De pequeña buscaba explicaciones al mundo que la rodeaba, al por qué suceden las cosas. Las clases de ciencias en el instituto alimentaron su curiosidad. “Cuando me explicaron la teoría de la gravedad a través de la manzana de Isaac Newton algo se iluminó en mi cabeza”, recuerda Sara Revuelta. Hoy es graduada en Física, una pasión desaforada que compagina con otra, la del baloncesto. Con determinación, arrojo y persistencia se ha enfrentado a cualquier reto y ha ido superando estereotipos en las aulas y en las canchas. Nada le frena y menos aún la silla de ruedas que le acompaña desde cría. A sus casi 27 años es una de las jugadoras más laureadas, una ‘guerrera’ en la selección española, con la que ha ganado dos bronces europeos y ahora va a disputar sus segundos Juegos Paralímpicos.
“Hay objetivos difíciles, pero no imposibles, así que no dejes que nadie te diga que no puedes lograr tus sueños. La vida te pone obstáculos y debes aprender a sortearlos. A mí me puso una silla, pero la considero parte de mí, es una característica más, como la que es baja, alta, flaca, lleva gafas o tiene los ojos azules. A mí me tocó esto y siempre he sido feliz, he alcanzado todo lo que me he propuesto con ella”, recalca con firmeza. Trabajar duro para cumplir los sueños y esforzarse para ser mejor de lo que fue ayer es su máxima. Esa mentalidad para afrontar la presión y cada desafío le valió el apodo de ‘Little Mamba’. “Me lo puso Miguel Vaquero, mi entrenador en Madrid durante nueve años. Decía que por la forma que tengo de entrenar y de competir le recordaba a Kobe Bryant”, dice con una sonrisa.
Muy pronto le tocó enfrentar la primera batalla, sin ser consciente de la gravedad que la envolvía. Con dos años le diagnosticaron leucemia y hasta los cinco estuvo entre hospitalizaciones y visitas médicas para recibir quimioterapia por vía oral, intravenosa e intratecal. Esta última fue la que le causó una lesión medular, una paraplejia incompleta que inmovilizó sus piernas. “Mis padres y mi hermano sí lo pasaron mal, pero no tengo recuerdos de esa época. Tampoco echo de menos andar porque siempre me he movido en silla, sin ella no habría cumplido la mayoría de sueños u objetivos. Puede impactarle a la gente, pero para mí sería traumático si un día me despierto y puedo caminar”, explica con naturalidad la madrileña.
Su infancia orbitó sobre el deporte, practicó natación como rehabilitación, pero estar sumergida en el agua le aburría. Luego probó hípica, bádminton, esquí y tenis de mesa, modalidad que le atrapó, aunque tuvo que dejarla porque el pabellón donde entrenaba estaba muy lejos de su casa. “Igual lo retomo cuando deje el balón”, confiesa. Su amor por el basket llegó a los 14 años en una escuela de Alcobendas: “Me enganchó la competitividad y el poder compartir una actividad deportiva con otros compañeros. Eso sí, se me daba fatal en mis inicios, era incapaz de dar un pase o de llegar a la canasta cuando lanzaba”. Apenas llevaba una temporada y media jugando cuando el CD Ilunion, uno de los clubes más laureados de Europa, llamó a su puerta. Se vio obligada a quemar todas las etapas de golpe, pero salió bien la apuesta. Desde entonces, la escolta ha esculpido un currículum espectacular: dos Champions League, cuatro Ligas, seis Copas del Rey y una Supercopa de España. Este verano ha dicho adiós al club tras una década.
“He sido muy afortunada de hacer pertenecido a este equipo, compartir pista y vestuario con los mejores del mundo es un lujo, un máster ya que he aprendido diariamente de ellos. Al principio me dio vértigo, sufría al jugar con chicos porque son físicamente más fuertes y para llegar a la cima, al nivel que tienen, te ves obligada a exigirte mucho más y a dar un plus. Allí me han enseñado a no rendirme nunca, a levantarme tras cada caída, a darlo todo en cada jugada”, asegura la madrileña, que desde hace unos años aporta su granito de arena al crecimiento del baloncesto femenino a través del Campus que lleva su nombre y en el que ofrece a las más jóvenes la oportunidad de transitar por las distintas fases de formación antes de dar el salto a la élite.
En sus comienzos, Revuelta tuvo incluso una breve aventura baloncestística al otro lado del charco. Se marchó a Estados Unidos, pero tan solo duró un mes en la Universidad de Alabama. “No me gustó nada el sistema educativo porque era como volver a Bachillerato, ni tampoco la competición. Me metí demasiada presión hasta que exploté con ataques de ansiedad, así que decidí volver a casa para cuidar mi salud mental”, detalla. En España salió de esa espiral negativa y recuperó la alegría, cosechando trofeos con su equipo y disfrutando también con la selección, con la que ha vivido sinsabores y éxitos a lo largo de su periplo.
