Antonio Henares, el insaciable ‘cañonero’ del baloncesto en silla

El malagueño dejó una huella indeleble en la historia de este deporte en España. Ganó más de 40 títulos, vistió la camiseta de la selección en 257 ocasiones y fue el máximo anotador en cinco Juegos Paralímpicos.

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Con un cubo de fregar encajado en la copa de una morera como improvisada canasta, Antonio Henares reveló pronto su enorme talento para el baloncesto. El patio de su colegio en Álora (Málaga) alumbraba a un genio, a un cañonero infalible que dejó una huella indeleble en la historia del basket en silla de ruedas tras 40 años en la élite. Devorador de títulos -ganó 23 ligas, 18 Copas del Rey, una Champions League y tres medallas con España-, ha sido el jugador que más veces ha vestido la camiseta de la selección española con 257 partidos y el máximo anotador en cinco Juegos Paralímpicos: Arnhem’80, Stoke Mandeville’84, Seúl’88, Barcelona’92 y Atlanta’96.

Antonio Henares, a la derecha, con el Ademi Málaga.

Con ocho años se enamoró del baloncesto, deporte al que consagraría su vida. Con una pelota en sus manos normalizó los problemas de movilidad que le dejó el virus de la poliomielitis con apenas un año. “Sufrí más de 30 operaciones, pero la pierna derecha se quedó muy mal. En la escuela nunca tuve complejos ni me sentía diferente, era uno más”, asevera. Lo que perdía en lo físico lo compensaba con su certera puntería. “Nadie me enseñó a lanzar, era algo innato, se me daba bien tirar. Todos mis compañeros me querían en sus equipos”, añade.

El ‘Lápiz’, como le apodaban, fue ganando en musculatura y aquel joven se convirtió en un auténtico portento, cualidad que le valió para destacar en deportes como natación, atletismo -fue dos veces subcampeón nacional en lanzamiento de peso- o tenis de mesa, pero que le acabó llevando a dominar el baloncesto, su gran pasión. En 1976, con 20 años, el malogrado Gaspar Anaya le reclutó para fundar el ADEMI de Málaga. “Fue un mito, aprendí mucho de él. Era vecino mío en la barriada de Huelin y cuando me lo propuso vi el cielo abierto. Recorrimos la ciudad en busca de jugadores y empezamos a entrenar en el Hospital Marítimo de Torremolinos con rudimentarias sillas que nos cedieron desde el Hospital Carlos Haya y que teníamos que devolver para que las usaran los enfermos al día siguiente”, recuerda.

Henares junto al seleccionador José Barbero.

Con apenas cuatro meses de vida el club malagueño ascendió a la máxima categoría y en su segundo año inició su hegemonía con la conquista de 10 ligas y 9 Copas del Rey de forma consecutiva. “Éramos el ‘Dream Team’ de España, la clave es que éramos una gran familia, una generación de jóvenes ilusionados y disciplinados que aprovechamos nuestro potencial, jugábamos de memoria”, recalca. Esa faceta de anotador insaciable y carácter competitivo descolló desde los primeros años. Cuando la muñeca de Henares entraba en fase de ignición era implacable en la cancha, un jugador cuya envergadura le hacía ser temido en la pintura y letal desde cualquier posición.

Primer español profesional

Su admirable estadística le puso en el radar del Roma 12, que le fichó en 1988, convirtiéndose en el primer profesional español del baloncesto en silla. “Me ofrecieron cinco millones de pesetas -ahora 30.000 euros-, una cifra considerable en aquella época. De hecho, había jugadores en la ACB que no cobraban eso. No me lo pensé, allí me fui con mi mujer y mis hijos y me recibieron como si fuese una estrella, era raro el día que no atendiese a un medio de comunicación. Las canchas se llenaban con 8.000 personas en cada partido, era otro nivel. Fueron tres años muy buenos, gané un ‘Scudetto’ y fuimos subcampeones de Europa”, cuenta.

Henares levanta uno de los títulos que logró con Fundosa ONCE.

Regresó a Málaga, volvió a levantar dos ligas con el ADEMI, se marchó un año al Melilla y luego se enroló en el ambicioso proyecto del Fundosa ONCE, actual CD Ilunion. “Fue otra etapa gloriosa en mi carrera, el club fichó a los mejores con la intención de ganarlo todo. La plantilla estaba compuesta por la selección española a excepción de un par de jugadores, nos conocíamos bien, disponíamos del mejor material y los resultados salieron. Teníamos a Diego de Paz, Manolo Rodríguez o Manuel Pérez Luna, quizás los tres con los que mejor me he entendido en la cancha”, apunta. Henares ganó 10 ligas, siete Copas del Rey, una Copa Intercontinental y la Copa de Europa de 1997, “el trofeo más valioso que tengo a nivel de clubes”.

