María Martín-Granizo, talento sin límites entre olas y en la nieve

La leonesa, de 16 años, se proclamó campeona del mundo de surf y ganó su primera medalla internacional en esquí alpino. “Me encanta demostrarle a la gente que, aunque seas joven y tengas una discapacidad, puedes alcanzar lo que te propongas”, dice.

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María Martín-Granizo con la tabla de surf y en una prueba de esquí.

Fusionada con su tabla para cabalgar olas y deslizándose sobre la nieve a gran velocidad, María Martín-Granizo encara con avidez, osadía y tenacidad un desafío tras otro. No se arredra ante nada. Con tanta inquietud como ambición, a sus 16 años consume sueños a ritmo de vértigo. Su carrera deportiva recién está empezando a despegar, aún le queda tiempo de cocción, pero ya destila su talento en el agua y en el manto blanco. En diciembre se proclamó campeona del mundo de surf y ganó su primera medalla en una prueba europea en esquí alpino.

“Me encanta demostrarle a la gente que, aunque seas joven y tengas una discapacidad, puedes alcanzar lo que te propongas. Me considero una deportista sin complejos y muy cabezota, si quiero algo, lucho para conseguirlo. Siempre te encuentras con personas que te dirán que no podrás hacer ciertas cosas porque te falte una pierna, pero les ignoro, cuento con el apoyo de mi familia y con los valores que me han inculcado en casa, suficientes para pelear por lo que quieres”, recalca la leonesa con un aplomo y una seguridad impropias para una chica de su edad.

Nació con una agenesia femoral en la pierna derecha, por lo que desde pequeña fueron constantes las visitas al Hospital Universitario Sant Joan de Reus (Barcelona) para revisiones y entrar al quirófano. “El fémur lo tenía del tamaño de un hueso de aceituna y la rodilla al lado de la cadera. Me amputaron los dedos del pie y en mayo de 2020 me operaron de nuevo para crear un falso fémur”, explica.

Eso nunca supuso una rémora para beberse la vida a sorbos de emociones y para disfrutar del deporte. Probó natación, baloncesto, kárate o skate, pero se quedó con esquí alpino y surf, sus dos pasiones. “No entiendo que haya padres que metan en una burbuja a hijos con discapacidad y no quieran que practiquen deporte por si les ocurre algo. No puedes dejar de vivir por miedo a romperte una pierna, siempre encontramos una adaptación y buscamos los medios para llevar una vida como cualquier otra persona. En mi familia nunca me han sobreprotegido, me han tratado igual que a mi hermano mayor, Rodrigo, y a mi hermana melliza Cecilia. En casa hago lo mismo que ellos, aunque es cierto que, a veces me escaqueo cuando hay que hacer alguna tarea y ya me he quitado la prótesis”, bromea.

Su romance con el esquí comenzó cuando apenas tenía seis años, siguiendo los pasos de sus hermanos, aunque no fue un flechazo. “Al principio iba en mono-ski, en silla, y no me gustaba nada. Luego cambié a tres huellas -tres puntos de apoyo, dos estábilos y un esquí que actúa de base de una pierna- y me llevaban con una correa de perro para que no me cayese”, dice riendo. Tardó poco en soltarse, en ganar agilidad, coordinación y fuerza mientras dejaba su huella en la nieve. Es un ejemplo de inclusión ya que desde niña ha disputado la Copa Cordillera Cantábrica y el año pasado se convirtió en la primera deportista con discapacidad en competir en la Copa de España absoluta.

“Fue increíble, una experiencia inolvidable, un orgullo. Los chicos de mi edad valoran lo que hago, me gusta medirme a ellos, aprendo mucho”, confiesa. A finales de 2021 logró también su primera medalla internacional, un bronce en gigante en Pitzal (Austria). “Era mi debut y estoy muy contenta. Es mi primer año en la élite y todavía no tengo suficientes puntos para acudir a ciertas pruebas, como el Mundial, pero ojalá llegue alguna invitación. No me preocupa porque este año me lo tomo de aprendizaje, para ver en qué tengo que mejorar y ver cómo están mis rivales”, cuenta María.

Su sueño es estar en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Milán-Cortina d’Ampezzo 2026. “Formo parte del equipo español de promesas y cuento con una gran entrenadora como es Esther Noguera. Quedan aún tres años, sé que no será sencillo, pero si continúo esforzándome y no hay lesiones, el trabajo saldrá, lo veo bastante factible”, asegura. Le gustaría tomar el relevo de Jon Santacana y de Miguel Galindo, los últimos en representar a España en unos Juegos -Pyeongchang 2018-: “Ellos hicieron historia, son un ejemplo. A Audrey Pascual y a mí nos queda recorrido y mucho que aprender y mejorar, pero podemos alcanzar grandes cosas”.

La leonesa es una todoterreno sin límites y también espera mantenerse en la cresta de la ola con el surf. Un deporte en el que se inició por casualidad con seis años, mientras veraneaba en Peniche (Portugal), un paraíso para los surfistas. “Mis padres, para deshacerse un rato de nosotros, nos apuntaron a un surf camp, pero la monitora, al verme cuando me quité la prótesis, no sabía qué hacer conmigo. Allí, un día en la playa conocí al portugués Nuno Roque Silva, que es muy bueno y se empeñó en darme clases. He llegado tan lejos gracias a él y a la Escuela Lucas García, en la que entreno todos los veranos en Salinas (Asturias).

En 2021 se colgó un bronce en el Mundial celebrado en Pismo Beach (California), escenario en el que el pasado diciembre se proclamó campeona del mundo en categoría Stand3. Y lo hizo con suspense y emoción en una final muy reñida con otra española, Mireia Cabañes. “Todavía sigo en una nube. El día fue muy malo, con olas revueltas, e iba perdiendo. Pero en los últimos diez segundos pude coger una buena ola. Salí a la orilla sin saber si había puntuado. Los cinco minutos de espera se me hicieron eternos, hasta que anunciaron que era la ganadora. Ahora me encantaría lograr una medalla en unos Juegos como surfista, ojalá entre en el programa paralímpico de Los Ángeles 2028”, concluye.

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