“La primera vez que vestí la camiseta roja fue en 2013 y recuerdo que, en esas concentraciones, como no había dinero, nos quedábamos en casa del seleccionador o en un castillo en Toledo, y entrenábamos gratis en la pista del Hospital Nacional de Parapléjicos. Hemos derramado muchas lágrimas porque nos quedábamos a las puertas de acudir a los grandes torneos. Pero rompimos esa sequía, fuimos al Mundial de 2018 y luego a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, una experiencia única en la que descubres la grandeza que supone una cita como esa, en la que te hacen sentir como auténticas deportistas, sin adjetivos”, cuenta.
Tras ello formó parte de las dos preseas de bronce en los europeos de Madrid 2021 y Rotterdam 2023, los principales lauros del baloncesto femenino en silla de ruedas. “Fue un alivio, una recompensa de la que nos sentimos orgullosas ya que no nos dedicamos profesionalmente al deporte, todas trabajamos o estudiamos, hay compañeras que piden vacaciones para ir a competir a un campeonato y otras vamos con los libros y apuntes en la mochila en cada competición. Aun así, hemos dado un gran salto en los últimos años, las rivales ya no nos ven con los mismos ojos, ahora no caemos bien porque nos ven peligrosas”, afirma riendo.
Audaz, inteligente en la pista, serena y cumplidora con la tarea que le encomiendan, quiere estirar su carrera deportiva, aunque ya piensa en su futuro. Está cursando un máster en Meteorología y Geofísica y le encantaría dedicarse a la interpretación de los mapas en televisión: “Me fliparía, sería creo la primera presentadora con discapacidad visible. Siempre me ha gustado comunicar y explicar el tiempo. También me gustaría trabajar o hacer unas prácticas en la NASA o en la ESA (Agencia Espacial Europea), que tienen meteorólogos que se encargan de observar y estudiar las condiciones en otros planetas. Como digo, nada es imposible. A lo largo de mi trayectoria académica he escuchado comentarios desafortunados, incluso de algún profesor que consideraba que por ser mujer no valía para la física, pero aquí estoy, rompiendo moldes y batallando”, subraya.
Ahora afronta otro reto mayúsculo, pero en el parqué: sus segundos Juegos Paralímpicos. “Lo estoy deseando, ya pienso en el debut, en ver a mis padres y a mi gente en las gradas, seguro que alguna lágrima cae. En París no nos vale solo con estar, vamos a luchar por llegar a las semifinales”, apunta. El combinado español se medirá en la fase de grupos a China, Canadá y Gran Bretaña. “No hay rival débil, cada partido será una final. Holanda es imbatible, pero al resto podemos ganarles. Franck Belen, que es uno de los mejores entrenadores del mundo, ha perfeccionado nuestra mejor arma, la defensa. Si dominamos esa faceta, tendremos opciones en ataque para hacerles daño a cualquiera. Podemos dar la campanada y subir al podio, esta plantilla va a pelear a muerte cada minuto, la medalla es posible y vamos a por ella”, remata Sara Revuelta.
SARA REVUELTA
Sara Revuelta García (Madrid, 1997). Baloncesto. Bronces europeos en 2021 y 2023. Diploma en Tokio 2020. Disputa sus segundos Juegos Paralímpicos.
1.- Defínase con tres adjetivos.
Trabajadora, hiperactiva y responsable.
2.- ¿Qué objeto no puede faltar en la maleta?
Té Matcha, que es lo que me mantiene despierta. Y un libro, ya que me encanta leer.
3.- ¿Tiene algún talento oculto?
Las matemáticas.
4.- Si pudiese tener un súper poder, ¿cuál elegiría?
Volar.
5.- ¿A qué tiene miedo o fobia?
Le tengo mucha fobia a las avispas y a las abejas -ríe-.
6.- ¿Cuál es esa comida o alimento al que no puede renunciar?
El fuet, es mi debilidad.
7.- ¿A qué lugar le gusta ir para perderse o desconectar?
A Sevilla o a Málaga, me encantan ambas ciudades.
8.- ¿Qué se llevaría a una isla desierta?
Una navaja y un ‘eBook’ con muchos libros.
9.- ¿En qué animal se reencarnaría?
En un caballo o en un águila.
10.- Una canción y un libro o película.
‘Hall of fame’, de The Script. Un libro, ‘Donde los árboles cantan’, de Laura Gallego. Y una película, ‘El viaje más largo’.