El malagueño cambió de aires en 2004 de la mano del Fundación Grupo Norte de Valladolid, luego regresó a Madrid para jugar en el extinto Hercesa Alcalá y también defendió la elástica del Amivel Rincón Dental, del Dos Hermanas y del CB Marbella, equipo con el que jugó hasta el año pasado la Copa Andaluza. “Echo de menos competir y no descarto volver a jugar. Tengo 63 años, sé que ya no estoy a un nivel grande, pero sí podría echar una mano al equipo que lo necesite”, matiza.

25 años con la selección

El malagueño en un partido con la selección española.

Henares era una máquina de precisión anotadora, un gigante bajo aros, un competidor voraz que desterraba la palabra derrota de su vocabulario. Junto a su enorme palmarés de clubes, 257 internacionalidades con España, un bronce continental en París 1983, un oro en el Torneo Internacional de Stoke Mandeville 1985 (mundial de aquella época) y una plata europea en París 1995 adornan su museo. “Apenas llevaba ocho meses jugando y el entrenador José Barbero me convocó para el Europeo de Raalte (Holanda). No me lo esperaba, esa noche no pude dormir”, dice. En su periplo con la selección vivió alegrías, decepciones y alguna penuria.

“Los jugadores de hoy en día tienen becas, patrocinadores, sillas nuevas cada poco tiempo o concentraciones largas antes de un campeonato. En mis inicios teníamos que devolver la ropa o el chándal porque no había dinero. Hasta los Juegos de Barcelona 92 no mejoró la situación y en Atlanta 96 sí tuvimos una buena preparación”, explica. Tampoco ayudaba el material del que disponían: “Cuando se rompían las sillas las soldaban con placas de hierro y de 10 kilos pasaban a pesar 25, costaba manejarlas. Rezábamos para no sufrir pinchazos de ruedas porque para cambiarlas se tardaban minutos. Estadounidenses, australianos, británicos o israelíes nos han llevado 15 años de ventaja en ese aspecto”.

En sus 25 años con la selección, Henares logró dos preseas en europeos y un oro en Stoke Mandeville, cuna del movimiento paralímpico. “No está reconocido como un Mundial, se devaluó esa competición y le quitaron importancia porque Estados Unidos no se presentó por temas políticos, pero le ganamos a potencias como Gran Bretaña o Australia, que no eran moco de pavo. Nadie nos quitará que fuimos campeones del mundo”, insiste. El andaluz también llegó a disputar cinco Juegos Paralímpicos y en todos fue el máximo encestador. “No fue casualidad, es difícil que se repita, firmé unos promedios muy buenos”, precisa.

Aunque reconoce que cambiaría ese galardón por una medalla paralímpica: “Me quedó esa espinita clavada, es casi lo único que me faltó en mi carrera”. Para él, Barcelona 92 fueron los mejores Juegos “por su organización, por el cariño de la gente, nos sentíamos estrellas, el pabellón siempre estaba lleno y a partir de ahí creció este deporte. En lo deportivo fuimos octavos, un diploma agridulce. Tengo una anécdota curiosa de esa competición y es que ante Gran Bretaña jugué con una camiseta blanca que me dejaron los ingleses porque la mía se me olvidó en la villa olímpica. Los compañeros decían de broma que habíamos perdido porque ellos jugaban con seis”.

Henares, máximo anotador en cinco Juegos Paralímpicos.

Lo más cerca del podio que estuvo fue en Atlanta cuatro años después. “El problema estuvo en las semifinales, a Gran Bretaña le habíamos ganado en la fase de grupos y en el partido por el pase a la final nos confiamos y nos remontaron. Luego perdimos el bronce ante Estados Unidos. El campeón fue Australia, que solo perdió ante nosotros y por 13 puntos de diferencia. Una lástima porque rozamos la medalla”, relata. Con la entrada del nuevo siglo el malagueño pasó de ser un estandarte a quedarse fuera de la selección durante tres años. “Llegó Juan Bedia del baloncesto a pie y decidió renovar al equipo, me dolió mucho. Luego me rescató para un Europeo”, subraya.

La última vez que se enfundó la camiseta de España fue en 2005, dos años después de entrar en el libro de los récords Guinness tras anotar 1.030 tiros libres en una hora con un 87% de acierto. Eso sí, no ha dejado de seguir a la selección española y asegura que se emocionó cuando la actual generación conquistó la histórica plata en los Juegos de Río de Janeiro en 2016. “Viví con intensidad todo el torneo, disfruté viéndoles jugar y sentí que fue un logro de todos aquellos que pusimos nuestro granito de arena”, finaliza Antonio Henares, una leyenda del baloncesto en silla.

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