as.com – Ilke Wyludda ganó en Atlanta 1996 el oro olímpico en lanzamiento de disco. El próximo verano intentará llevarse en Londres el oro en lanzamiento de peso… paralímpico. Para ello se entrena. La alemana, de 42 años de edad, sufrió el 9 de diciembre de 2010 una amputación en su pierna derecha, de rodilla para abajo, a causa de una septicemia, enfermedad infecciosa potencialmente mortal. «Tuve que elegir entre mi pierna y mi vida», ha dicho la atleta, una de las más grandes discóbolas de la historia. A su título olímpico une dos platas mundialistas (Tokio 1991 y Gotemburgo 1995) y dos oros en los Campeonatos de Europa (Split 1990 y Helsinki 1994). Su mejor marca, 74,56 metros, es todavía la tercera del ránking mundial de todos los tiempos. Consiguió, además, 41 victorias consecutivas entre 1989 y 1991. Perdió, precisamente, en la final del Campeonato del Mundo de 1991, una competición en la que jamás pudo alcanzar al oro.
Ilke, nacida en Leipzig, en la extinta RDA, se ha sobrepuesto con entereza a su desgracia y se ha marcado un ambicioso objetivo: convertirse en el primer deportista, hombre o mujer, que se proclama campeón olímpico y paralímpico. Con una tremenda desgracia de por medio. Lo intentará en lanzamiento de peso, categoría F58, porque el disco no se contempla en su tipo de minusvalía.
Hasta ahora, sólo el esgrimista griego Pál Szekenes ha ganado medallas en Juegos Olímpicos y Paralímpicos. En los primeros, conquistó el bronce por equipos, modalidad de florete, en Seúl 1988. Tres años después, cuando tenía 27, sufrió un accidente de autobús y se vio encadenado de por vida a una silla de ruedas. Un año después se proclamaba campeón paralímpico individual de la misma arma en Barcelona 1992. Y ahí comenzó una sucesión de éxitos: oro en sable y florete en Atlanta 1996 y bronce nuevamente en florete en Sydney 2000 y Pekín 2008 y en sable en Atenas 2004. Szekenes es el ejemplo en el que se mira ahora Ilke Wyludda.
La germana (1,84 metros de estatura y 95 kilos de peso en su época de máximo esplendor atlético) cuenta con la colaboración de Gerhard Boettcher, el técnico de la RDA que la llevó a la cima. «Él es ahora un jubilado, pero después de veinte años entrenándome sabe perfectamente mis peculiaridades y yo las suyas. Estoy encantada de que me haya acogido de nuevo bajo sus alas», dice Ilke, que se entrena con disciplina germana cinco veces a la semana y hace compatible esa actividad ilusionante con su trabajo como anestesista en un hospital de Halle. «No quiero hacer previsiones sobre las marcas que podré conseguir. Ahora lo importante es aprender, porque todo es diferente a lo que yo estaba acostumbrada». Londres la espera.