La polifacética Pepi Benítez, una reconstrucción constante en el deporte

La barcelonesa es una ‘todoterreno’ que ha dejado huella en cada modalidad que ha practicado. Ganó medallas en esgrima y en atletismo, fue plata paralímpica en Londres 2012 como ciclista y ahora acudirá a los Juegos de Tokio en remo.

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La barcelonesa Pepi Benítez ha pasado del ciclismo al remo para disputar sus terceros Juegos Paralímpicos.

Entiende el deporte como una forma de vida y no sabe decir que no cuando se le presenta un desafío. A Pepi Benítez hay pocas cosas que se le resistan, ha dejado siempre su particular huella en las modalidades tan diversas que ha practicado. Su carrera ha sido una reconstrucción constante a base de tenacidad, osadía y ciclópea capacidad de trabajo. Destacó en esgrima y en atletismo, subió al podio paralímpico en Londres 2012 en ciclismo en tándem y ahora celebrará su 52 cumpleaños en Tokio, sus terceros Juegos, a golpe de paladas. El remo es la nueva ilusión de esta polifacética deportista. Pura dinamita.

“Como todo lo nuevo me atrae, me apetecía empezar en otra disciplina en la que recuperar ese espíritu competitivo. Remar me hace sentir viva otra vez, cuando fluyo en el agua me da mucha paz y serenidad. Y a medida que mejoro la técnica me engancha más”, confiesa. A lo largo de su trayectoria ha tenido que reinventarse y resurgir varias veces de sus cenizas, pero nunca se ha rendido. Aún conserva energía y un apetito voraz para afrontar cualquier reto que le pongan por delante. “Cuando me fijo un objetivo lo persigo hasta el final, cueste lo que cueste, da igual las barreras que tenga que superar”, asegura.

Siendo una niña sorteó los primeros obstáculos cuando le diagnosticaron cataratas congénitas, que fueron empeorando con el paso de los años. “Hasta que no lo detectaron me lo hicieron pasar mal en el colegio de monjas en el que estudié. Llevaba mis gafas de lupa y como no veía bien las letras ni sabía interpretarlas, me castigaban en una habitación oscura”, recuerda. Con 18 años tuvo un desprendimiento de retina con agujero macular en su ojo dominante y pasó a ver solo sombras: “Me quedé casi ciega, a partir de ahí el ojo gandul se convirtió en el que tenía que dominar”.

El primer deporte que descubrió fue el kárate, que practicó con uno de sus hermanos. “Las katas se me daban bien, pero en los combates me llovían hostias por todos lados ya que era lenta de reflejos”, dice entre risas. Luego se inició en la esgrima y ganó un bronce en el Campeonato de España. “No veía la hoja del arma, así que lo suplía con fuerza y velocidad. Llegué a entrenar en el CAR de San Cugat con el equipo olímpico que acudió a Barcelona’92. Y después lo dejé porque mi visión empeoró”, cuenta. Cambió el florete por las zapatillas de correr y disputó competiciones nacionales de atletismo en 800 y en 1.500 metros, pero también lo aparcó cuando se quedó embarazada. “Eso sí, hasta los ocho meses de gestación no paré de nadar”, añade.

Éxitos como ciclista en tándem

En 2011 volvió para participar en carreras populares y un día, tras competir en la Behobia-San Sebastián se topó con Joan Artero, entrenador de ciclismo de la ONCE en Barcelona, que le animó a probar el tándem. “El deporte había sido mi refugio, lo echaba en falta, así que no me lo pensé y me lancé”, rememora. En el velódromo de Horta rompió el cascarón junto a Mayalen Noriega como piloto y, en solo un año moviendo vatios, se plantaron en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y conquistaron la plata en la ruta. “Nos quedamos a 30 segundos del oro. Sufrimos mucho hasta llegar a la meta, fue increíble, algo que jamás olvidaré. Con los años le doy más valor a lo que hicimos”, recalca.

