Miriam Martínez, una indómita ‘leona’ en el círculo de lanzamiento

En 2018 le sobrevino un daño cerebral que le dejó paralizado parte del cuerpo. Se agarró al atletismo y en apenas un año ya es campeona de Europa. Ahora aspira al podio en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

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En el silencio nocturno, soñar con volver a pisar los Pirineos y contemplar el estadio iluminado de San Mamés desde la cama en la UCI en la que estuvo postrada mes y medio suponían para Miriam Martínez un susurro de paz y esperanza en medio de la tormenta. En 2018 le sobrevino un daño cerebral por una enfermedad autoinmune que le dejó paralizada, sin poder caminar ni hablar. Su pasión era el fútbol y ver cada día ‘La Catedral’ del Athletic de Bilbao le insuflaba energía para no claudicar. Se rebeló ante su destino y se aferró al atletismo para emprender una cruzada contra su propio cuerpo.

En menos de un año, esta indómita ‘leona’ se ha convertido en una de las mejores lanzadoras de peso del mundo. En junio se proclamó campeona de Europa en Bydgoszcz (Polonia) y ahora va a por el oro en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Hasta hace menos de tres años, la de Ibi (Alicante) exprimía cada minuto entre su trabajo como jefa de grupo de una multinacional de construcción y sus partidos de fútbol sala, llegando a jugar incluso en Primera División. “Fue de golpe y porrazo, empecé a sentir unos hormigueos en la cara y lo achaqué al ritmo de vida. Luego pasó a la pierna, me afectó al tragar, al control de esfínteres y perdí visión. Me diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa, tengo afectación en las extremidades”, explica.

No podía ni mantenerse en pie y su mayor preocupación era cuándo volvería a correr. “Los mensajes de los médicos eran negativos, me decían que si caminaba ya me podía dar por satisfecha. Desde el primer minuto supe que no habría poción mágica y que el deporte sería mi medicina. Eso fue lo que me salvó”, asegura. También le mantuvo con ilusión ese flechazo con San Mamés. “Estuve ingresada en el hospital IMQ Zorrotzaurre, al otro lado de la ría, y era un espectáculo ver el estadio, me hizo latir y me devolvió la luz”, cuenta. Ahí empezó su amor por el club rojiblanco: “Mi madre, a la que se lo debo todo, me regaló una camiseta de Aritz Aduriz y un chándal que guardo como tesoros. Lo que me une a este equipo es la lucha, el sacrificio, el esfuerzo, la garra, el nunca rendirse, la perseverancia y el pundonor que reflejan cada día”.

Con ese cóctel de valores encaró la ardua rehabilitación y supo que el deporte sería anestésico en el espinoso camino que tendría por delante. Rechazó ir en silla de ruedas, prefería moverse despacio con un andador y luego con muletas, pese a que su débil estado le llevase más de una vez al suelo. Su padre, Jaime Martínez, que fue mediofonista, se entregó en la recuperación de su hija. “Al principio caminaba atada a una goma, hasta que logré moverme por mí misma. Intenté hacer pruebas de velocidad, pero no me mantenía en el carril por la ataxia que sufría y los golpes eran duros, se me bloqueaban las piernas con sobreesfuerzos, eso me lastraba y pasaba muchos días en la cama”, detalla.

La parálisis le impedía correr, así que comenzó con los lanzamientos. Su padre le preparó una jabalina con una barra del recogedor de la piscina y se le daba bien. “Esa descoordinación que tenía se ocultaba más, la fuerza no era tan explosiva y no me perjudicaba tanto a los músculos. Lo malo es que mi categoría, F36, no forma parte del programa de los Juegos Paralímpicos, por lo que decidimos pasarnos al lanzamiento de peso”, comenta. Y ahí apareció la seleccionadora española, Isabel Hurtado, quien hizo de nexo entre Miriam y Ainhoa Martínez, una de las mejores lanzadoras de España, que se ofreció a ser su entrenadora.

“Encajamos a la perfección, es un espejo en el que me miro. Ella pone las ganas y la profesionalidad y yo el corazón, la pasión y el esfuerzo”, asevera la alicantina, que entrena en el Club de Córrer el Garbí junto a dos referentes del atletismo paralímpico, Héctor Cabrera y Kim López. “Tenerlos al lado es un lujo, hacen que me crezca y me encantaría seguir su estela”, prosigue. Con la bola de acero de tres kilos ha demostrado no tener límites. En su primera competición, en octubre del año pasado, batió el récord nacional con 8.83 metros. Después aumentó el listón con 9.09 en el Grand Prix de Dubai, que supuso mínima B para Tokio.

Gracias a su porfía, en los últimos meses ha dado un salto gigantesco y su mejor marca ya está en 9.56 metros. En el Europeo de Polonia se llevó el oro con 9.50 pese a arrastrar una lesión en la cadera y en el cuádriceps. “Estoy superando la barrera de los 10 metros con cierta regularidad y, a veces, llego a los 11. Desde que empecé no he parado con entrenos mañana y tarde, he mejorado la técnica y los movimientos, los resultados están saliendo pese a que tengo que variar la forma de lanzar por mi enfermedad ya que sufro brotes por los daños cerebrales y cada día tengo que reinventarme y adaptarme”, recalca.

Un día hace dos años, cuando daba sus primeros pasos sujetada por su padre, se giró y le espetó: ‘¿Te imaginas si algún día voy a unos Juegos Paralímpicos?’. Su progenitor rompió a llorar. Hoy lo hace de felicidad porque su hija hará realidad esa frase en la capital japonesa. “Es un reconocimiento a todo el esfuerzo realizado, la mejor recompensa para mi familia, un regalo al caos que nos tocó vivir. He estado preparándome para este momento y voy a disfrutar lo que he sembrado. Confío en que sea el principio de algo muy grande porque, si mi discapacidad me lo permite, espero estar en mundiales y en París 2024”, subraya.

Aunque está centrada en el atletismo, tiene ganas de volver a calzarse unas botas y marcar goles. También forma parte de la selección española de fútbol para personas con parálisis cerebral. “Estoy deseando retomarlo, lo llevo en la sangre y necesito patear un balón. Echo de menos a mis compañeras, con las que me gustaría disputar pronto un campeonato internacional”, dice. Antes le toca lidiar con un reto mayúsculo en Tokio. La ‘leona’ española acude con la sonrisa afilada y demandando su alimento, quiere una medalla y apunta al oro. “Tengo carácter ganador y siempre voy a por más. Sueño en grande, en subir a lo más alto del podio. No me voy a achantar ante ninguna rival, sé que tengo posibilidades de ganar”, apostilla.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Miriam Martínez

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