vic González, un ‘rider’ indomable.

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