Después ganó dos bronces en los mundiales de carretera en Canadá y en Greenville (EE.UU.) y varios metales internacionales. Y en los Juegos de Río de Janeiro 2016, acompañada por Beatriu Gómez, se llevó un diploma. Unos meses después, una lesión le apartó de la competición durante dos temporadas. “Tuve una caída y me chafé las vértebras L1 y L5, eso me hizo renunciar a todo, no podía dar ni tres pasos y tenía molestias en la ciática. Un médico me lo solucionó con una operación y ahí resurgí. Pero en la selección española ya no contaban conmigo, no creyeron en mí. Melisa Gómiz fue mi piloto y dimos una lección grande, en 2019 fuimos campeonas de España en pista y en ruta frente a ‘Kuki’ López y Mayalen Noriega”, comenta con orgullo.

El año pasado, durante el confinamiento por la pandemia de la Covid-19 se implicó en el remo, deporte que le ha devuelto la alegría. “No sé decir que no a algo nuevo y de cabeza me apunté al proyecto que acababa de poner en marcha la federación. Es un deporte muy completo porque trabajas la musculación de todo el cuerpo y sin apenas impacto. Me llama la atención porque estás en un medio inestable, con movimientos armónicos y rodeada de paisajes espectaculares. Y lo mejor de todo es que la edad no importa”, explica.

Un prometedor cuatro con timonel mixto

Con la ilusión de una novata, la catalana se cocina a fuego lento en el Reial Club Marítim de Barcelona, donde le abrieron las puertas. “Me lo han facilitado todo y se sienten orgullosos de lo que he sido capaz de hacer en tan poco tiempo”, asevera. En agosto de 2020 navegó por primera vez con un bote en Laias (Ourense) en una concentración con la selección nacional: “Me veía muy torpe y tensa con la técnica, pero en estos meses he mejorado mucho, ahora voy más suelta y relajada, soy ágil de manos y fuerte de piernas. Me queda mucho por aprender, un remero no se hace de la noche a la mañana, requiere años, pero voy por el buen camino”.

No las tenía todas consigo para hacerse con un puesto en el bote español de cuatro con timonel mixto (PR3Mix4+) por la férrea rivalidad que había, pero su constancia, ganas y empeño loable convencieron al staff técnico dirigido por Juan Pablo Barcia y Txus Bermúdez. “Picando piedra, sin desmotivarme y con tesón llegó la recompensa, representar a España en el Preolímpico de Gavirate (Italia) junto a mis compañeros Enrique Floriano, Verónica Rodríguez y Jorge Pineda, así como la timonel Estíbaliz Armendáriz”, apunta. En la regata en aguas italianas, la embarcación española, con tres de sus tripulantes neófitos en estas lides -el bilbaíno Pineda es el único con bagaje en el remo-, firmó una hazaña tras imponerse a países potentes como Alemania y Holanda.

El tercer puesto logrado les abría las puertas hacia los Juegos de Tokio mediante una invitación. “El proyecto se creó con vistas a París 2024, pero no tenemos límites y sabíamos lo que queríamos. Nos presentamos en Italia como novatos y sin planta de remeros. Mirabas a alemanes y holandeses y te imponían -ríe-. Mucha gente no creía en nosotros, pero sacamos lo mejor de cada uno y remamos todos a una, la clave fue creer en nosotros y perseguir el mismo objetivo. Las sensaciones que tuve fueron las mismas que cuando gané la plata en Londres 2012”, subraya. Al igual que le ocurrió en ciclismo, fue llegar y besar el santo, un debut a lo grande.

Para la barcelonesa, estar en el Sea Forest Waterway de Tokio “es ya un regalo y espero saborear cada momento. Nos falta mucho por ensamblar y coordinar, el remo es una disciplina que nunca terminas de dominar, siempre hay algo que superar. No vendemos humo, somos realistas, estar en las medallas es muy complicado, pero no renunciamos a nada. Con el coraje de Verónica, el ímpetu de Enrique, la constancia de Jorge y la dinamita que aporto podemos hacer un buen papel. Vamos a pelear y a dejarnos el alma en cada palada, si sale bien o mal ya se verá. En el Preolímpico dimos la sorpresa, ¿por qué no repetir en los Juegos?”.

TEST TOKIO 2020. Conociendo a Pepi Benítez

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