En Wollongong (Australia) volvió a suceder lo que ya casi se da por hecho cada vez que Susana Rodríguez se presenta en una línea de salida: cruzó la meta en primer lugar, como si el tiempo no pasara, como si los límites fueran un concepto ajeno a su naturaleza. La gallega sumó su séptimo título mundial de triatlón en la categoría PTVI (para deportistas ciegas o con discapacidad visual), una conquista con aroma a hazaña, no solo por el brillo del metal, sino por la sombra reciente de una intervención quirúrgica que le tocó el corazón.
A los 37 años, la viguesa vive instalada en la cima del deporte. Su hoja de servicios es una enciclopedia en construcción constante: dos oros paralímpicos (Tokio 2020 y París 2024), seis títulos europeos, más de 60 medallas internacionales y una racha casi inmaculada desde 2018, interrumpida únicamente por la pandemia en 2020 y por una sanción injusta en el Mundial de 2023 en Pontevedra, donde le robaron un oro cantado. Pero ni los reglamentos ni los diagnósticos médicos parecen frenar el avance de esta deportista que se ha ganado a pulso un lugar en la historia.
Con el corazón desbocado
El triunfo en Australia fue una declaración de resiliencia. En abril pasado, Susana tuvo que someterse a una ablación cardíaca, una operación necesaria tras sufrir una arritmia supraventricular que la dejó con el corazón desbocado a 240 pulsaciones por minuto. “No es peligrosa a nivel vital, pero sí puede provocar accidentes en plena competición”, explica ella con la serenidad de quien no se permite el dramatismo.
Aquella tarde, tumbada en la cama tras un entrenamiento en el rodillo, su cuerpo le mandó una señal inequívoca. El corazón galopaba sin control. Llamó a su padre, anestesista jubilado, y su hermana los llevó al hospital. Allí, entre mareos y con el cuerpo derrotado, empezó el protocolo que terminaría con la decisión quirúrgica. “Es un procedimiento en el que se ‘quema’ la zona que genera la arritmia”, describe con precisión.
Treinta y ocho días después, estaba compitiendo. Y ganando. Como si nada. Como si no trabajara como médica en paralelo, entre turnos y vuelos, construyendo una rutina que raya en el milagro logístico. Series Mundiales de Taranto, Europeo de Besançon, Mundial de duatlón en Pontevedra… y ahora Wollongong, en una ruta de oro en la que cada parada suma historia.

Remontada tras caída al inicio del ciclismo
La carrera australiana no fue sencilla. En la primera transición, cuando subía al tándem, sufrió una caída, pero remontó. «Cuando cogimos la bici me calcé la zapatilla derecha y avisé a Sara. Estaba escuchando que venían chicas detrás y sabía que íbamos bien. Me pudo el entusiasmo y, sin esperar a que dijese ‘vamos’, empujé el pedal hacia abajo y desequilibré la bici”, confiesa.
La caída no pasó de susto, un leve traspié al inicio del segmento de ciclismo que no alteró el guion previsto. “El incidente no nos sacó de carrera y seguimos ejecutando el plan”, resume con esa mezcla de determinación y temple que ya le es marca registrada.
Otra vez la dupla italiana formada por Francesca Tarantello y Silvia Visaggi quedó por detrás. Rivalidad latente, competitiva y noble, con sabor a clásico en la categoría PTVI. “Hemos tenido batallas a favor de ambas. Francesca es mucho más joven, 14 años menos, pero creo que nosotras tenemos algo muy importante: somos unas apasionadas y lo vivimos como si fuera el primer día”, reflexiona Susana.
Desde fuera, su dominio parece rutinario. Como si subir al podio formara parte del protocolo. Pero detrás hay lesiones, entrenamientos duros, frío, madrugones, días en que el cuerpo no responde y aun así se entrena. Lo que la empuja, lo que la sostiene, es algo más profundo: “Me encanta el triatlón y disfruto mucho entrenando con mis guías. Hace ya 13 años de mi primer Mundial, nunca, ni en mis mejores sueños habría podido pensar en todo lo que vino después”, dice, con la nostalgia de quien sabe valorar el camino.
También ha conocido las lágrimas, las dudas, las derrotas. Hubo un tiempo en que pensó en dejarlo. El bloqueo emocional y el desgaste profesional llamaron a la puerta. Pero no se rindió. Se reencontró con esa niña que aprendió desde pequeña que la oscuridad en sus ojos no sería una barrera, sino el motor. Su albinismo oculocutáneo nunca la detuvo, lo transformó en impulso.

Siete títulos mundiales y compañeras de vida
Desde aquel primer oro mundial en 2012 en Auckland, junto a Mayalen Noriega, hasta hoy, su carrera ha sido una sinfonía de superación. Tuvo que esperar seis años para volver a coronarse en Gold Coast, en 2018. Después llegaron Lausana (2019), Abu Dabi por partida doble (2021 y 2022), Torremolinos (2024) y ahora Wollongong. Entremedias, dos oros paralímpicos y numerosos metales en otras pruebas.
En ese viaje, las guías han sido compañeras de vida. Noriega, Mabel Gallardo, Sara Löehr… nombres con los que construyó etapas de gloria. Ahora, con Sara Pérez, ha encontrado el equilibrio perfecto. “No me gusta hacer comparaciones porque en cada momento tuve a mi lado a la mejor persona. Sara tiene una ventaja, a nivel individual fue deportista olímpica en natación y estuvo a las puertas en triatlón. Es muy competitiva, positiva y todo eso se transmite y ayuda a sacar un punto más. Es una persona que me ha ayudado mucho en la preparación de las competiciones”, asegura.
El año pasado fue elegida mejor deportista paralímpica de Europa y, aunque le gustaría una nominación a los premios Laureus, no lo convierte en meta. “No me quita el sueño. Los triatletas somos deportistas de evento único. Siempre hay compañeros de otras modalidades con más medallas. A veces los premios tienen también carácter político. Yo solo quiero pasármelo bien haciendo mi trabajo: nadar más rápido, mover más watios, correr más”, dice con humildad y claridad.
Ahora es tiempo de descanso. Reponer fuerzas. Y mirar, con pausa, hacia la siguiente parada. Los Juegos de Los Ángeles 2028 ya se vislumbran en el horizonte, pero Susana no los convierte en obsesión: “Si tengo ganas y me siento competitiva, allí estaré. Tienen que darse ambas cosas”. Y si algo ha demostrado es que cuando se dan las condiciones, no hay línea de meta que se le resista.




