La piel de su brazo derecho está decorada por tinta, en la que resaltan tres lobos que representan a su madre, su padre y su hermano. “Somos una familia muy unida, sin ella no habría llegado tan lejos”. Lo afirma Manu Lorenzo, una de las perlas del baloncesto en silla de ruedas. Un portento físico, un jugador de gran capacidad atlética que anota y rebotea, un pívot cada vez más temido y un gregario de incansable predisposición para su manada, la selección española. Apodado ‘Palancas’ por la forma de lanzar como una catapulta y también ‘Lobezno’, por su barba desafiante que le confiere un aspecto fiero, afila los colmillos y las garras para la batalla de los Juegos Paralímpicos de París. Tiene hambre de medalla.
Hace tres años en Tokio 2020 derramó inconsolables lágrimas cuando a España se le escapó el bronce. Dolió aquella herida, pero ya ha cicatrizado. Ahora confía en ayudar a sus compañeros para subir al podio en la ciudad francesa. En las últimas temporadas ha desplegado un gran nivel, asentándose en el quinteto de Abraham Carrión, quien confía en las cualidades del gallego, que luce músculo para intimidar y dominar en la pintura.
“He evolucionado mucho en defensa y en ataque al lado de los mejores compañeros que me ayudan a crecer. Soy un buen reboteador por mi altura (1,92 metros) y me pego con cualquier rival. Todavía tengo que aprender más en algunos aspectos, como en el manejo de la silla o en la visión de juego. Quiero ser más completo, poder llevar el balón y jugar tanto por dentro como por fuera. Soy ambicioso y pretendo convertirme en el mejor jugador del mundo”, recalca.
Llegó al baloncesto por casualidad. Sus condiciones físicas llamaron la atención de Álvaro Illobre, un multifacético deportista y cazatalentos, presidente del Abeconsa Basketmi. “Estaba en un cumpleaños y cuando me vio pensó que yo era mi hermano. Me dijo si quería jugar, y así empecé. Bendita confusión”, dice entre risas. Nació con paraparesia espástica familiar, una enfermedad rara que heredó de su madre y que también padece Adrián, que actualmente juega en el Granollers: “Es una dolencia que afecta a los músculos, que siempre están contraídos y no estiran, y se fue acentuando a medida que aumentaba mi estatura. Eso me dificulta caminar, así que utilizo la silla para desplazarme”.
Su discapacidad nunca supuso una rémora para crecer como cualquier otro niño en las calles de Mugardos. Practicó remo en la ría de Ferrol y después, a pesar de sus problemas para andar y mantenerse en pie, jugó durante tres años como portero de fútbol. “Mis padres me dijeron desde el principio lo que tenía y me metieron en la cabeza que aprovechase cada momento, que nada era imposible, que siempre había otra manera de hacer las cosas. Si te caías, te levantabas tú solo. Nos enseñaron a valernos por nosotros mismos”, confiesa.
Con 11 años ya competía en la segunda división nacional con adultos y a los 14, aquel adolescente delgaducho y lampiño se marchó de casa para fichar por el Amfiv de Vigo, siendo uno de los debutantes más jóvenes de la historia en División de Honor. “Allí forjé mi carácter, esa etapa fue muy dura y me hizo madurar porque estaba solo, sin los míos. No llevaba un mes y le dije a mi madre que me volvía para casa. Gracias a sus consejos aguanté y por eso he llegado tan alto en el deporte”, asegura el ferrolano, que en 2017 se enroló en las filas del Bidaideak Bilbao.
En el club de Txurdinaga se ha cocinado a fuego lento al lado de Asier García, David Mouriz o Txema Avendaño, cosechando varios títulos como una Liga, dos Copas del Rey y dos Euroligas. Se siente como en casa en la ciudad vizcaína, pero siempre que tiene días libres se pega más de cinco horas en carretera para evadirse en Mugardos. “La tierra siempre tira. Lo primero que hago es ir con mis padres al mismo bar para comer un buen pulpo. Y después me gusta ir con mis amigos en barco a pescar. También subo al mirador de Montefaro, que tiene unas vistas espectaculares”, subraya Manu, que de niño soñaba con ser carpintero, ya que en su familia son ebanistas.
Ha ido quemando etapas a pasos agigantados, cosechando éxitos con la selección sub 22: un oro y un bronce continental, y un bronce mundial en su última competición siendo júnior. A pesar de su juventud, se ha convertido en un pilar de la selección española absoluta, con la que ha logrado dos platas europeas en 2019 en Polonia y en 2023 en Holanda. “Mi entrada ha sido progresiva, cada año con más minutos e importancia en el juego. Ahora me siento muy cómodo con mi rol, ya no tengo esa presión de cuando tenía 16 años, tengo más confianza y menos miedo a hacer cosas. Este año he aprendido al lado del canadiense Patrick Anderson, uno de los mejores de la historia. Si estoy a mi mejor nivel, no podrán pararme”, enfatiza.
Tras una lesión en la mano por la que tuvo que pasar por el quirófano y estar varios meses sin pisar las canchas, ya está a pleno rendimiento y con ganas de volver a desplegar su talento. España acude a los Juegos Paralímpicos de París 2024 después de lograr un billete que costó muy caro tras ser subcampeona de Europa. “Veníamos de hacer un mal Europeo en Madrid en 2021, no dimos la talla por un cúmulo de circunstancias, no nos recuperamos bien de los Juegos de Tokio, la cabeza se apagó y entramos en piloto automático. Pero sabíamos de nuestro potencial, que íbamos a volver con más fuerza y lo demostramos en Rotterdam con esa plata. Estamos muy motivados, queremos subir al podio”, añade.
Solo ocho equipos competirán en el Bercy Arena, donde no habrá nadie débil y cada partido será feroz. La selección se medirá a Estados Unidos, Países Bajos y Australia. “Estoy ilusionado porque estaremos arropados por nuestros familiares. Espero aportar mi energía, lo voy a dar todo en cada minuto que esté en la pista y saldré a comerme cada balón. Si jugamos como en el Europeo, con defensa dura, rápidas transiciones y corazón, le podemos ganar a cualquiera. Estados Unidos y Gran Bretaña quizás estén un peldaño por encima, pero si estamos concentrados y hacemos un partidazo, tendremos opciones. Sueño con una medalla paralímpica, el oro es un reto, pero me conformaría con un bronce”, remata.
MANU LORENZO
Manu Lorenzo Díaz (Ferrol, 1999). Baloncesto. Subcampeón de Europa en 2019 y en 2023, oro en el Europeo de 2021 y bronce en el Mundial de 2022 con la selección sub 22. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Ambicioso, familiar y gracioso.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Los auriculares para escuchar música.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Se me da bien pescar.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Me encantaría controlar la mente de las personas.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
A las arañas.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
Al caldo gallego.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Montefaro, en Mugardos, tiene unas vistas preciosas de la ría de Ferrol.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
El móvil, agua y a mi hermano Adrián.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un lobo.
10.- Una canción y un libro o película.
‘The nights’, de Avicii. Y película, ‘El Señor de los anillos’.