Se quedó sin ir a los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016 porque su categoría en triatlón, PTVI (deportistas ciegos), no fue incluida en el programa. Aquello no le quitó el sueño a Héctor Catalá, quien porfió y peleó para consagrarse en la élite a base de brazadas, pedaladas y zancadas. Junto a su guía Gustavo Rodríguez es campeón del mundo y en Tokio, este triatleta metódico, perfeccionista y disciplinado, perseguirá la medalla que anhela. “Queremos ir a por el oro, pero hay que ser prudentes, hay mucha rivalidad y será difícil”, comenta.
El valenciano lleva cinco años exhibiendo una combinación de trabajo, talento, perseverancia y fortaleza mental que le han elevado a la cima del triatlón. Y eso que asegura que de pequeño “no tenía aptitudes para el deporte. Estuve 13 años en un club de natación, pero era bastante malo”, dice riendo. De la piscina pasó a las carreras populares y a las pruebas de triatlón, hasta que tuvo que parar por sus problemas de visión.
Desde los seis años sufre la enfermedad de Best, “es hereditaria y degenerativa, afecta a la agudeza y al campo visual. Suele evolucionar a partir de los 40 años, pero mi caso fue una excepción. Ahora no veo nada con el ojo izquierdo y en el derecho tengo un 10% de resto visual”, relata. El punto de inflexión llegó en 2013 tras un accidente con la bicicleta. No vio un pilón de hormigón y chocó contra él, perdiendo cinco dientes. Ahí se dio cuenta de que tenía que readaptar su vida.
“Fue un mazazo cuando el oftalmólogo me comunicó que la pérdida de visión no pararía. Pero tras salir de la consulta vi a un niño con parálisis cerebral y le dije a mi padre, ‘No me puedo quejar, ver menos es un problema, pero hay gente que está peor’. La vida me ha enseñado a seguir remando y a ser optimista”, explica. Decidió retomar el triatlón, aunque esta vez, atado a un guía. “Al principio me negué, fue una barrera mental que me puse. Vivía solo, había terminado la carrera como Ingeniero y no quería depender de alguien en el deporte. Tardé unos meses hasta que probé el tándem y me enganchó”, cuenta.
En sus inicios tuvo casi una decena de ‘lazarillos’ y en 2016 llegó el primer éxito internacional, un oro en el Europeo de Lisboa y un bronce en el Mundial de México. En 2017 conquistó la plata continental en Austria, en 2018 un bronce mundial en Gold Coast y en 2019 otra plata europea en Valencia y el oro en el Campeonato del Mundo de Suiza. En 2020 apenas pudo competir por el coronavirus, pero su preparación no se vio mermada. De hecho, fue capaz de completar un Ironman en casa durante el confinamiento para recaudar fondos contra la Covid-19.
En este curso han disputado dos pruebas, con una plata en las Series Mundiales de Leeds y un oro en la Copa del Mundo de Besançon (Francia). “Estoy en mi mejor momento, pero puedo dar más de sí. La exigencia de los rivales no me ha permitido relajarme y ha hecho subir mi nivel porque no nos lo pondrán fácil. Soy meticuloso con mi trabajo, me gusta ver mis vídeos para corregir los errores y buscar la excelencia”, apunta.
Gustavo Rodríguez, sus ojos
Hace tres temporadas dio un salto de calidad y Gustavo Rodríguez ha tenido gran parte de culpa. En la primera prueba juntos subieron al podio en el Mundial de Australia con un bronce y en 2019 mordieron la presea dorada en el Mundial en Lausana. “Todos los guías que me han acompañado me han ayudado a crecer, a cuidarme, a no bajar nunca los brazos y a saber gestionar las victorias y las derrotas. Pero con Gustavo tengo la mejor opción posible, es la persona idónea para estar arriba. Congeniamos desde el primer día, hay una compenetración muy buena”, asevera.
El guía gallego, varias veces campeón de España de media y larga distancia y uno de los españoles más rápidos en Ironman, no se lo pensó cuando recibió la llamada de Héctor proponiéndole el proyecto. “En mis años como ciclista nunca tuve opciones reales de ir a unos Juegos y en triatlón me dediqué a una prueba que no es olímpica. Tenía pensado acabar mi carrera deportiva en el Mundial de Pontevedra en 2019 con 40 años, pero cuando me llamó fue como un regalo, un estímulo para alargarla, me dio gasolina y motivación para continuar. Tokio se convirtió en ese revulsivo que me hizo no acomodarme y en el objetivo por el que la mente empuja y el cuerpo responde”, afirma.
En el agua van unidos a través de la ingle por una goma elástica, en bicicleta compiten en tándem y en la carrera a pie van atados a la cintura por una cuerda. “Nunca deja que me duerma, me lleva al límite físico y a veces me dan ganas de matarlo”, bromea Héctor. Para Gustavo, lo que más le gusta de su compañero “es su profesionalidad, cuando se le mete un objetivo entre ceja y ceja es imposible sacarlo de su ruta. Es un modelo a seguir, estoy aprendiendo muchas cosas a su lado. Me obliga a estar a tope en cada entrenamiento o competición”, reconoce este experimentado y tenaz deportista, que ha sabido reinventarse varias veces.
Se han preparado duro en estos meses, con varias concentraciones de 21 días cada una en Sierra Nevada y entrenamientos por Valencia, que tiene unas condiciones similares a las que se encontrarán en Tokio. “Sé lo que es salir a correr y estar empapado de sudor en el primer minuto, no me pillará por sorpresa el calor y la humedad de Japón”, añade el valenciano. Están entre los favoritos para conquistar una presea en los Juegos, aunque no se confían. Tendrán enfrente a duros rivales, como el británico Dave Ellis, el australiano Jonathan Goerlach, el estadounidense Aaron Scheidies o el español ‘Jota’ García junto a Pedro Andújar.
“Llegamos como campeones del mundo, eso nos permite aspirar a todo, siendo conscientes de que será difícil. No daríamos por bueno un resultado que no sea el de lograr medalla. Estamos a un gran nivel, el año de propina por la pandemia de la Covid-19 nos ha venido bien por la evolución que hemos tenido, Héctor está creciendo día a día, cada día estamos más compenetrados y funcionando mejor. Vamos a poner toda la carne en el asador para llevarnos la medalla”, dice el gallego.
“He disfrutado mucho del camino y voy con ilusión. Todo lo que hemos logrado anteriormente no sirve para nada, en nuestra mente está ganar, es por lo que hemos trabajado durante tanto tiempo, somos competitivos y acudimos con la intención de vaciarnos y de dar el 100%. Soñamos con una medalla y si es la de oro, mucho mejor”, apostilla el valenciano.